lunes, 29 de septiembre de 2008

No juzgues si no quieres ser juzgado (Mt 7,1-5)

Yo no sé porqué solemos ser tan prontos y tan ligeros al juzgar a los demás… Tenemos un ojo crítico impresionante y, lamentablemente, muchas veces retorcido… Y, lo peor de todo, es que nos atrevemos a entrar en el mundo de las intenciones de los demás cuando, habitualmente, sólo vemos lo externo, las apariencias…

Esta sentencia de Jesús se entiende muy bien después de haber profundizado en el Padre nuestro. En dicha oración Jesús nos ha enseñado a orar, diciendo: “Perdónanos como nosotros perdonamos”…

No juzgar quiere decir vivir con una actitud de misericordia, con un corazón que intenta salvar la intención de los demás, más pronto a ver lo positivo que lo negativo… Con ello no negamos que hayan cosas mal hechas, incluso cosas que probablemente merezcan ser condenadas; lo que se nos dice es que seamos como Jesús, que ha estado siempre más pronto a salvar que a condenar…

¡Cuántas veces nosotros mismos hemos sido blanco de críticas injustas, de juicios temerarios! ¡Y sabemos lo que duele, el daño que hace! Jesús nos dice: “no seas así”…, si quieres ayudar a tu hermano, no lo condenes, tiéndele una mano y ayúdalo a salir de allí…

Además, Jesús nos invita a mirarnos a nosotros mismos… ¡Cuántas veces nos creemos autorizados para decir a los demás lo que tienen que hacer o lo mal que han hecho algo, sin habernos previamente visto a nosotros mismos que somos iguales o peores que aquel a quien queremos corregir…!

No seamos como los paganos, que se creen jueces absolutos de todo y de todos, cuando el único que juzga rectamente es Dios, que juzga con el corazón de una Madre… Seamos como Jesús… tengamos un corazón misericordioso, pronto a la comprensión y a la ayuda… Sembremos nuestro entorno de aceptación, de ternura, de compasión… Tengamos el corazón de Dios…

jueves, 25 de septiembre de 2008

No andéis preocupados, el Padre os cuida… (Mt 6,25-34)

Hoy os propongo que hagáis una lectura reposada de este texto que aparece tanto en el evangelio de Mateo (6,25-34) como en el de Lucas (12,22-31). Generalmente viene titulado como “Abandono en la Providencia”.

Jesús empieza diciendo: “Por eso, no andéis preocupados por vuestra vida…”. Es decir, va a explicar porqué no tenemos que andar obsesionados por nuestros ahorros o dedicar toda nuestra existencia a la consecución del bienestar material…

Jesús nos invita a abrir los ojos y a mirar lo que nos rodea… La belleza de las flores, cuyo traje no ha sido comprado en El Corte Inglés, sino tejido por el Padre; la tranquilidad con que viven los animales, que no tienen que ir al supermercado o tener grandes congeladores, sino que son alimentados diariamente por el Padre…

Obviamente ésta no es una llamada a la vagancia, la imprevisión o la irresponsabilidad… La confianza en la providencia no es la confianza en que todo se resolverá “solo”… La confianza en la Providencia es la invitación, una vez más, a ordenar mis prioridades… Yo necesito comer, pero no puedo vivir sólo para comer; yo necesito vestir, pero no puedo estar obsesionado por lo que me voy a poner… Más aún, Jesús dice que ése es el modo en que viven los paganos, cuyo único horizonte es esta vida… Nosotros, en cambio, somos invitados a vivir con la mirada puesta en el Padre que cada mañana nos proporciona la fuerza necesaria para trabajar, para vivir, para agradecer… Se nos invita a vivir la vida con la confianza de saber que el Padre sabe de qué tenemos necesidad, de modo que no vivamos afanados sólo por resolver nuestros problemas sino afanados en las cosas del Padre… Por eso nos dice: Buscad primero las cosas de Dios, construir un mundo como Dios quiere…, si vivís así, todo lo demás se os irá dando por añadidura…

¡Establece bien tus prioridades! Vive la vida teniendo a Dios en el centro, viviendo desde la confianza, desde la generosidad, desde la entrega… Y el Padre te dará lo que más necesitas: la experiencia de su amor incondicional, la experiencia de sentirte su hijo y hermano de todos.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Nadie puede estar al servicio de dos señores (Mt 6,24)

Esta corta sentencia de Jesús hay que entenderla en el contexto de aprender a hacer buen uso de los bienes. De hecho concreta diciendo: “No puedes servir al mismo tiempo a Dios y al Dinero”.

Muchos dirán, ¿y por qué no?

Jesús no se opone al uso de los bienes. Al contario, los bienes son dones de Dios de los que hay que aprender a disfrutar y que nos han sido dados para servir a los demás. Una vez más, el problema es dónde pongo mi seguridad, en qué está apoyada mi vida, en Dios o en el dinero… Con ello nos viene a decir, también, que quien vive obsesionado por el tener, es difícil que entre en la dinámica del evangelio que es compartir…

Todos en esta vida estamos centrados, “obsesionados” por algo… Unos por la imagen; otros por el bienestar… Y en torno a eso gira nuestra existencia… Y hacemos lo que sea por conseguirlo…o por no perderlo... Jesús nos dice que nuestra vida sólo puede estar focalizada por una sola cosa, de lo contario, andamos divididos... Y nos propone que lo pongamos a El en el centro… Él es el único que merece estar en el centro de nuestra vida, Él único al que realmente podemos servir sin terminar siendo esclavos…

Pregúntate: ¿A quién sirves? ¿Qué o quién es el centro de tu vida? ¿De qué eres esclavo? Y pídele al Señor estar a su servicio, empeñar tu vida en la misión que Él te ha encomendado, haciendo presentes los valores del evangelio en tu entorno, allí donde Él ha querido que lo sirvas...

jueves, 18 de septiembre de 2008

Atesorad tesoros en el cielo (Mt 6, 19-21)

Continuamos el comentario al Sermón del Monte del evangelio de Mateo (cap. 5-7), que empezamos el 9 de junio, después de habernos detenido ampliamente en la oración del Padrenuestro.

En la sección que va de Mt 6,19 a Mt 7,12, en el mismo contexto de este “Discurso Programático” en el que se recogen las grandes enseñanzas de Jesús, se nos presentan dos maneras de vivir: la manera propia del cristiano que cree en Dios como Padre, y la manera de los “paganos” –que no ateos–  que “creen” en Dios, pero que no han asimilado los valores propios del evangelio… Por eso, en más de una ocasión Jesús dice que no seamos como los paganos; es decir, que no vivamos nuestra fe a modo de muchos que dicen creer en Dios, incluso realizan determinadas “prácticas” religiosas (oraciones, ayunos, dan limosna), pero cuya “fe” no siempre incide en su comportamiento diario, y que, en la práctica, viven como si Dios no existiera.

Jesús dice: “Atesora tesoros en el cielo donde no hay polilla ni las cosas se oxidan o se estropean, donde nadie te las puede robar”.

Por tanto, eso del ahorro está muy bien, pero no al modo de los paganos, que cuando piensan en ahorrar sólo piensan en cuentas corrientes, en depósitos a plazo fijo, en la Bolsa o en inversiones…

El ahorro responde al instinto de seguridad que tenemos todos… Ahorramos pensando en el futuro, para que no nos falte nada… Y sí, hay que ser precavidos... Pero Jesús nos dice que no vivamos como los paganos que al pensar en el futuro sólo piensan en este mundo… O que piensan que la seguridad la proporciona el dinero, los bienes… cuando la verdadera seguridad la proporciona el saber que nuestra vida está en manos de Dios...

Y termina diciendo: "Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón..."

Que nuestro corazón no esté agarrado por las subidas o bajadas de la bolsa... Que nuestro corazón esté centrado en el Padre y en hacer su voluntad... ¡Eso sí que da seguridad!

lunes, 15 de septiembre de 2008

Fiesta de la Virgen de los Dolores

Ayer, 14 de septiembre, celebramos la Fiesta de la Santa Cruz. Hoy, en estrecha unión con aquella fiesta, celebramos a María como la Virgen de los Dolores.

El mejor comentario a esta celebración lo tenemos en la cita del evangelio de san Juan que nos dice: “Junto a la cruz de Jesús estaba su madre…” (Jn 19,25). De este modo, María es presentada como la mujer fuerte, la madre que acompaña a su hijo, de pie, junto a la cruz, en el momento de su entrega dolorosa, de su mayor sufrimiento, de la expresión de su amor supremo… Y es mujer fuerte porque lo que la sostiene es el amor y la confianza inquebrantable en el Padre…

Pidámosle a ella fortaleza para vivir con amor tantos momentos de sufrimiento, para saber acompañar con amor y ternura a personas que sufren y que esperan de nosotros una palabra de consuelo o, sencillamente una presencia amorosa y silenciosa… Un enfermo, una amigo que está atravesando una situación de pérdida, un hijo en momentos difíciles, a mi espos@ que… Y pidámosle, también, que acompañe nuestras propias cruces y pérdidas y que permanezca junto a nosotros cuando nos sentimos tristes y abandonados, y nos ayude a experimentar el amor y compañía que Jesús experimentó en los últimos instantes de su vida.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Orar con el Padrenuestro (9): “Padre, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”

Padre,
sé que la tentación forma parte de la vida…
Encuentro muchos obstáculos en mi camino
que intentan alejarme de Ti…
Muchas veces me acecha la mentira,
la desconfianza, el desánimo…
Muchas veces siento que no merece la pena seguirte
y que incluso les va mejor a quienes no viven
según el Evangelio…

Padre, líbrame de la tentación de creerme más que los demás,
de pensar que puedo vivir sin Ti o al margen de Ti,
de confiar más en el dinero, en la imagen, en el poder.

Padre, protégeme en mi camino,
fortalece mi voluntad,
haz firme mi corazón
para vivir como auténtico hijo tuyo.

Inspirado en un escrito del P. Jorge de la Cueva, SJ, publicado en Magnificat del mes de agosto 2008, pp. 26-31.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Padre nuestro de la alegría (Colaboración)

Padre Nuestro 
que estás en la alegría,
que sea cada día santificado tu gozo.
Que venga, Señor,
tu risa a nuestras caras
y el cielo y tierra se haga
tu buen humor.

Danos hoy nuestra sonrisa cotidiana.
Perdónanos porque nos cuesta contagiarla
como nosotros perdonamos caras largas.
Y no nos dejes creer que esta vida es amarga
y líbranos del mal…
HUMOR

jueves, 4 de septiembre de 2008

Orar con el Padrenuestro (8): “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos…”

Padre,
todos los días, cuando rezo el Padrenuestro,
te pido que perdones mis pecados…,
pero reconozco que, en realidad,
me resulta muy difícil sentirme pecador…

Me siento como el joven rico
porque no robo, no mato, cumplo con lo que está mandado…
O como el fariseo que te oraba en el templo
y te daba gracias porque era un hombre bueno,
no como otros…
Y, sí, Padre, en el fondo no me siento pecador
y siento que hay otros peores que yo,
a quienes juzgo y con quienes me comparo…

Padre,
quisiera sentir, más bien,
como el Hijo Pródigo…
¡Cuántas veces me he alejado de tu casa,
de tu amor, de tu voluntad…!
Y cuántas veces me has acogido con los brazos abiertos…

Padre, que me sienta necesitado de tu amor,
de tu perdón, de tu misericordia…,
pues sólo así tendré un corazón misericordioso.

Padre, que aprenda a perdonar de corazón, como Tú me perdonas.
Que no anide en mí el rencor ni el deseo de venganza…
que no guarde eternamente las ofensas…
Y que tenga la humildad y el coraje de pedir perdón…

Padre, que aprenda a perdonar
como Tú me perdonas…

Inspirado en un escrito del P. Jorge de la Cueva, SJ, publicado en Magnificat del mes de agosto 2008, pp. 26-31.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Orar con el Padrenuestro (7): "Padre, danos hoy el pan de cada día"

Padre mío,
enséñame a vivir abandonado a tu Providencia,
pues sé que cada día me darás lo que necesito…
No te pido riquezas, ni fama, ni poder…
te pido sencillamente lo que necesito para vivir:
el pan del cuerpo y del espíritu:
el pan de la ternura, el pan del perdón,
el pan de la confianza, el pan del amor…

Padre,
que no viva obsesionado por el futuro,
que no me angustie pensando en el porvenir.
Sí, Padre, tú conoces mi vida
y sabes que muchas veces estoy inquieto por el mañana.

Padre, que no pretenda controlar todas las situaciones
ni tener todas las soluciones en mis manos…,
¡hay tantas cosas que no dependen de mí!
Por eso, quiero vivir abandonado en tus manos,
en tu Providencia que cuida de mí
a través de tantas personas que pones en mi camino.

Y, sobre todo, Padre,
que viva en acción de gracias
por ese pan que me das cada día:
la vida, el amor, las personas que llenan de luz
y de sentido mi existencia…
y por estar Tú en mi vida,
cuidando de mi débil y frágil existencia
y alimentándome con la Eucaristía.
¡Gracias!

Inspirado en un escrito del P. Jorge de la Cueva, SJ, publicado en Magnificat del mes de agosto 2008, pp. 26-31.