domingo, 28 de diciembre de 2008

Fiesta de la Sagrada Familia (Ciclo B)

Hoy la Iglesia celebra la Fiesta de la Sagrada Familia... Como os decía ya al introducir el tiempo de Navidad, esta fiesta se sitúa el domingo más próximo al nacimiento del hijo de Dios encarnado...

Todos los textos del Evangelio pretenden no sólo contarnos la historia de Jesús sino, sobre todo, transmitirnos un mensaje... Dios se hace hombre para enseñarnos a vivir realmente como lo que somos... 

El evangelio de este domingo nos narra la Presentación de Jesús en el Templo: "Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor" (Lc 2,22). Hermosa costumbre por la que todo primogénito era consagrado, ofrecido a Dios, como señal de reconocimiento de que era un don recibido por Él... Toda vida es un don, un milagro del Señor de la Vida... Don que debe ser acogido sin apropiárnoslo, pues todo hijo es, antes que nada, un hijo de Dios entregado a nuestro cuidado...

A continuación, se nos dice: "Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba" (Lc 2, 39-40).

Estas breves palabras nos narran lo que conocemos como la Vida Oculta de Jesús... Esos años en que Jesús va creciendo como persona, en que va madurando, va aprendiendo, se va "haciendo hombre"... Porque Dios no jugó a ser uno de nosotros, sino que realmente vivió como uno de tantos...

Hay algo que queda claro: Jesús crece, se hace persona, en el ámbito de una familia... No vive entre privilegios sino en una familia sencilla, donde aprenderá a hablar, a rezar... y a desempeñar un oficio, el de su padre... Por eso será conocido sencillamente como Jesús de Nazaret (por el pueblo en el que creció), el hijo de José el carpintero (no un noble, sino un artesano, un trabajador) o, simplemente como Jesús el carpintero (por su oficio)...

Jesús es hijo de María, una mujer sencilla pero profundamente religiosa y de gran interioridad. De ella se dice que "guardaba todas las cosas en su corazón"... Esas cosas que no siempre se entienden, pero que se acogen y se oran para aprender a descubrir su sentido a la luz de Dios...
Sí, Jesús es hijo de María y de José... De ellos aprendió todo lo que como hombre sabía... Ellos fueron para Jesús la Providencia, el rostro de Dios...

Celebrar esta fiesta es caer en la cuenta de la importancia de la familia como ámbito de crecimiento y de maduración personal... Los padres son llamados a ser el rostro paterno/materno de Dios para sus hijos, su amor providente...

Demos gracias hoy por nuestras familias, por las que nos hicieron crecer... Seguramente nuestros padres no fueron perfectos, pero nos alumbraron a la vida... Y quienes tengáis hijos, dad gracias por el don que supone el que Dios os haya confiado a sus hijos... Amadlos, cuidadlos y, sobre todo, ayudadlos a crecer como hijos de Dios...

viernes, 26 de diciembre de 2008

Mensaje de Navidad de Benedicto XVI

Reproducimos el mensaje de Navidad que pronunció Benedicto XVI a mediodía del 25 de diciembre desde el balcón de la fachada de la Basílica Vaticana ante los miles de peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.

«Apparuit gratia Dei Salvatoris nostri omnibus hominibus" (Tt 2,11).

Queridos hermanos y hermanas, renuevo el alegre anuncio de la Natividad de Cristo con las palabras del apóstol San Pablo: Sí, hoy «ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres».

Ha aparecido. Esto es lo que la Iglesia celebra hoy. La gracia de Dios, rica de bondad y de ternura, ya no está escondida, sino que «ha aparecido», se ha manifestado en la carne, ha mostrado su rostro. ¿Dónde? En Belén. ¿Cuándo? Bajo César Augusto durante el primer censo, al que se refiere también el evangelista San Lucas. Y ¿quién la revela? Un recién nacido, el Hijo de la Virgen María. En Él ha aparecido la gracia de Dios, nuestro Salvador. Por eso ese Niño se llama Jehoshua, Jesús, que significa «Dios salva».

La gracia de Dios ha aparecido. Por eso la Navidad es fiesta de luz. No una luz total, como la que inunda todo en pleno día, sino una claridad que se hace en la noche y se difunde desde un punto preciso del universo: desde la gruta de Belén, donde el Niño divino ha «venido a la luz». En realidad, es Él la luz misma que se propaga, como representan bien tantos cuadros de la Natividad. Él es la luz que, apareciendo, disipa la bruma, desplaza las tinieblas y nos permite entender el sentido y el valor de nuestra existencia y de la historia. Cada belén es una invitación simple y elocuente a abrir el corazón y la mente al misterio de la vida. Es un encuentro con la Vida inmortal, que se ha hecho mortal en la escena mística de la Navidad; una escena que podemos admirar también aquí, en esta plaza, así como en innumerables iglesias y capillas de todo el mundo, y en cada casa donde el nombre de Jesús es adorado.

La gracia de Dios ha aparecido a todos los hombres. Sí, Jesús, el rostro de Dios que salva, no se ha manifestado sólo para unos pocos, para algunos, sino para todos. Es cierto que pocas personas lo han encontrado en la humilde y destartalada demora de Belén, pero Él ha venido para todos: judíos y paganos, ricos y pobres, cercanos y lejanos, creyentes y no creyentes..., todos. La gracia sobrenatural, por voluntad de Dios, está destinada a toda criatura. Pero hace falta que el ser humano la acoja, que diga su «sí» como María, para que el corazón sea iluminado por un rayo de esa luz divina. Aquella noche eran María y José los que esperaban al Verbo encarnado para acogerlo con amor, y los pastores, que velaban junto a los rebaños (cf. Lc 2,1-20). Una pequeña comunidad, pues, que acudió a adorar al Niño Jesús; una pequeña comunidad que representa a la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad. También hoy, quienes en su vida lo esperan y lo buscan, encuentran al Dios que se ha hecho nuestro hermano por amor; todos los que en su corazón tienden hacia Dios desean conocer su rostro y contribuir a la llegada de su Reino. Jesús mismo lo dice en su predicación: estos son los pobres de espíritu, los afligidos, los humildes, los hambrientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la causa de la justicia (cf. Mt 5,3-10). Estos son los que reconocen en Jesús el rostro de Dios y se ponen en camino, como los pastores de Belén, renovados en su corazón por la alegría de su amor.

Hermanos y hermanas que me escucháis, el anuncio de esperanza que constituye el corazón del mensaje de la Navidad está destinado a todos los hombres. Jesús ha nacido para todos y, como María lo ofreció en Belén a los pastores, en este día la Iglesia lo presenta a toda la humanidad, para que en cada persona y situación se sienta el poder de la gracia salvadora de Dios, la única que puede transformar el mal en bien, y cambiar el corazón del hombre y hacerlo un «oasis» de paz.

Que sientan el poder de la gracia salvadora de Dios tantas poblaciones que todavía viven en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1,79). Que la luz divina de Belén se difunda en Tierra Santa, donde el horizonte parece volverse a oscurecer para israelíes y palestinos; se propague en Líbano, en Irak y en todo el Medio Oriente. Que haga fructificar los esfuerzos de quienes no se resignan a la lógica perversa del enfrentamiento y la violencia, y prefieren en cambio el camino del diálogo y la negociación para resolver las tensiones internas de cada país y encontrar soluciones justas y duraderas a los conflictos que afectan a la región. A esta Luz que transforma y renueva anhelan los habitantes de Zimbabue, en África, atrapado durante demasiado tiempo por la tenaza de una crisis política y social, que desgraciadamente sigue agravándose, así como los hombres y mujeres de la República Democrática del Congo, especialmente en la atormentada región de Kivu, de Darfur, en Sudán, y de Somalia, cuyas interminables tribulaciones son una trágica consecuencia de la falta de estabilidad y de paz. Esta Luz la esperan sobre todo los niños de estos y de todos los países en dificultad, para que se devuelva la esperanza a su porvenir.

Donde se atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales o de grupo prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre; donde las luchas intestinas dividen grupos y etnias y laceran la convivencia; donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir; donde se mira con desconfianza un futuro que se esta haciendo cada vez más incierto, incluso en las naciones del bienestar: que en todos estos casos brille la Luz de la Navidad y anime a todos a hacer su propia parte, con espíritu de auténtica solidaridad. Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina.

Queridos hermanos y hermanas, hoy «ha aparecido la gracia de Dios, el Salvador» (cf. Tt 2,11) en este mundo nuestro, con sus capacidades y sus debilidades, sus progresos y sus crisis, con sus esperanzas y sus angustias. Hoy resplandece la luz de Jesucristo, Hijo del Altísimo e hijo de la Virgen María, «Dios de Dios, Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero... que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo». Lo adoramos hoy en todos los rincones de la tierra, envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Lo adoramos en silencio mientras Él, todavía niño, parece decirnos para nuestro consuelo: No temáis, «no hay otro Dios fuera de mí» (Is 45,22). Venid a mí, hombres y mujeres, pueblos y naciones; venid a mí, no temáis. He venido al mundo para traeros el amor del Padre, para mostraros la vía de la paz.

Vayamos, pues, hermanos. Apresurémonos como los pastores en la noche de Belén. Dios ha venido a nuestro encuentro y nos ha mostrado su rostro, rico de gracia y de misericordia. Que su venida no sea en vano. Busquemos a Jesús, dejémonos atraer por su luz que disipa la tristeza y el miedo del corazón del hombre; acerquémonos con confianza; postrémonos con humildad para adorarlo. Feliz Navidad a todos.

jueves, 25 de diciembre de 2008

¡Feliz Navidad!

Con mis mejores deseos de que todos pasemos una Navidad Feliz al experimentar la presencia de Dios en nuestra vida y en nuestra historia...
Hoy os propongo escuchar este hermoso villancico de José Luis Perales...


También podéis escuchar El Tamborilero de Rafael:



Y ojalá os animéis a pasar este día escuchando villancicos y visitando belenes...

jueves, 18 de diciembre de 2008

El sueño de la Virgen María

¡18 de diciembre…! Falta exactamente una semana para el gran acontecimiento… Estamos a punto de encender nuestra cuarta vela de la Corona de Adviento … Pero, precisamente por estar tan cerca de la Navidad, solemos estar consumidos por las prisas… ¡Quedan tantas cosas por hacer, tantos detalles por ultimar…! Por eso os animo a que no perdáis de vista el sentido de lo que estamos celebrando y que mantengamos la actitud de espera…, no sea que se haga realidad aquel sueño que dicen un día tuvo María:

“José, anoche tuve un sueño muy extraño, como una pesadilla. La verdad es que no lo entiendo. Se trataba de una fiesta de cumpleaños de nuestro Hijo.
La familia se había estado preparando por semanas decorando su casa. Se apresuraban de tienda en tienda comprando toda clase de regalos. Parece que toda la ciudad estaba en lo mismo porque todas las tiendas estaban abarrotadas. Pero algo me extrañó mucho: ninguno de los regalos era para nuestro Hijo.
Envolvieron los regalos en papeles lindísimos y les pusieron cintas y lazos muy bellos. Entonces los pusieron bajo un árbol. Sí, un árbol, José, ahí mismo dentro de su casa. También decoraron el árbol; las ramas estaban llenas de bolas de colores y ornamentos brillantes. Había una figura en el tope del árbol. Parecía un angelito. Estaba precioso.
Por fin, el día del cumpleaños de nuestro Hijo llegó. Todos reían y parecían estar muy felices con los regalos que daban y recibían. Pero fíjate José, no le dieron nada a nuestro Hijo. Yo creo que ni siquiera lo conocían. En ningún momento mencionaron su nombre. ¿No te parece raro, José, que la gente pase tanto trabajo para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen? Me parecía que Jesús se habría sentido como un intruso si hubiera asistido a su propia fiesta de cumpleaños.
Todo estaba precioso, José y todo el mundo estaba tan feliz, pero todo se quedó en las apariencias, en el gusto de los regalos. Me daban ganas de llorar que esa familia no conocía a Jesús. ¡Qué tristeza tan grande para Jesús - no ser invitado a Su propia fiesta!
Estoy tan contenta de que todo era un sueño, José. ¡Qué terrible si ese sueño fuera realidad!”

Esperemos que, al menos en nuestro caso, todo quede en una pesadilla.

Para este cuarto domingo de Adviento os propongo que recéis esta oración al encender la cuarta vela:

Al encender estas cuatro velas, en el último domingo,
pensamos en Ella, la Virgen,
tu madre y nuestra madre.
Nadie te esperó con más ansia,
con más ternura, con más amor.
Nadie te recibió con más alegría.

Te sembraste en Ella,
como el grano de trigo se siembra en el surco.
Y en sus brazos encontraste la cuna más hermosa.
También nosotros queremos prepararnos así:
en la fe, en el amor y en el trabajo de cada día.

¡Ven pronto, Señor! ¡Ven a salvarnos!

martes, 16 de diciembre de 2008

Novena de Navidad

Otra de las hermosas tradiciones que nos ayudan a prepararnos a la fiesta del nacimiento de Jesús es la Novena de Navidad...
La novena, como su nombre lo indica, empieza nueve días antes de la fiesta que se conmemora. Por eso, la novena de Navidad comienza precisamente hoy, 16 de diciembre.
La novena supone una preparación más intensa... Todos los días podéis dedicar unos minutos para hacer una pequeña oración personal, en familia o con algún grupo de amigos.
En Internet podéis encontrar muchas propuestas. Yo, en concreto, os propongo que sigáis la que encontraréis en esta dirección: http://www.angelfire.com/dbz/ipjv/Articulos/m1.htm
Si conocéis alguna otra, podéis promocionarla escribiendo a yehosuah@gmail.com de modo que la pueda publicar en este Blog. 

jueves, 11 de diciembre de 2008

Simbolismo de las velas en la Corona de Adviento

Nos preparamos ya para la tercera semana de Adviento… ¡Cómo pasa el tiempo…!
Hoy os propongo que nos fijemos en el significado de las velas

Las cuatro velas representan las cuatro semanas del tiempo de Adviento…
El irlas encendiendo poco a poco, una cada semana, nos ayuda a caer en la cuenta de cómo poco a poco nos vamos acercando a la Navidad, a la celebración del nacimiento de Jesús…
 
Pero, ¿por qué unas velas? ¿No podría ser otro objeto…?
¡Pues no…! El ir encendiendo las velas, pone de manifiesto la victoria de la luz sobre las tinieblas

Jesús es la Luz del mundo, es el que vence todas las sombras y tinieblas que nos rodean o que enturbian nuestro interior… Es la Luz que nos ayuda a conocer el Padre; la Luz que nos permite caminar por el camino correcto… Por eso, para destacar este significado, se recomienda que las velas se enciendan por la noche; y si no puede hacerse a esa hora, que al menos se intente crear un ambiente oscuro.

Como ya os decía hace 15 días, originariamente las velas eran tres de color violeta y una de color rosa. El violeta significa nuestra actitud de conversión y penitencia para prepararnos a acoger el nacimiento de Jesús; en cambio, la rosa, es signo de alegría… Por eso, esta tercera vela que vais a encender este domingo es precisamente la rosada, puesto que el Tercer domingo de Adviento es el que conocemos como Domingo “Gaudete”, pues toda la liturgia está llena de alegría al acercarse el nacimiento del Salvador… Incluso antiguamente, el sacerdote llevaba una casulla de ese color…

Hoy, sin embargo, esta tradición se vive de modos diversos. Así, por ejemplo, en Suecia todas las velas son de color blanco y en Austria son de colores: violeta, rojo, rosa y blanco… En todo caso, siempre mantienen el mismo significado: Celebramos la luz que vence las tinieblas, a Cristo Luz del mundo, y vamos preparando el corazón para la gran fiesta que se aproxima…

Para este tercer domingo de Adviento os propongo que recéis esta oración al encender la tercera vela:

En las tinieblas se encendió una luz,
en el desierto clamó una voz.
¡Alegraos! ¡El Señor va a llegar!
Preparad sus caminos, porque ya se acerca.

Adornad vuestro corazón 
como una novia que se engalana el día de su boda.
¡Ya está cerca…!
Como Juan el Bautista, el mensajero…
Él no es la luz, sino el que nos anuncia la luz
que ya despunta en el horizonte.

Cuando encendemos estas tres velas
cada uno de nosotros quiere ser
antorcha tuya para que brilles,
llama para que calientes.

¡Ven, Señor, a salvarnos,
envuélvenos con tu luz, caliéntanos en tu amor!

lunes, 8 de diciembre de 2008

Solemnidad de la Inmaculada Concepción

El día de hoy la Iglesia celebra la Solemnidad de la Inmaculada concepción de María... 
La liturgia nos propone como evangelio para la Eucaristía, el texto de la Anunciación (Lc 26-38), que nos relata la encarnación del Hijo de Dios... Por eso, éste es un buen día para hacer una clara defensa de la vida desde el momento de su concepción...
Para ello, os recomiendo leer la noticia en la que se informa que el presidente de Uruguay ha vetado en su país el artículo de la Ley de Salud Reproductiva que establecía la despenalización del aborto... Es sumamente interesante y bien fundamentado en derecho. Podéis encontrarlo en  http://www.aica.org/index.php?module=displaystory&story_id=14686&format=html&fech=2008-11-21. 

jueves, 4 de diciembre de 2008

Simbolismo de la Corona de Adviento

El jueves pasado os sugería recuperar la tradición de la Corona de Adviento… ¡Ojalá os hayáis animado a tener una en vuestra casa!

La corona está cargada de significado… Cada uno de sus elementos tiene un sentido… Hoy quería que cayéramos en la cuenta de su forma circular

El círculo, desde la antigüedad, significa la eternidad y la unidad, puesto que no tiene ni principio ni fin; representa también el sol y su ciclo anual, ese continuo repetirse sin agotarse jamás; precisamente por eso simboliza a Cristo… Cristo es Alfa y Omega (como celebramos en la Pascua), Principio y Fin… Suyos son el tiempo y la eternidad; suya es nuestra vida... Por eso la historia está segura, la Historia (con mayúscula) y nuestra pequeña historia, pues en su origen y en su término está siempre el Padre… De Él venimos y hacia Él se orienta nuestra existencia…

Al igual que el anillo (concretamente una alianza, que es también un círculo sin interrupción), la corona es también signo de fidelidad, la fidelidad de Dios a sus promesas… 

Precisamente por eso, la corona tiene que tener una forma circular… No basta que sea un arreglo florar decorado con 4 velas…

Por otra parte, la corona es signo de realeza y de victoria. En la antigua Roma, los vencedores en los juegos o en alguna batalla, eran coronados con una corona de laurel. Así, la corona de Adviento anuncia que aquel Niño al que esperamos es el rey que quiere implantar un mundo donde reine el amor, la justicia y la paz.

A su vez, la corona está hecha con ramas verdes… El color verde es signo de vida, de esperanza… Con ello ponemos de manifiesto que Jesús ha vencido la muerte, está vivo en medio de nosotros y es fuente de Vida. Hay quien también relaciona estas ramas con la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos… Acogiéndole de este modo, lo reconocían como e Mesías, el Esperado… Hoy también nosotros queremos acogerlo en nuestra vida…

Ahora entenderéis por qué la Corona de Adviento auténtica no debería ser un simple adorno de arcilla, porcelana o cualquier otro material “inerte”… ¡La Corona debe estar formada por ramas vivas!

Para este segundo domingo de Adviento os propongo que recéis esta oración al encender la segunda vela:

Los profetas mantenían encendida
la esperanza de Israel.
Nosotros, como un símbolo,
encendemos estas dos velas.

El viejo tronco está rebrotando,
florece el desierto...
La humanidad entera se estremece
porque Dios se ha sembrado en nuestra carne.

Que cada uno de nosotros, Señor,
te abra su vida para que brotes, 
para que florezcas, para que nazcas
y mantengas en nuestro corazón
encendida la esperanza.

Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!