domingo, 26 de julio de 2009

Jesús cura a dos ciegos (Mt 9, 27-31)

Los dos últimos milagros que nos presentan los cap. 8-9 de Mateo guardan una cierta relación. El primero se refiere a la curación de dos ciegos y, el otro, a la curación de un endemoniado mudo. Estos dos milagros, además, están inmediatamente antes del c. 10, donde se recoge el discurso misionero de Jesús. ¿Y cuál es esa relación? Muy sencilla… La ceguera suele ser la representación de un estado espiritual, la falta de fe… Tener fe no es creer lo que no se ve sino todo lo contrario. Creer es ver, ver a Dios a nuestro lado, verlo presente en todo y en todos… Ciego es el que tiene dificultad para descubrir esa acción de Dios en la historia, en su propia vida… Y, claro quien no ha descubierto a Dios, difícilmente puede anunciarlo. Por eso, a continuación de la curación del ciego, se nos presenta la curación de un mudo (Mt 9, 32-34)… Pero vayamos despacio y empecemos por la curación de los dos ciegos.

Mateo, a diferencia de los otros evangelistas, presenta dos ciegos, pues, según la ley judía, hacía falta dos testigos para que un hecho fuera creíble. Si Jesús curó a dos ciegos, dicho hecho fue verdad…

Esta curación también está en relación con la postura de fe… Estos dos personajes no ven; es decir, como hemos dicho antes, no consiguen ver a Dios en su vida… pero, sin embargo, lo desean… ¡Cuántas personas querrían creer y no pueden! ¡Cuántas veces creemos, pero necesitamos que nos aumenten la fe…! ¡Cuántas veces vemos, pero en realidad, sólo la superficie de las cosas y necesitamos que Dios nos ilumine los ojos y el corazón para ver en profundidad!

Pese a lo escueto de la narración, la escena no tiene desperdicio… Jesús pasa… Siempre está pasando… Pasa continuamente a nuestro lado… Y, al pasar, lo siguen dos ciegos… A pesar de estar ciegos, siguen a Jesús… Como nosotros… A pesar de que muchas veces no vemos, no entendemos, seguimos a Jesús… A tientas, pero deseamos ir detrás de Él… Lo siguen hasta casa y se le acercan… buscan el contacto… La oración es esto, acercarnos a Jesús, ponernos a tiro de su mirada…

Los ciegos le han dirigido una oración que también podemos hacer nuestra: “¡Ten piedad de nosotros!” Como la oración del peregrino ruso: “Señor, ten misericordia de mí”… Ésta es la mejor oración… No se pide nada en concreto… No le dicen que los cure de la ceguera… Sólo que tenga piedad… La misericordia es el amor que se compadece, que se conmueve ante la debilidad del otro… Y los ciegos sólo piden eso, sentir ese amor compasivo de Dios… porque cuando Dios mira con compasión, somos sanados por dentro pues el amor es lo único que realmente cura…

Y Jesús les hace una pregunta: “¿Creéis que puedo hacer eso?” De esta manera, pone de manifiesto que ha entendido el deseo de aquellos dos hombres: ver… Y Jesús lo único que les pide es fe; es decir, confiar en su poder sanador… Y ambos sencillamente responde: “Sí, Señor”…

Qué escena más hermosa… Ojalá podáis imaginárosla… Ver a estos dos ciegos y a Jesús, escuchar lo que hablan, observar los gestos…

Y Jesús los toca… Entra en contacto con ellos… También nosotros necesitamos ser tocados, sentir ese gesto amoroso sobre nuestros ojos ciegos, sobre nuestras heridas… y se les abrieron los ojos…

Pero el texto deja claro que todo no termina al recuperar la visión… Quien ha experimentado la sanación de Dios no puede hacer más que proclamarla… Y ambos hombres divulgan la fama de Jesús por toda la comarca…

Nosotros podríamos preguntarnos: ¿Hemos experimentado el poder sanador de Jesús? ¿Tenemos la confianza suficiente para acercarnos a Él? ¿Nos dejamos tocar...?

Dedica algún momento a leer despacio este texto y a imaginarlo… Y ojalá sientas la mano de Jesús que te toca y cura tu ceguera…

jueves, 23 de julio de 2009

Manifiesto de Mujeres contra el Aborto

Ha surgido una iniciativa muy interesante en la que mujeres declaradas feministas, es decir, involucradas en la lucha por la igualdad de derechos entre varones y mujeres, se manifiestan claramente contrarias al aborto, precisamente en nombre de los derechos de la mujer y de los no nacidos pues, lamentablemente, muchos círculos pretenden identificar aborto con derechos y libertad de la mujer.
Si os interesa, podéis ir a http://www.mujerescontraelaborto.com/

domingo, 19 de julio de 2009

Curación de una hemorroísa y resurrección de la hija de Jairo II (Mt 9, 18-26)

Continuamos con el comentario de Mt 9, 18-26 que empezamos la semana pasada y nos centramos ahora en la resurrección de una niña de doce años.

La situación es realmente absurda, por imposible… Se acerca a Jesús un magistrado, es decir un judío importante; según los otros evangelistas, ni más ni menos que el jefe de la sinagoga. Da la impresión de que ha tenido una gran lucha interna pues ha tardado mucho en acudir a Jesús, tanto, que su hija ya ha fallecido… Y es comprensible… Acercarse a Jesús suponía ser considerado poco más o menos que un traidor, más aún, siendo el jefe de la sinagoga.

La petición que Jairo dirige a Jesús es una oración que bien podríamos hacer nuestra. Le dice: “Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá”… ¡Que fe más grande! La niña ya está muerta, humanamente hablando, ya no hay nada que hacer… pero queda un último recurso, acudir a Jesús… Él sí que puede devolverla a la vida… Aquí Jesús se nos presenta como el de las causas imposibles…

Jesús, como en otras ocasiones, responde al requerimiento y acompañada a aquel pobre padre destrozado pero, al mismo tiempo, esperanzado… Al llegar a la casa, todo el ambiente ya huele a muerte… Están los flautistas, el gentío que acude a ver lo que ha ocurrido y a dar el pésame a la familia…

Mateo, como en todo su evangelio, es sumamente parco en detalles para dar realce a lo esencial… Se limita a recoger la afirmación de Jesús “La muchacha no ha muerto; está dormida”… Con ello no dice que la niña no hubiera muerto realmente sino que la muerte no es el punto de llegada, no es para siempre, es como un sueño del que despertaremos gracias a la acción vivificadora de Dios que es la Vida…

La escena es digna de imaginar… La gente se burla, pero Jesús, echada la gente, entra donde está la niña, la toma de la mano y ésta se levanta… ¡Impresionante…!

Pese a las burlas, Jesús ha entrado… No le importan los comentarios… Entra y toca el cadáver, acción que estaba prohibida en el judaísmo pues, tocar un muerto suponía convertirse en alguien impuro, contaminarse, como con la hemorroísa… Hermoso el gesto de tomarla de la mano y levantarla… No hace un acto de magia espectacular sino algo sencillo… y al contacto con Jesús, la niña muerta vuelve a la vida…

Y, ahora, ¿cuál es la enseñanza?

Este relato también nos habla de la fe… El padre acude a Jesús en una situación humanamente sin solución, creyendo lo que el ángel dijo a María: “Para Dios no hay nada imposible”… ¡Cuántas veces nuestra fe es tan pequeña! Hermoso el gesto del padre de ir a presentarle a Jesús la situación de su hija muerta… ¡Ésta es la oración de intercesión! La oración de petición en beneficio de otras personas llega al oído y al corazón de Dios y en no pocas ocasiones es concedida… ¡Atrevámonos a pedir por otros, a pedir por situaciones “imposibles”, con la confianza puesta en que Dios hará lo mejor para esa persona! Con esto no digo que Dios siempre actuará haciendo exactamente lo que le pedimos y como se lo pedimos, sino que la fe es la confianza de sabernos escuchados y tomados de la mano…

La resurrección de muertos que Jesús realiza en el evangelio tiene antes que nada un valor simbólico… Si fuera sólo prolongar nuestra vida en esta tierra supondría un poder limitado pues, tarde o temprano, moriremos… Lo que nos pone de manifiesto es el poder vivificador de Jesús que nos transmite la misma vida divina que es la que nos hará vivir para siempre, pues la vida no se termina en esta vida sino que hallará su plenitud cuando, al morir, volvamos a la casa del Padre…

Pidámosle al Señor acudir a Él como fuente y dador de vida, para superar tantas situaciones que parecen insalvables y para pedirle que comunique esa vida a tantas personas que nos rodean que viven como si estuvieran muertas.

jueves, 16 de julio de 2009

¿Has pensado cómo Dios respondería al “Padre nuestro”? Diría:

Hijo mío que estás en la tierra y te sientes preocupado, confundido, desorientado, solo, triste, angustiado…

Conozco perfectamente tu nombre y lo pronuncio bendiciéndolo, porque te amo y te acepto como eres.

Juntos construiremos mi Reino, del cual tú eres heredero; y en eso no estás solo, porque yo estoy contigo, del mismo modo que tú estás conmigo.

Deseo que hagas siempre mi voluntad, porque mi voluntad es que tú seas feliz ya aquí y ahora.

Tendrás el pan de cada día, no te preocupes. Pero recuerda que no es sólo para ti; te pido que lo compartas siempre con tu prójimo, y te lo doy a ti porque sé que lo considerarás tuyo y de todos tus hermanos.

Perdono siempre tus pecados, más aún, te absuelvo antes de que los cometas. Sé que los cometerás, y sé también que, muchas veces, es la única manera que tienes de aprender, crecer y acercarte a mí… Te pido que, del mismo modo, te perdones a ti mismo y perdones a aquellos que te hacen daño.

Sé que tendrás tentaciones y estoy seguro de que las vencerás. Aprieta mi mano, agárrate a mí y yo te daré la luz y la fuerza necesarios para que seas liberado del mal.

No olvides nunca que te amo antes de que nacieras y que te amaré siempre, toda la eternidad, porque estoy en ti, así como tú estás en mí.

Que mi bendición descienda sobre ti y permanezca contigo siempre; y que la paz y el amor eterno te acompañen siempre. Sólo los podrás hallar en mí y sólo yo puedo dártelos porque yo soy el Amor y la Paz.

Amén.

domingo, 12 de julio de 2009

Curación de una hemorroísa y resurrección de la hija de Jairo I (Mt 9, 18-26)

Entramos ya en la tercera y última parte de la “sección de los milagros” (Mt 8-9). Igual que en las dos anteriores, ésta está compuesta por tres escenas de milagros y una especie de “resumen” de toda la acción sanadora de Jesús, que luego hará de puente con el capítulo siguiente.

La primera escena en realidad nos presenta dos milagros, la curación de una mujer con pérdidas de sangre y la resurrección de una niña de doce años. Todos los sinópticos unen ambos relatos, aparentemente muy distintos, pero que, si los vemos con atención, tienen varias cosas en común.

Se trata de la curación de dos mujeres, para colmo, “impuras”; por tanto, totalmente excluidas, pues el mero hecho de entrar en contacto con ellas ponía a quien lo hacía en situación de impureza. La primera, por sufrir pérdidas de sangre y, la segunda, porque es ya cadáver. En ambos casos, a Jesús no le importará “contaminarse”… Se deja tocar por la mujer y, luego, es él mismo quien toca a la niña… A nosotros esto no nos resulta particularmente relevante… Sin embargo, aquí se nos presenta a Jesús, una vez más, que no se deja limitar por los prejuicios sociales o religiosos, que considera a muchas personas "intocables", "malas compañías", sino que pone siempre al centro a la persona… No le importa el qué dirán sino que se mueve por la compasión y por el bien del otro.

En ambos casos, además, nos encontramos ante situaciones límite. La mujer lleva 12 años enferma y la niña ya está muerta. En este momento nos vamos a centrar en la hemorroísa, la semana siguiente lo haremos en la hija de Jairo.

Una mujer que padece pérdida de sangre es una mujer "impura" con quien nadie debe relacionarse si no quiere ser "contaminado" (Lv 15,19-29). Su situación la pone en tal grado de exclusión y vergüenza social, que no se atreve a ir directamente a Jesús sino que se le acerca por detrás… Sin embargo, para Jesús, nadie le pasa desapercibido… Pese a que la mujer lo ha tocado cuidando de no ser vista, Él se vuelve y le dirige una palabra… Y no una frase cualquiera, sino ¡una alabanza pública! ¿Os imagináis? Y le dice: “¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado”… Jesús, en ese gesto, ha descubierto una fe sincera, profunda, y lo dice abiertamente, aunque con ello pueda ser criticado por haberse dejado tocar…

¿Qué nos enseña esta mujer?...

Tenemos que atrevernos a acercarnos a Jesús… Sea cual sea nuestra situación personal… A veces hay personas que se sienten totalmente indignas de acercarse a Dios… ¿Y es que acaso, alguien es digno de estar bajo su mirada? Esta mujer nos enseña a tener la total certeza de que jamás vamos a ser rechazados… Nos pone de manifiesto que la fe no son unas ideas que aprendemos y repetimos aunque no entendamos; la fe es acercarse a Jesús con la confianza de que Él puede salvarnos, precisamente porque Él nos acoge en lo que somos y nos devuelve a nuestro ser originario, nuestra identidad de hijos e hijas de Dios…

Esta mujer perdía sangre… Sentía que se le iba la vida… Y nadie podía remediarlo… ¡Sólo Jesús! Acudamos a Él, presentémonos ante Él tal como somos, con nuestras debilidades, con toda aquello que muchas veces nos reprochamos, con esa sensación de falta de sentido, con lo que parece que nadie puede curar… ¡La vida se nos va de tantas maneras! Acerquémonos y atrevámonos a tocarlo, sí, a tocarlo… Y experimentemos esa fuerza y esa paz que nos comunica y nos devuelve nueva vida… Esa fuerza que esla fuerza de su amor...

jueves, 9 de julio de 2009

Encíclica "Caritas in veritate"

Si queréis leer un buen resumen y presentación de la Encíclica "Caritas in veritate", leed las palabras del Papa Benedicto XVI en la Audiencia de ayer. Quién mejor que Él para presentarla.

martes, 7 de julio de 2009

Encíclica "Caritas in veritate"

Esta mañana se ha presentado la nueva Encíclica del Papa Benedicto XVI, titulada “Caritas in veritate”, dedicada a temas sociales. En ella se ofrece una nueva síntesis humanista que permita responder a los desafíos que plantea la globalización.

Podéis encontrarla en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veritate_sp.html

domingo, 5 de julio de 2009

Discusión sobre el ayuno (Mt 9,14-17)

A continuación de la comida con los pecadores, Mateo coloca el episodio de una discusión sobre el ayuno, como si dijera: ¡Hablando de comida…!

Jesús no deja de desconcertar… y esto, en no pocas ocasiones, degenera en una abierta discusión ante su modo de actuar o el modo de actuar de los discípulos que, a fin de cuentas, remite a Jesús. En esta ocasión el conflicto surge en torno al ayuno, una práctica muy extendida entre los judíos. Y, claro, el problema es que los discípulos de Jesús no ayunan… y se supone que deberían hacerlo…

Quienes cuestionan este comportamiento no son los fariseos sino los discípulos de Juan… Y este desconcierto es importante, pues ellos tenían dudas de si Jesús era realmente el Mesías que estaban esperando o no… Y, claro, al verlo actuar de ese modo, no respondía a sus expectativas… Efectivamente, al parecer, Jesús no cumple las expectativas de casi nadie, salvo de los pobres, de los pecadores, de los enfermos…

El sentido del ayuno que se guardaba entonces es muy distinto que el de ahora. Los fariseos y los discípulos de Juan ayunaban para acelerar la venida del Mesías y como un modo de disponerse a acogerlo… ¡Aquí está la cuestión…! Resulta que ellos ayunan para pedir que el Mesías venga y no se dan cuenta de que ya está entre ellos… ¿Os lo imagináis? Aunque, la verdad, algo parecido nos sucede a nosotros… No terminamos de darnos cuenta de que Dios está en medio de nosotros, que habita en cada uno de nosotros, que la fuerza de su resurrección nos envuelve y que camina a nuestro lado… No lo vemos presente en nuestros hermanos, en los que nos necesitan… Seguimos igual de ciegos, esperando no sé qué…

Por eso Jesús les responde claramente diciéndoles que no tiene sentido ese ayuno pues el novio (imagen para referirse a Dios) está en medio de ellos… Lo que están esperando, encuentra su realización en Él… Y ese tiempo que están viviendo es un tiempo extraordinario pues, en breve, les será arrebatado (en alusión a su muerte y a ese nuevo tipo de presencia, ya no tangible). Pero, no, ni por esas se dieron por enterados… ¡Qué difícil es creer de verdad a las palabras de Jesús…!

A continuación, añade: “Nadie echa un remiendo de paño nuevo sin remojar en un vestido viejo, porque lo añadido tira de lo viejo y lo rompe. Ni tampoco se echa vino nuevo en pellejos viejos pues tanto estos como el vino se echarían a perder”. Es decir, si quienes observan a Jesús se empeñan en encerrarlo en sus propias categorías, sin abrirse a la total novedad que Él trae, no hay manera de que lo entiendan… Más aún, si Jesús quisiera “adaptar” su enseñanza a los viejos moldes de la religión judía, al final, nos quedaríamos sin la novedad del cristianismo…

A esto alude el término “metanoia”, conversión, a la que tantas veces llama Jesús… No se trata de algo moral ni de cumplir con una serie de preceptos o prácticas religiosas; se trata de comprender la novedad que Él nos trae, la novedad del amor, de la alegría de sabernos en manos del Padre que nos ama con locura… todo lo demás es consecuencia de esto… Entonces las prácticas serán celebración del amor y nuestra conducta estará siempre en coherencia con este amor.

También nosotros corremos el riesgo de encerrar a Jesús en viejos esquemas religiosos o sencillamente pretendemos que responda sin más a nuestras expectativas, sin abrirnos de verdad a la novedad que nos trae… Abrámonos a su palabra, a su mensaje, a su buena noticia, a su amor, a su gracia… ¡Cuántas veces vivimos como si aún estuviéramos esperando un Mesías…! ¡Vivamos con la alegría de quien sabe que el novio, Dios, está entre nosotros…

jueves, 2 de julio de 2009

Himno a la vida (Colaboración)

Querido hijo mío, ¡por fin has venido al mundo!
Por nueve largos meses te he cuidado dentro de mí:
tú y yo hemos sido una sola cosa;
una vida que crece poco a poco,
un proyecto maravilloso que no conoce otra ley
que la del amor.
Has nacido no sólo para ser mío:
¡tú eres del mundo!
Que tus pequeñas manos se hagan fuertes,
grandes para amar, para poder levantarte de las caídas
que tendrás a lo largo de la vida;
que tus pies sepan recorrer el camino correcto
y que sean una buena guía
para aquellos que estén cerca de ti;
que tu mente esté siempre dirigida hacia el bien común,
que en ella aniden ideas de paz, de fraternidad y de amor.
El mundo te necesita porque tú le perteneces
y recuerda que, a los ojos de tu madre y a los ojos de Dios,
tú serás siempre especial y único
porque te amamos.

(Original italiano de Andrea Roggi)