domingo, 30 de agosto de 2009

Palabras de Jesús a los misioneros III: Algunas advertencias (Mt 10, 16-25)

Después de dar Jesús unas instrucciones precisas que marcan el estilo de sus enviados, les va a dirigir una serie de advertencias que podríamos resumir en una sola: los seguidores de Jesús sufrirán persecuciones… como si ello formara parte de su misión…

Esto puede generar perplejidad pues, aunque conocemos estas palabras, seguimos creyendo en un Dios que debería garantizar la inmunidad a sus seguidores… Y, no, amigos… Jesús habla con claridad, no lleva a engaño y dice, claramente, que “el discípulo no puede estar por encima de su maestro” y a la vista está que a Jesús lo persiguieron…

Pero, atención… Se habla de persecuciones, de dificultades e incomprensiones “por mi causa”, por la causa del evangelio, no por actitudes o posturas nuestras que, justamente, merecen repulsa…

Recuerdo a una persona que se quejaba de que la gente la criticaba a menudo… Lo curioso es que incluso se sentía satisfecha, pues así se sentía más cerca de Jesús que había sido criticado… Sin embargo, hablando sobre el tema, vimos que, en realidad, muchas de esas críticas eran “merecidas”, pues en muchas ocasiones asumía actitudes poco evangélicas de superioridad o victimismo… Lógicamente Jesús no se refiere a esto… Como dice el refrán “en el pecado está la penitencia”. Y sí, muchas veces somos nosotros mismos los responsables de que nos sucedan determinadas cosas…

Las “persecuciones” de las que habla Jesús son aquellas provocadas por nuestra fidelidad al evangelio… Esto nos puede resultar un poco lejano, pues parece que las persecuciones corresponden a los primeros siglos del cristianismo, pero no es así… Actualmente la Iglesia es perseguida en muchos países. En unos abiertamente, como en China; en otros, de formas más sutiles, presionándola para que no levante la voz en defensa de los Derechos Humanos o de los más pobres…

Hay países en los que ser católico está “bien visto”, sencillamente porque no pone en peligro el “statu quo”… En otros, en cambio, basta manifestarse católico para ser considerado un “bicho raro”, anacrónico, etc. y hay que tener valor para decir sencilla y llanamente nuestra pertenencia a la Iglesia…

El evangelio nos invita a no tener miedo a vivir con coherencia nuestra fe, y a asumir las consecuencias que esto pueda tener… Muchas veces el ser auténtico, el no pactar con malas prácticas, el no formar parte de grupos dedicados a despellejar a los demás, el salir en defensa de los débiles nos puede ocasionar complicaciones y eso nos lleva a mantenernos a “cierta distancia” de los problemas, viviendo de manera “ligth” y descomprometida…

Los cristianos no podemos vivir metidos en “guetos” o en las sacristías… Es necesario ser como el fermento en la masa, como la sal en la comida, como la pequeña luz en la oscuridad… Debemos atrevernos a vivir en nuestros ambientes cotidianos los valores del evangelio, grabando en nuestro corazón las palabras de Jesús: “Ya le basta al discípulo ser como su maestro”… Ojalá el Señor pueda decir esto de cada uno de nosotros…

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jueves, 27 de agosto de 2009

Lo Importante... (Colaboración)

Lo importante
  • No es la vela que pones sino que escuches la Palabra de Dios que ilumina tu vida.
  • No es que el agua que llevas a tu casa sea bendita sino que tú seas una bendición para tu familia.
  • No es la Imagen que llevas contigo sino que tu vida sea imagen de Dios.
  • No es que el rosario esté bendito y te sirva de adorno sino que lo reces.
  • No es que bendigas tu coche sino que manejes con responsabilidad.
  • No es que dirijas a Dios muchas palabras y rezos sino que dejes que Él te dirija su palabra y la escuches.

domingo, 23 de agosto de 2009

Palabras de Jesús a los misioneros II: Instrucciones (Mt 10, 5b-15)

En este discurso de Jesús a los primeros misioneros, después de una pequeña introducción, Mateo nos da a conocer las instrucciones de Jesús, instrucciones que siguen siendo válidas para nosotros hoy.

Este discurso es muy conocido. En él se nos responden a preguntas fundamentales que puede tener cualquier misionero de entonces y de ahora.

  1. ¿A qué nos envía?: A hacer lo de Jesús.
    • A salir al encuentro de la gente, no a esperar sentados en nuestras casas, grupos o parroquias.
    • A proclamar la cercanía de Dios, no a un Dios lejano sino a un Dios que se acerca a nosotros. No a enseñar dogmas o normas, sino a decir, antes que nada, que Dios nos quiere y, por eso, nos enseña un modo nuevo de vivir (normas).
    • A hacer el bien a la gente: curar, resucitar, limpiar, expulsar demonios… No a anunciar castigos o a dar grandes discursos…
  2. ¿Con qué estilo?: El de Jesús.
    • La gratuidad, que brota de la experiencia de que todo lo que tenemos es puro don de Dios, que nos lo da para que lo pongamos al servicio de los demás.
    • La confianza de que todo lo que necesitemos nos será dado, como dice el Padre nuestro, pues el obrero merece su sustento. Por tanto, nunca debe primar el interés o retribución económica.
    • La característica de los misioneros será la austeridad, la sencillez y la confianza en la Providencia.
  3. ¿Cómo debe ser la relación con la gente?
    • Se hace una llamada a la confianza en la hospitalidad.
    • Los misioneros deben permanecer un tiempo en el mismo lugar, precisamente para dar continuidad a su tarea.
    • Debemos ser portadores de paz, signo de que Dios está con nosotros y que actúa a través de nosotros.
    • No preocuparnos si nos rechazan, sino hacer sencillamente lo que tenemos que hacer… La respuesta o acogida de la gente, no depende de nosotros…

Si todos nosotros, por el hecho de ser cristianos, seguidores de Jesús, somos también misioneros, sería bueno preguntarnos cómo desempeñamos este cometido… ¿Salimos al encuentro de la gente? No hace falta ir al fin del mundo... a nuestro alrededor hay muchas personas que necesitan oír hablar de Jesús... ¿Somos portadores de una buena noticia que nos dice que Dios es Padre y nos ama? ¿Buscamos el bien de los demás, no el nuestro propio? Si es así… alégrate… Pues, como dice Jesús en otro pasaje, tu nombre estará escrito en el cielo…

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domingo, 16 de agosto de 2009

Palabras de Jesús a los misioneros I: Introducción (Mt 9, 36 – 10, 5a)

El evangelio de Mateo recoge las palabras más importantes de Jesús, organizándolas en 5 discursos:

  1. El Sermón del Monte (5-7) o la Ley del Reino.
  2. Las palabras dirigidas a los primeros misioneros (el capítulo 10) o el Predicar del Reino.
  3. Las parábolas del Reino (el capítulo 13), o la dinámica de crecimiento del Reino.
  4. El discurso a la comunidad cristiana (el capítulo 18), o el modo de vivir los hermanos en la Confraternidad del Reino.
  5. Palabras sobre el fin del mundo (los capítulos 24-25), o la consumación del Reino.
Los estudiosos dicen que, de este modo, el evangelista evoca al Pentateuco, compuesto por los cinco principales libros de la Torá, atribuidos a Moisés, que son los primeros cinco libros que están en nuestras Biblias: Genésis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

Igual que hicimos ya con el primer discurso, ahora vamos a iniciar el comentario al segundo. Así como el primero nos presentaba la nueva lógica del Reino, el modo de vivir de los seguidores de Jesús, ahora se nos dice que para ser sus seguidores, tenemos que ser misioneros. En realidad es lo que recoge el Documento de Aparecida, que habla de los cristianos como discípulos y misioneros.

Este discurso lo podemos dividir en tres partes: una introducción (9, 36-10, 5a), el discurso, propiamente dicho (10, 5b-42) y una conclusión (11, 1).

La introducción es particularmente significativa. En primer lugar, sirve de enlace entre la sección anterior, que presentaba a Jesús como el Sanador y como un misionero itinerante, y esta sección dedicada a enseñar a sus discípulos y prepararlos para ser sus enviados.

Todo el discurso va a poner el énfasis en la identidad profunda que existe entre Jesús y sus apóstoles: los misioneros son enviados a continuar la misma misión de Jesús, a hacer y decir lo que Él decía. Por eso necesitan estar identificados con Él y conocerlo en profundidad.

El texto comienza dándonos a conocer la motivación de Jesús: la compasión. Todo lo que Jesús hace es movido por su sensibilidad hacia el sufrimiento de quienes lo rodean. Su mirada es profunda, pues no sólo percibe su dolor físico, sus enfermedades, si no, sobre todo, su abandono, su desorientación… Ve a las personas como “ovejas sin pastor”, es decir, sin auténticos guías espirituales que les indiquen el camino, sin maestros que les enseñen, sin líderes que los cuiden… Y ve la necesidad de personas que se dediquen a esto, como Él. Por eso dice: “la mies es abundante, pero los obreros pocos”. Pero no hace una simple llamada a la generosidad, pues deja claro que la iniciativa es siempre del Padre, quien envía, es el Padre. Por eso añade: “rogad al dueño de la mies, que envíe obreros a su mies”. Sí, la mies, es del Señor… y, nosotros, sus obreros… no propietarios…

Inmediatamente después, se nos presenta a Jesús llamando a doce discípulos. El número 12, como sabéis, alude a las 12 tribus de Israel… Jesús quiere así dar comienzo al nuevo pueblo de Dios. El texto deja claro que no llama a 12 sin más, sino a 12 discípulos, pues antes de ser misioneros o, mejor, para ser misioneros, como hemos dicho antes, debemos ser discípulos, seguidores de Jesús, pues no se trata de predicarnos a nosotros mismos ni hacer cosas buenas, sino de ser prolongadores de la misión del Maestro.

A estos doce, Jesús les da poder; más aún, comparte con ellos su propio poder… Pero no un poder para dominar, para estar por encima de los demás, sino para liberar (expulsar demonios) y para curar… Éste es el verdadero poder, éste es el uso del poder que nos pide Jesús… Estamos llamados a liberar, a sanar, no a imponer ni a adoctrinar…

Conviene caer en la cuenta de que quien llama es Jesús. En todo el Antiguo Testamento, quien llamaba era Yahveh… Con esto, se nos dice veladamente la profunda identidad entre Dios y Jesús… Y no sólo llama, sino que envía y da unas instrucciones muy precisas que son las que tenemos que escuchar atentamente e interiorizar.

Sí, amigos, la invitación de Jesús es a ser sus enviados, sus embajadores. Nos invita a escucharlo, a seguir sus enseñanzas (discípulos), pero también nos urge a salir por los caminos, al encuentro de las personas, a llevar esas enseñanzas allí donde se desenvuelve nuestra vida cotidiana (misioneros) y, por qué no, a dedicar nuestra vida a esta tarea… Dios sigue llamando y necesitando personas que consagren sus vidas a este servicio.

Sintámonos portadores de ese “poder de Jesús”, y usémoslo como Él, para sanar y liberar a las personas de todo aquello que las oprime por dentro y nos la deja vivir como hijo/as de Dios.

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domingo, 9 de agosto de 2009

Jesús, Maestro de Sabiduría y Sanador (Mt 9, 35)

Toda la sección de los milagros que terminamos de comentar la semana pasada, concluye con lo que técnicamente se llama un “Sumario”; es decir, un pequeño texto que resume todo lo expuesto con anterioridad… Hay varios de estos sumarios en los evangelios. En esta ocasión de nos dice: “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva el Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia”. ¡Qué imagen más hermosa de Jesús! En apenas dos trazos se nos dice quién es Jesús: Un Maestro de Sabiduría que nos enseña el camino de la felicidad (Mt 5-7), pero no un charlatán barato, sino alguien que, a su vez, nos libera de todo aquello que nos impide seguir el camino que nos propone. Os invito, por tanto, a releer estos hermosos capítulos de Mateo y a contemplar esta imagen de Jesús que se acerca a nosotros, que no espera a que seamos nosotros quienes vayamos a Él, sino que se dedica a recorrer pueblos y ciudades, a salir a nuestro encuentro… Y aprendamos de Él a ser, como dice el Documento de Aparecida: discípulos y misioneros. Discípulos, atentos al maestro para aprender de Él a tener palabras de consuelo para los demás, para aprender a liberar a quienes se sienten oprimidos por tantos males que no les dejan ser ellos mismos… Y, misioneros, que salimos al encuentro de la gente, precisamente para ser portadores de buenas noticias, porque Dios es buena noticia, y no como los fariseos que cargamos fardos pesados sobre los demás, sino que los ayudamos a llevar sus cargas…

jueves, 6 de agosto de 2009

Orar con los Salmos: Introducción

Me ha llegado un material en Power Points con todo el salterio comentado. Me ha parecido tan útil y bien elaborado, que lo iré publicando en este Blog poco a poco. Su autor lo veréis en las mismas Presentaciones. En esta primera entrega, os ofrezco la Introducción al Libro de los Salmos.


domingo, 2 de agosto de 2009

Curación de un endemoniado mudo (Mt 9, 32- 34)

Es acertado que la Biblia de Jerusalén titule este relato no sólo como la curación de un mudo sino que señala que el beneficiado de la acción de Jesús era, antes que nada, un endemoniado; y, sí, efectivamente, su mudez era causada por algo ajeno a él mismo, por un “demonio”… De hecho, muchas de las cosas que nos “incapacitan”, no tienen un verdadero origen genético, sino más bien en la educación recibida, en circunstancias que nos rodean, en cosas ajenas a nosotros mismos… Cuántas veces nos han hecho creer que no servimos para nada o que somos tontos, o que… y eso nos ha inutilizado para toda la vida… Jesús nos viene a liberar también de esos condicionamientos y nos dice que, esencialmente, estamos bien hechos… y que muchas de nuestras incapacidades no son reales… ¡Podemos mucho más de lo que nos han hecho creer demasiadas veces! ¡Esos son los verdaderos demonios! Aquellos fantasmas que no nos dejan crecer y que tienen recortada nuestra vida con complejos… Y Jesús nos libera de eso porque cree en nosotros y nos anima a hacer aquello que deseamos profundamente, pero que no nos atrevemos… Nos libera de nuestros fantasmas, y liberados de ello, como el mudo, ¡oh sorpresa!, somos capaces…

Ésta es la última curación de Jesús en esta sección que hemos estado considerando, a la que hemos denominado Sección de los Milagros (cc. 8-9). Si vemos todas las curaciones en su conjunto, podemos entender mejor en qué consiste la acción sanadora de Jesús:

Total, diez milagros, igual que hay diez mandamientos… De este modo se expresa la totalidad… se nos presenta en qué consiste la fuerza sanadora de Jesús. ¿Y qué se nos dice: que para Jesús no hay nadie que esté excluido de su amor sanador: ni aquellos que están estigmatizados por la sociedad (leproso), ni aquellos que no pertenecen a nuestra cultura o religión (romano), ni las mujeres por el hecho de serlo (la suegra de Pedro)… La segunda serie nos dice que para Jesús no hay límites en su poder sanador: Jesús es más poderoso que todas aquellas fuerzas que nos parecen indomables: nuestros miedos (la tormenta), nuestros “demonios internos” (los endemoniados garasenos); en definitiva, todo lo que nos tiene paralizados (el paralítico)… Y, finalmente, Jesús aparece como el verdadero dueño de la vida, capaz de cerrar todas aquellas grietas por las que se nos va la vida, que nos quita vida la hemorroísa), incluso de dar vida a aquello que parece muerto, aquello a lo que muchos nos dicen que no hay nada que hacer (la hija del jefe de la sinagoga)… Pero no todo termina aquí… La serie de 10 milagros termina con dos curaciones especialmente significativas…

Si recordáis, esta sección, aunque orientada fundamentalmente a presentarnos a Jesús como El Sanador, tiene también dos narraciones que hablan del seguimiento: lo que hace falta para seguir a Jesús (8, 18-22) y la llamada a Mateo (9, 9). Esto no es casual. Con ello se nos dice que la experiencia del poder sanador de Jesús lo que desea es convertirnos en apóstoles, en misioneros, en pregoneros de su mensaje, en continuadores de su misma acción sanadora… Por eso, primeros necesita curarnos de nuestra ceguera, es decir, fortalecer nuestra fe (9, 27-31) y liberarnos de lo que nos impide anunciarlo abiertamente (9, 32-34)… De allí que, el capítulo siguiente, el 10, nos expondrá otro de los discursos de Jesús, el que dirige a los misioneros; pero de él hablaremos más adelante…

En este momento sería bueno preguntarnos: ¿He experimentado la fuerza sanadora de Jesús en mi vida? ¿De qué me ha sanado? ¿De qué necesito aún ser sanado/a? Pero no nos fijemos sólo en nuestras enfermedades físicas… veamos nuestras enfermedades internas, ni siquiera sólo las psicológicas sino las espirituales… Y dale gracias por todo lo que ha hecho en ti y pídele ser sanado de todo aquello que aún te impide seguirle con convicción y alegría…