miércoles, 28 de abril de 2010

"La primera mirada" (Colaboración)

La primera mirada de Jesús no se dirige al pecado de las personas, sino al sufrimiento que arruina sus vidas. Lo primero que toca su corazón no es el pecado, sino el dolor, la opresión y la humillación que padecen hombres y mujeres. El pecado consiste precisamente en cerrarse al sufrimiento de los demás para pensar sólo en el propio bienestar.

La exégesis contemporánea atribuye una importancia decisiva al «relato programático» de la sinagoga de Nazaret (Lc 4, 16-22). Jesús se siente «ungido por el Espíritu» de un Dios que se preocupa de los que sufren, impregnado por su amor a los pobres y desvalidos. Es ese Espíritu el que lo empuja a entregar su existencia entera a liberar, aliviar, sanar, perdonar: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad y a los ciegos la vista, para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor» (Lc 4, 18-19).

Este programa de actuación propio de Cristo no ha sido siempre el de los cristianos. La teología cristiana ha dirigido más su atención al pecado de la criatura que a su sufrimiento.

«La doctrina cristiana de la salvación ha dramatizado demasiado el problema del pecado mientras ha relativizado el problema del sufrimiento». Es así. Muchas veces la preocupación por el dolor humano ha quedado atenuada por la atención a la redención del pecado.

En el interior del cristianismo hay una fe no en cualquier Dios, sino en el Dios atento al dolor humano. Frente a la «mística de ojos cerrados» propia del budismo y de la espiritualidad del Oriente en general, volcados sobre todo en la atención a lo interior, el cristianismo ha de cultivar una «mística de ojos abiertos» y una espiritualidad de la obligación absoluta de atender al dolor de los otros.

Al cristiano verdaderamente espiritual -«ungido por el Espíritu»- se lo encuentra, lo mismo que a Cristo, junto a los más desvalidos y humillados. Lo que le caracteriza no es tanto la comunicación íntima con el Ser Supremo cuanto la apertura al amor de un Dios Padre que empuja y envía a sus fieles hacia los seres más pobres y abandonados. Como ha recordado recientemente el cardenal Carlo Mª Martini, en estos tiempos de globalización, el cristianismo ha de globalizar la atención al sufrimiento de los pobres de la Tierra.

sábado, 24 de abril de 2010

El signo de Jonás (Mt 12, 38-42).

Al final de este capítulo 12, Mateo recoge tres intervenciones de Jesús, aparentemente poco relacionadas entre sí, pero que sirven de conclusión a los cc. 11-12 en los que se han ido presentando distintas actitudes ante Jesús.

La primera intervención es a raíz de que los escribas y fariseos le piden un signo... Si lo pensamos bien, resulta chocante, por no decir otra cosa... A estas alturas, Jesús ha realizado multitud de signos, basta recordar los milagros recogidos en los cc. 8-9. Es por eso que, ante este requerimiento, Jesús responde: “¡Ésta generación perversa y adúltera pretende un signo!”... Es una acusación fuerte... Pero Jesús no tiene pelos en la lengua... El problema de los escribas y fariseos es que tienen la mente y el corazón retorcidos (“perversos”) y que en realidad, no buscan a Dios (“adúlteros”).

Ellos se excusan pidiendo “signos”... Pero, a la vista está, que no hay más ciego que el que no quiere ver... Por eso Jesús dice: “No se les dará otro signo que el de Jonás, que estuvo en el vientre de la ballena tres días y tres noches...”. Con esto, Jesús está diciendo claramente que el gran signo, la gran actuación de Dios será la resurrección, cuando le de la Vida en plenitud a Jesús... Aunque, lamentablemente, este signo tampoco será válido ni para los escribas ni para los fariseos...

Pero Jesús va más allá y continúa denunciando esta actitud cerrada de estos grupos religiosos y pone como ejemplo dos hechos narrados en el Antiguo Testamento. Por una parte, la predicación de Jonás, que movió los corazones de las gentes de Nínive, quienes se convirtieron al Señor... En cambio, “esta generación”, que ha tenido un predicador aún más grande que Jonás, no ha dado credibilidad a sus palabras. Y, como segundo ejemplo, pone a la reina de Saba, que recorrió muchos kilómetros sencillamente para escuchar la sabiduría de Salomón y, obviamente, la sabiduría de Jesús es superior a la de aquel rey...

Ésta es la gran paradoja de siempre... Quienes estaban más preparados, resulta que tienen más dificultades para acoger a Jesús; y, en cambio, personas no pertenecientes al pueblo de Israel, o, sencilllamente, no tan “ilustradas”, pero buscadoras de la verdad, han estado más predispuestas a reconocer y acoger su mensaje... Como el caso de aquellos Reyes Magos que vinieron de Oriente a adorar al “Rey de Israel” y, en cambio, el Rey Herodes, judío, que mandó a asesinarlo...

Todos estos últimos textos que estamos comentando son una llamada fuerte a abrirnos a Jesús, a acoger su mensaje, a reconocerlo como el enviado de Dios, a saber leer los signos que nos da su vida... y, a acoger, sobre todo, el gran signo de la resurrección, que nos dice que Él sigue vivo, en medio de nosotros, conduciéndonos hacia la casa del Padre... No sea que nos pase como a aquella "generación perversa" que, a pesar de todos los esfuerzos de Jesús, no fue capaz de reconocer su mensaje...

miércoles, 21 de abril de 2010

"Me dice que me ama" (Video)

¡Hermoso video de Jesús Adrián Romero, muy a propósito para este Tiempo Pascual que estamos viviendo!

sábado, 17 de abril de 2010

“Todo sale del corazón” (Mt 12, 33-37)

Retomamos el comentario al evangelio de Mateo, allí donde nos quedamos antes de empezar la Cuaresma.

Estábamos comentando la sección dedicada a presentar cómo Jesús fue rechazado por sus contemporáneos (cc. 11-13). El último texto que habíamos comentado era el de Mt 12, 22-32, que trata sobre la “blasfemia contra el Espíritu Santo”. Precisamente a continuación de esa perícopa, Jesús dice, a modo de sentencia: “El árbol se conoce por sus frutos”. De este modo hace una afirmación importante, a las personas se las conoce por sus obras, más que por sus palabras... Por eso, quienes los rechazan y lo acusan y calumnian, por estas obras están demostrando que están totalmente cerrados a la acción del Espítu (la blasfemia contra el Espíritu Santo).

Pero Jesús va a ir más allá. Claro que al árbol se lo conoce por sus frutos y a las personas por sus obras pero, ¿de dónde salen las obras?, ¡del corazón! Si tenemos un corazón bueno, nuestras obras serán buenas; si tenemos un corazón malo o torcido, nuestras obras serán torcidas... Si nuestro corazón está herido, nuestras acciones estarán llenas de amargura y rabia; si nuestro corazón está pacificado, nuestras acciones serán portadoras de paz... Por eso, Jesús nos llama a tener un corazón bueno, un corazón sano...

Leyendo un comentario a este texto, el autor venía a decir, más o menos, lo siguiente: El primer deber que tiene toda persona, por tanto, es tener un corazón limpio... Porque no se trata sólo de hacer cosas de corazón o, como dicen muchos, de actuar conforme a la conciencia, pues la experiencia da que muchas personas, precisamente en coherencia con su conciencia, han hecho verdaderas barbaridades, el caso más extremo, es asesinar por causa de una ideología... Se trata, por tanto, de tener un corazón recto, un corazón que sintonice con el proyecto y las llamadas de Dios, un corazón abierto a su Palabra, atento a su voz...

Esta intuición es la que está detrás de la última Encíclica de Benedicto XVI “Caritas in Veritate”... El primer deber es actuar conforme a aquello que es verdadero; la verdad de las cosas, de la vida, no está a merced de la propia subjetividad... Por eso, el ser humano tiene el deber de buscar con rectitud de corazón la verdad, atreviéndonos a cuestionar nuestra propia manera de ver las cosas. Lo que se nos pide es un corazón lo suficientemente libre para percibir la verdad, venga de donde venga, aunque esta cuestione muchas de nuestras creencias...

Esto nos da nueva luz acerca de la blasfemia o pecado contra el Espíritu Santo... Quien no está abierto a la verdad, difícilmente podrá encontrarla... Y al mantener esa actitud cerrada, nos cerramos, al mismo tiempo, a la acción de Dios, pues Dios es Verdad, por lo que, con esa postura, difícilmente podremos "salvarnos"; es decir, encontrar el camino que lleva a la Vida...

Que el Señor nos regale un corazón limpio, abierto a su Palabra y a su voluntad...

miércoles, 14 de abril de 2010

"Un asunto privado" (Colaboración)

Está muy extendida entre nosotros la tendencia a comprender y vivir la fe como un asunto puramente privado. Bastantes piensan que la presencia comprometida de la Iglesia en la vida pública es algo totalmente ajeno a la acción evangelizadora querida por Jesús. La Iglesia tendría una misión exclusivamente religiosa, de orden sobrenatural, ajena a los problemas políticos y económicos, y debería limitarse a ayudar a sus fieles en su santificación individual. Pero luego se observa una postura curiosa. Se bendice y aprueba la intervención eclesial cuando viene a legitimar o fortalecer las propias posiciones, y se la condena como una degradación de su misión o una intrusión ilegítima cuando critica las propias opciones.

Este doble criterio a la hora de valorar la intervención de la Iglesia, ¿no está indicando una fidelidad mayor a la propia opción socio-política que a la búsqueda sincera de las auténticas exigencias de la fe?

Es indudable que la Iglesia puede en algún caso no respetar debidamente la autonomía propia de lo político y económico. Pero lo que resulta sospechoso es esa reacción casi visceral ante cualquier posicionamiento de la Iglesia que trate de concretar las exigencias sociales de la fe, sin coincidir con nuestra propia posición.

Lo paradójico es que, con frecuencia, se le pide a la Iglesia que «se dedique a lo suyo». Pero, resulta que «lo suyo», es actuar animada por el mismo Espíritu de Jesús quien se veía «enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos... y a dar libertad a los oprimidos». No se quiere entender que la Iglesia, si quiere seguir a Jesús, debe buscar la salvación integral del hombre, que abarca a las personas concretas, los pueblos, las estructuras y las instituciones creadas por el hombre y para el hombre.

La Iglesia es entre nosotros una institución de gran incidencia pública, un «poder fáctico», como dicen algunos. El problema de la Iglesia es cómo convertirse en servicio evangelizador, inspirador de una sociedad más humana y fraterna, cómo poner su influencia social al servicio de los más desheredados de la sociedad.

La Salvación cristiana no puede reducirse a lo económico ni a lo político o cultural, pero la Iglesia "no admite circunscribir su misión sólo al terreno religioso, desentendiéndose de los problemas temporales del hombre". Es un deber suyo "ayudar a que nazca la liberación... y hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización" (Pablo VI)

sábado, 10 de abril de 2010

II Domingo de Pascua (Ciclo C): "Paz a vosotros" (Jn 19, 19-31)

Pensando en lo que tenía que escribir en el Blog referente al evangelio de este domingo, me ha venido el recuerdo de un encuentro que tuve este lunes de Pascua con una persona. Fue un encuentro casual. No nos conocíamos de nada. Sin embargo, empezamos a conversar... Era una mujer de 42 años... Necesitaba hablar o, mejor, desahogarse... Su corazón estaba lleno de tristeza, de amargura, de rabia... Había sufrido muchas decepciones en la vida... No se había sentido querida por sus padres, la relación con su familia era un desastre, sus experiencias amorosas habían terminado en fracaso... Conclusión, el amor no existe, la amistad no existe... Esto la había llevado a tomar una actitud vital de cerrarse ante todo y ante todos... Paulatinamente había ido evitando amistades, hasta había ido abandonando la pasión de su vida: el piano...

Poco a poco la conversación fue derivando al terreno espiritual. Después de escucharla un buen rato, le dije: "Me recuerdas el evangelio en el que Jesús se aparece en medio de sus discípulos, cuando estos estaban encerrados por miedo a los judíos"... Sí, ella también se había encerrado por miedo... Miedo a ser herida, miedo a nuevas decepciones... El miedo siempre nos lleva a vivir cerrados sobre nosotros mismos... El miedo a comprometernos, el miedo a complicarnos la vida, el miedo a lo desconocido... Pero, lo más hermoso, es que el Señor Resucitado es capaz de atravesar esas cerrazones y presentarse allí, en medio de nosotros...

El Señor nos invita a abrir puertas y ventanas... A dejarlo entrar, a dejar penetrar la luz... Y nos invita a salir, a ir al encuentro de los demás para anunciar ese amor, esa paz y esa vida que surgen en nuestro interior como una fuente cuando dejamos que Dios nos llene y actúe...

En esta mujer, vi actuar al Resucitado... Vi cómo su rostro se iba serenando, se iba pacificando, pero con una paz que venía del interior, de descubrir a Dios como manantial de vida... Ella estaba cansada de luchar, no tenía fuerzas, y ahora veía que no se trataba de seguir luchando sino de acoger a Dios y dejarlo actuar... Comprendió que era necesario cerrar el pasado, vivir el presente y abrirse al futuro... Sí, cerrar el pasado, dejar de mortificarse y hurgar las heridas; vivir el presente, que es lo único real, es allí donde se aparece y actúa el Resucitado; y abrirnos al futuro, vivirlo con esperanza, pues sabemos que el Señor Jesús vive en medio de nosotros y nos lleva de la mano, en medio de las vicisitudes de la vida…

Que el Señor nos libere de nuestros miedos, sane nuestras heridas y nos haga experimentar la alegría de saberlo en medio de nosotros, comunicándonos su paz, su vida, su energía…

miércoles, 7 de abril de 2010

"Y sólo soy un hombre"

Sé, Señor, que vengo de muy lejos,
primero estuve en tu corazón y luego salí de tus manos.
Sé, Señor, que Tú eres mi vida
y me parece mentira que pueda rezarte así:

"Padre de todos los hombres" – ¡y no te he visto nunca!
"Espíritu de vida" – ¡y naces de una mujer!
"Hijo de Dios y hermano mío" –¡ y soy tan solo un hombre!
Y sin embargo siento que Tú eres la Verdad.

Enseñáme a mirar el mundo
con los ojos transparentes de un niño
y enseñaré a llamarte "Padre Nuestro"
a todos, pues son tus hijos.

Yo sé, Señor, que estás siempre conmigo.
Eres luz para mi mente y guía en el camino,
mano que me sujeta, mirada que perdona,
y me parece increíble que Tú seas así.

Donde hay amor, Tú eres su fuente.
Donde hay dolor, Tú eres esperanza.
Donde hay muerte, Tú eres vida eterna.
Y sé que siempre puedo contar contigo.

Y acogeré la vida como un regalo
y tendré valor para morir, igual que Tú,
e iré a tu encuentro con aquel hermano
que no se siente amado por nadie.

Traducción de la canción italiana: "E sono solo un uomo".

viernes, 2 de abril de 2010

Viernes Santo: "Pedro lo seguía de lejos" (Lc 22, 54)

No es fácil acompañar a Jesús a lo largo de su Pasión... Por eso, creo que quien mejor nos puede ayudar en esta experiencia es Pedro...

El Jesús que emerge de la oración en el Huerto de Getsemaní es alguien totalmente distinto al que hemos conocido en la vida pública. En aquella oración, Jesús ha dicho: "Padre, aparte de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya..." Y, así es, a partir de este momento, Jesús aparece como alguien totalmente entregado a la voluntad del Padre, a los acontecimientos que se desencadenan con una velocidad de vértigo...

Llegan los guardias, lo prenden, lo llevan, lo introducen... Jesús, al menos aparentemente, no tiene ningún control sobre sí mismo... A partir de este momento, hasta su muerte, está totalmente en manos de los demás... ¡Qué misterio más grande...! Dios que se deja llevar, traer, ultrajar, matar...

Los discípulos, como no puede ser menos, están desconcertados... Hay quien incluso saca una espada e hiere a uno de los soldados... No comprenden... Hacen lo que todos hacemos, defendernos, aun cuando esto implique herir a otros... Pero de qué distinta manera actúa Jesús... Inmediatamente, sana a aquel soldado que viene a prenderlo... ¡Dios es así...!

Conducen a Jesús a la casa del Sumo Sacerdote para ser juzgado... Y Pedro lo sigue de lejos... En realidad es una imagen conmovedora... Pedro ama a Jesús, y aunque está totalmente desbordado por los acontecimientos, no huye... sigue a Jesús, aunque de lejos... En estos momentos no puede acompañar a Jesús de cerca... las circunstancias y su propia situación personal se lo impiden... Pero está allí... Incluso se sienta entre aquellos que sienten animadversión por Jesús, se expone al peligro, aunque tiene la ilusión de no ser reconocido... Pobre Pedro, está hecho un lío, como nosotros, que estamos pero no estamos con Jesús, que lo seguimos pero, muchas veces, de lejos, sin querer ser reconocidos como "uno de ellos"...

Entonces, es reconocido... Primero es un simple comentario: "Éste andaba con Él"... Qué definición más hermosa... Pedro es aquel que, ante todo, andaba con Jesús... Pero él lo niega... Lo puede el miedo, aunque permanece allí... La acusación va un poco más allá y hay quien lo reconoce como "uno de ellos"... Y, efectivamente, ser discípulo es precisamente eso, ser uno del grupo de Jesús... Pero Pedro continúa evadiéndose...

Llega un momento de cierta "tranquilidad" hasta que, pasada una hora, la acusación es frontal: "éste estaba con él, se ve que es galileo"... Ya no hay duda... Y Pedro se desmarca por tercera vez... Y es entonces cuando canta el gallo (¡está amaneciendo!) y Jesús lo mira... ¡Qué mirada sería aquella! Sin duda no era una mirada acusadora... debió ser una mirada tan llena de amor, de confianza, de comprensión, que desarmó a Pedro por dentro... Y éste recordó las palabras de Jesús, salió fuera y rompió a llorar amargamente... ¡Ojalá nuestras lágrimas fueran como las de Pedro!, lágrimas de arrepentimiento, lágrimas de agradecimiento, sí, agradecimiento... Que el Señor nos regale la gracia de sentirnos mirados como Pedro... Que la mirada del Señor desenmascare nuestros miedos, nuestro seguimiento mediocre... Que sintamos el amor del Señor que nos ama en nuestra debilidad, en nuestra fragilidad, en nuestras cobardías... y que sigue confiando en nosotros...

Que en este Viernes Santo aprendamos a seguir a Jesús, aunque sea de lejos, como Pedro... y que su mirada amorosa vaya venciendo nuestros miedos y nos afiance en su seguimiento para que, como Pedro, apoyados en el amor del Señor, seamos también capaces de dar la vida, como el Maestro...

jueves, 1 de abril de 2010

Jueves Santo: "Haced esto en memoria mía"


Estas palabras dichas por Jesús un Jueves, desde entonces "santo", no se refieren únicamente a la celebración de la Eucaristía... Palabras similares, nos las transmite Juan en el momento del Lavatorio de los pies (Jn 13, 1-17)...
Jesús, en un gesto desconcertante, se levanta de la mesa, de la cena que Él preside, y se pone a lavar los pies a sus discípulos... Desconcertante por el momento (los pies se lavan al entrar a la casa, como gesto de hospitalidad para quien llega con los pies llenos de polvo por el camino) pero, sobre todo, porque es un acto propio de esclavos, y de esclavos no judíos... ¿Cómo Él siendo el Maestro y el Señor hace eso?... Jesús es experto en crear situaciones "equívocas" que generan desconcierto precisamente para dar una enseñanza...
Juan ha dejado claro al empezar esta segunda parte del Evangelio, que ha llegado la Hora de Jesús, la hora de pasar de este mundo al Padre, la hora en que el Padre será glorificado; es decir, la hora es que sabremos de una vez por todas quién es Dios realmente, la hora en que Jesús nos manifestará en un lenguaje humano, comprensible, quién es Dios... ¡Éste es el sentido del lavatorio de los pies...! Por eso, para comprender su significado tendríamos que preguntarnos: ¿qué nos dice sobre Dios?
Dios es aquel que preside (como Jesús preside la mesa), pero el "presidir" de Dios se manifiesta en el servicio... Dios es alguien que "se abaja" (ése es el sentido de la Encarnación), pero no como un gesto de "humillación", sino como un gesto de servicio... Para servir muchas veces nos tenemos que "abajar"; es decir, bajar de donde estamos, de donde nos hemos colocado, para ponernos a la altura de los más pequeños...
Si nos fijamos, es lo mismo que nos ha dicho al instituir la Eucaristía... Dios es alguien que se da, que se entrega... alguien que nos alimenta con su propia vida, con su propio ser... Primariamente Dios no es alguien que pide, alguien que quita... No... Dios es todo don, como Jesús que se hace pan, que se hace vino... Y nuestro modo de ser hijos es tener la conciencia de que todo lo recibimos del Padre, pero lo recibimos para convertirlo en ofrenda al servicio del mundo...
Que este Jueves Santo sea realmente "santo"... Que este Jueves Santo contemplemos a Jesús y comprendamos sus gestos, su entrega, su mensaje: "Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su señor ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís...".
En definitiva, se trata simplemente de hacer como Él hace con nosotros... En definitiva, la iniciativa siempre parte de Él; a nosotros nos basta con seguir sus pasos... Y, si lo hacemos, incluso se nos promete la felicidad... ¡Qué más podemos pedir!