sábado, 29 de mayo de 2010

Fiesta de la Santísima Trinidad 2010

El primer domingo después de Pentecostés, la Iglesia nos invita a celebrar la Fiesta de la Santísima Trinidad y, para celebrarla, es importante comprender de qué se trata…

El conocimiento de Dios como Trinidad es una de las verdades centrales de nuestra fe. Y al decir “verdad”, no nos referimos a algo teórico, sino a algo nuclear, esencial, sumamente importante.

Los seres humanos siempre tenemos el riesgo de hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza, proyectando sobre Él nuestros deseos o nuestros miedos… A partir de nuestras propias necesidades, experiencias o ideas, nos imaginamos que Dios es o debe ser… De allí que muchos se imaginan que Dios debe ser vengativo, o lejano, que le cuesta perdonar, que nos está vigilando o no sé cuántas cosas más… Por eso es tan importante acudir no a lo que nosotros nos imaginamos de Dios sino a lo que Dios nos ha dicho de sí mismo a través de Jesús…

Si en el ámbito de las relaciones humanas nadie puede conocer la interioridad de otra persona, quién es realmente, si ésta no nos habla de sí misma, si no se nos revela, esto es aún más cierto cuando se trata de Dios… Y, sí, Dios se nos ha revelado, se nos ha dado a conocer en Jesús… ¿Y qué nos ha dicho Jesús sobre Dios?

Jesús no ha teorizado sobre Dios, Jesús nos ha compartido una experiencia, una vivencia espiritual profunda… A través de Jesús hemos conocido que Dios es Padre, es decir, alguien que da vida, que ama incondicionalmente, que crea, que nos acoge con infinita ternura, como el padre de la parábola del hijo pródigo… A través de Jesús hemos conocido también que el Padre nos ama tanto, que quiso que su Hijo viniera a habitar entre nosotros, para enseñarnos el verdadero sentido de la vida, vivir como hijos y hermanos, vivir amando y sirviendo, vivir con la conciencia de que hemos venido de Dios y que esta vida es el camino de regreso a la casa del Padre. Y, a través de Jesús, hemos conocido que, dentro de nosotros habita el Espíritu de Dios, que tiene como misión ayudarnos a comprender y a hacer vida el mensaje de Jesús, que nos ilumina, nos impulsa, nos da fortaleza… Es a esta experiencia a la que los teólogos han dado el nombre de Trinidad: un Dios que, siendo uno, es tres personas: Padre, Hijo y Espíritu…

Pero, no sólo eso… Al darse a conocer Dios como un Dios trino y uno, se nos ha revelado como comunidad, como familia, como comunión… Dios no es un ser solitario ni individualista… Por eso nosotros, que hemos sido hechos a imagen de Dios, no estamos hechos para vivir solos, cerrados sobre nosotros mismos, sino para vivir abiertos a los demás…

Celebremos esta fiesta avivando la conciencia de que estamos llamados a ser familia de Dios, a relacionarnos con Él como Padre, a seguir a Jesús, nuestro hermano mayor, y a estar atentos a las inspiraciones del Espíritu… Celebrémosla comprometiéndonos a crear una sociedad a imagen de Dios, un mundo en el que estemos los unos abiertos a los otros, un mundo de hermanos…

(Para leer el comentario del año anterior)

miércoles, 26 de mayo de 2010

Oración del Papa en la Capilla de las Apariciones (Fátima)

Antes de terminar el Mes de Mayo, os comparto esta hermosa oración que hizo el Papa Benedicto XVI en Fátima, en la cueva de las apariciones.

Señora Nuestra
y Madre de todos los hombres y mujeres,
aquí estoy como un hijo que viene a visitar a su Madre
y lo hace en compañía

de una multitud de hermanos y hermanas.

Como Sucesor de Pedro,
al que se le confió la misión
de presidir el servicio
de la caridad en la Iglesia de Cristo
y de confirmar a todos en la fe
y en la esperanza,
quiero presentar a tu Corazón Inmaculado
las alegrías y las esperanzas,
así como los problemas y los sufrimientos
de cada uno de estos hijos e hijas tuyos,
que se encuentran en Cova de Iria
o que nos acompañan desde la distancia.

Madre amabilísima,
tú conoces a cada uno por su nombre,
con su rostro y con su historia,
y quieres a todos
con amor materno,
que fluye del mismo corazón de Dios Amor.
Te confío a todos y los consagro a ti,
María Santísima,
Madre de Dios y Madre nuestra.

El Venerable Papa Juan Pablo II,
que te visitó tres veces, aquí en Fátima,
y te agradeció aquella “mano invisible”
que lo libró de la muerte,
en el atentado del trece de mayo,
en la Plaza de San Pedro, hace casi treinta años,
quiso ofrecer al Santuario de Fátima
la bala que lo hirió gravemente
y que fue colocada en tu corona de Reina de la Paz.
Nos consuela profundamente
saber que estás coronada
no sólo con la plata
y el oro de nuestras alegrías y esperanzas,
sino también con la “bala”
de nuestras preocupaciones y sufrimientos.

Te agradezco, Madre querida,
las oraciones y sacrificios
que los Pastorcillos
de Fátima realizaron por el Papa,
animados por los sentimientos
que tú les habías infundido en las apariciones.
Agradezco igualmente a todos aquellos que,
cada día,
rezan por el Sucesor de Pedro
y sus intenciones,
para que el Papa sea fuerte en la fe,
audaz en la esperanza y ferviente en el amor.

Madre querida por todos nosotros,
te entrego aquí en tu Santuario de Fátima,
la Rosa de Oro
que he traído desde Roma,
como regalo de gratitud del Papa,
por las maravillas que el Omnipotente
ha realizado por tu mediación
en los corazones de tantos peregrinos
que vienen a esta tu casa materna.

Estoy seguro de que los Pastorcillos de Fátima,
los Beatos Francisco y Jacinta
y la Sierva de Dios Lucía de Jesús,
nos acompañan en este momento de súplica y júbilo.

sábado, 22 de mayo de 2010

Pentecostés 2010

Con la fiesta de Pentecostés se concluye el Tiempo Pascual. Y, sí, realmente tiene sentido… Con la venida del Espíritu Santo se inaugura un tiempo "nuevo", el tiempo del Espíritu que, curiosamente, coincide con el Tiempo Ordinario… La verdad, nunca había caído en la cuenta de esto y, ahora, al hacerlo, descubro que el Espíritu no actúa sólo en tiempos "extraordinarios" sino que forma parte de la vida cotidiana, está más presente de lo que nosotros podemos imaginar.

El Espíritu Santo ha sido siempre el gran desconocido. Se habla del Padre, de Jesús, pero no tanto del Espíritu, aunque hace ya unos años existe gran interés por Él.

El Espíritu es aquel de quien Jesús dijo: "Os conviene que yo me vaya, pues así vendrá el Espíritu…" "El no hablará por su cuenta, sino que os dirá todo lo que ha oído del Padre y de mí…" "Ahora no podéis entender todo lo que os digo, pero cuando venga el Espíritu, os lo recordará todo"… Hay muchas más afirmaciones de Jesús (os invito a leer los capítulos 14-16 del evangelio de Juan), pero he elegido estas tres, pues nos permiten atisbar algunos rasgos muy significativos de la tercera persona de la Trinidad…

El Espíritu es el encargado de continuar la misión de Jesús… Él "se va", "vuelve al Padre", deja su presencia física, humana, y ahora es el Espíritu quien continúa la obra de Jesús… Por eso se insiste en que no actúa por su cuenta, sino que existe una íntima relación entre la acción del Espíritu y Jesús… Es el Espíritu el que lleva a plenitud en nosotros la transformación en hijos y hermanos, tal como ha sido siempre el deseo del Padre y la misión del Hijo. Y es Él quien actúa en nuestro interior recordándonos, ayudándonos a comprender en cada momento, el mensaje de Jesús… Es Él quien nos inspira la palabra justa, la acción que corresponde en cada momento, basta estar atentos a su voz y dejarnos conducir por ella.

En la lectura de los Hechos de los Apóstoles en la que se narra Pentecostés, se utilizan dos imágenes para hablar del Espíritu: el viento y el fuego… Son dos imágenes fuertes y muy elocuentes…

El viento no se ve, pero es real… Nos damos cuenta de su presencia porque las cosas se mueven, porque refresca… Y, sí, así es el Espíritu… Cuando Él está presente, nada queda igual, todo se "mueve" y nos dirige hacia el Padre…

El fuego, en cambio, ilumina, purifica y da calor… Y es ésta también la acción del Espíritu… Nos da luz en nuestras oscuridades, en nuestras búsquedas; nos purifica de todo aquello que no nos permite vivir como hijos y hermanos, y nos calienta por dentro, haciéndonos sentir la presencia amorosa del Padre…

Que esta fiesta que celebramos nos ayude a vivir con más conciencia esta presencia que nos habita, nos transforma y nos conduce a lo largo de la vida….

sábado, 15 de mayo de 2010

Fiesta de la Ascensión del Señor 2010

La celebración de la fiesta de la Ascensión del Señor 40 días después de la Resurrección se la debemos al evangelista san Lucas. Es él quien, como gran teólogo y catequista, elabora un esquema sencillo de recordar y que facilita la comprensión del Misterio Pascual.

El esquema evangélico básico es el siguiente: Jesús resucita al amanecer del primer día de la semana, durante un tiempo se aparece a sus discípulos quienes reciben el Espíritu Santo que el Señor les había prometido... En esto coinciden todos los evangelistas...

Para san Juan, todo ocurre de manera simultánea, todo forma parte de una única realidad. Así, en el mismo momento en que Jesús muere, dona su Espíritu (Jn 19, 30); y en el momento ya de la primera aparición a los discípulos en el Cenáculo, el mismo día de la resurrección, sopla sobre ellos el Espíritu Santo (Jn 20, 22). Y, sí, en realidad, todo forma parte de un único misterio; al morir, Jesús vuelve a la casa del Padre (resurrección-ascensión) y nos entrega su Espíritu (pentecostés)... Todo ocurre en el mismo instante pues para Dios el tiempo no existe...

Esto, que es así, Lucas lo convierte en una Catequesis sencilla que nos facilita la comprensión del Misterio por "etapas": Jesús resucita el primer día de la semana, durante 40 días se aparece a sus discípulos (en el libro de los Hechos llega a hablar de multitud de apariciones, hasta a 500 discípulos), a los 40 días asciende a los cielos (vuelve a la casa del Padre) y después de 9 días (en los que los apóstoles con María se reúnen en oración y hacen una "novena"), reciben el Espíritu Santo (Pentecostés).

Al decir que se trata de una Catequesis, obviamente, no estamos diciendo que todo es mentira… Como dicen algunas personas, ¿entonces no es verdad que se apareció durante 40 días?, ¿entonces no es verdad lo de Pentecostés? ¡Claro que es verdad! El Señor resucitó, está sentado a la derecha del Padre y nos ha entregado su Espíritu Santo… Hablar de un esquema catequético lo que nos dice es que es algo tan profundo e importante, que hay que abordarlo por partes…

Precisamente por eso, la Iglesia en su liturgia ha adoptado también ese esquema. Durante 40 días nos invita a interiorizar el Misterio de la Resurrección y, luego, durante 9 días nos invita a pedir la venida del Espíritu Santo… Los seres humanos somos seres "temporales" y nos ayuda situar las cosas en el tiempo…

Dicho esto, ¿cuál es el mensaje catequético?

Hablar de 40 días de apariciones lo que nos intenta transmitir es que los discípulos necesitaron un tiempo prolongado para creer verdaderamente que Jesús había resucitado… No era algo fácil, y el Señor se les hizo presente de una manera especial para ayudarles a comprender… Así mismo, hablar de 40 días nos viene a decir que ellos también necesitaron un tiempo para descubrir el nuevo modo en que Jesús estaba presente en medio de ellos; ya no de manera física, sino espiritual pero, no por ello menos real… Las experiencias del resucitado arraiga en ellos la experiencia de que el Señor está Vivo, vive junto a Dios y nos acompaña en los avatares de la historia… Es una experiencia espiritual fundamental y revolucionaria… Es lo que imprime en ellos una valentía y confianza impresionantes… Y, así, una vez que tienen en sí la convicción de que el Señor está Vivo, necesitan también un tiempo (más "pequeño", 9 días), para caer en la cuenta de que la presencia del Espíritu es real y que la promesa del Señor de enviarnos un Paráclito, era verdad.

En realidad, este mismo proceso que vivieron los primeros cristianos, lo debemos hacer nosotros… También nosotros necesitamos tiempo para de verdad experimentar la presencia del Señor resucitado, no como alguien "físico", sino como esa presencia espiritual y tremendamente real que está siempre con nosotros. Y también, como ellos, necesitamos invocar al Espíritu Santo, no para que venga (como si no estuviera con nosotros), sino para que nos abramos a su acción y la acojamos…

Que este Tiempo Pascual que ya estamos terminando, nos ayude a interiorizar estos "Misterios" (os recuerdo que misterio es todo aquello que no podemos conocer por nosotros mismos sino que de alguna manera nos tiene que ser revelado) para acogerlos en nuestra vida…

miércoles, 12 de mayo de 2010

La Ascensión del Señor y Pentecostés

Aunque puede que a ratos se nos olvide, estamos todavía en el Tiempo Pascual. Precisamente mañana sería el día de la Ascensión del Señor. Y digo, "sería", porque en la mayoría de los lugares esta fiesta se ha trasladado al domingo siguiente. Sin embargo es mañana jueves cuando se cumplen los 40 días desde la resurrección de Jesús.
La datación de esta fiesta se la debemos a san Lucas, que es quien dice que el Señor se apareció a sus discípulos durante 40 días. Actualmente todos están de acuerdo en que Lucas da un número simbólico, por medio del cual lo que intenta transmitirnos, según el modo de hablar de la época, es que la experiencia del resucitado no fue cosa de un momento, sino que se prolongó en el tiempo, lo suficiente para convertirse en una convicción.
El sentido de esta fiesta ya lo expliqué en otra ocasión. Por eso, sólo quiere aludir al hecho de la Ascensión no señala sólo el regreso del Hijo a la casa del Padre, sino que quien vuelve es el Hijo que ha pasado por la experiencia de la Encarnación... Por eso, de algún modo, es la misma humanidad la que está en el seno de Dios... Es el Hijo que lleva ya en sí mismo la experiencia de ser hombre y que, por tanto, puede entendernos mejor que nadie...
Inmediatamente después de la Ascensión, empieza la novena para prepararnos a la venida del Espíritu Santo (Pentecostés). Por eso os invito a hacerla, siguiendo el texto que tenéis en el este enlace.

sábado, 8 de mayo de 2010

Invitados a ser "familia de Dios" (Mt 12, 46-50)

El texto que vamos a comentar a continuación, precisamente porque suele ser leído fuera de contexto, suele ser motivo de discusión y desconcierto. En él se viene a decir poco más o menos lo siguiente: Resulta que Jesús está hablando a la gente y, de pronto, vienen su madre y sus hermanos, que desean hablar con él. Se lo dicen y Jesús responde con aquella enigmática frase: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Y, claro, la polémica está servida.

Para muchos, ésta es una respuesta un tanto "despreciativa" hacia su familia, concretamente hacia su madre, como si al decir esto estuviera marcando una fría distancia con ella. Para otros, es la prueba irrefutable de que Jesús tuvo otros hermanos y que, por tanto, la virginidad de María es un invento de la Iglesia Católica. Pero, bueno, vayamos por partes.

Este texto es una buena ocasión para insistir, una vez más, en la necesidad de leer las cosas en su contexto para poderlas interpretar correctamente.

Si os acordáis, estamos en la sección del evangelio de Mateo en que el tema central es el rechazo que experimentó Jesús durante su vida pública (cc. 11-12). Y el evangelista termina esta parte narrativa precisamente con esta escena; por tanto, es una especie de colofón…

El mensaje es sencillo. Jesús fue rechazado no sólo por los dirigentes religiosos, sino que el evangelista habla en general de "esta generación incrédula y malvada" (Mt 11, 16-19; 20-24; 12, 38-42; 43-45…) Pero, al mismo tiempo, nos habla de un pequeño grupo que sí lo acogió. Así, por ejemplo, tenemos a Juan el Bautista que, aunque desconcertado por la actuación de Jesús, está totalmente abierto a recibirlo (Mt 11, 2-15). O "aquellas gentes sencillas" que de manera espontánea han entendido el mensaje del Maestro, en evidente contraste con los "sabios y entendidos" (Mt 11, 25-30). Por tanto, es en este contexto donde hay que situar la afirmación: "Estos son mi madre y mis hermanos (dirigiéndose a sus discípulos). Pues todo el que cumpla la voluntad de mi Padre de los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre". Con ello, no lanza un mensaje despreciativo hacia su familia, sino que lo que está diciendo es que su familia es mucho más amplia… No es una familia hecha por lazos de sangre o de raza, sino que su familia, la familia de Dios, está formada por todos aquellos que acogen su mensaje y lo ponen en práctica. Si os acordáis, es lo que ya había dicho al terminar el Sermón del Monte (Mt 7, 21-27). Por tanto, no sólo no marca un distanciamiento con su madre, sino que lo que hace es invitarnos a formar parte de su familia… ¡Qué cosa más hermosa!

Y en cuanto al tema de los hermanos de Jesús, ya sabéis que es una polémica no zanjada del todo, pues el término "hermano" tiene un sentido amplio y puede referirse tanto a los hermanos de sangre como a los primos… Sin duda Mateo no cuestiona la virginidad de María, puesto que ya la ha afirmado al hablar de la concepción de Jesús (Mt 1, 18-25); y, respecto a sus "hermanos", en Mt 13, 55 da el nombre de cuatro de ellos: Santiago, José, Simón y Judas. De los dos primeros sabemos que eran hijos de una María distinta a la madre de Jesús (Mt 27, 56), confirmando así el sentido amplio de ese término.

Pero, bueno, quedémonos con lo realmente importante… Somos llamados a ser familia de Dios y, para ello, el único "requisito" es escuchar su Palabra, acoger su mensaje y ponerlo en práctica. Es decir, llevar a la vida todo lo enseñado en el Sermón del Monte (cc. 5-7) y realizar las mismas acciones liberadoras del Maestro (cc. 8-9).

miércoles, 5 de mayo de 2010

Mes de Mayo

La Iglesia Católica tiene una hermosa tradición conocida como "Mes de Mayo", que consiste en tener un recuerdo especial, a lo largo de todo este mes, a la Virgen María.

Investigando el origen de esta devoción he encontrado lo siguiente:

¿Por qué elegimos mayo como el mes en el que ejercitamos una devoción especial a la Bienaventarurada Virgen María?

La primera razón es porque es el tiempo en el que la tierra estalla en tierno follaje y verde pastos, después de las severas heladas y nieves del invierno, y la cruda atmósfera y el viento salvaje y las tempranas lluvias de la primavera. Porque los retoños brotan en los árboles y las flores en los jardines. Porque los días se vuelven largos, el sol nace temprano y se pone tarde. Porque semejante alegría y júbilo externo de la Naturaleza es el mejor acompañante de nuestra devoción a Aquella que es la Rosa Mística y Casa de Dios.

Alguien podría decir, «cierto, pero a menudo el tiempo es desapacible en el inclemente mayo». Nada que objetar, pero aún así, nadie puede negar que al menos sea el mes de la promesa y de la esperanza. Aunque el tiempo sea malo, es el mes que inicia y preludia el verano. Sabemos, que aunque mayo sea desagradable, el buen tiempo llegará tarde o temprano. Como dice el profeta, el esplendor y la belleza «corre al cumplimiento y no fallará, si tarda espérala, porque en verdad ha de acaecer, no se retrasará».

Mayo es el mes, si no de la consumación, al menos de la promesa, ¿no es este el sentido en el que más propiamente recordamos a la Santísima Virgen María, a quien dedicamos el mes?

El profeta dice: «un vástago saldrá del tronco de Jesé, una flor surgirá de sus raíces». ¿Quién es esa flor si no Nuestro Señor?, ¿quién es el tronco, o el hermoso tallo o planta de la cual crece la flor, sino María Madre del Señor, María Madre de Dios?

Fue profetizado que Dios vendría a la Tierra. Cuando el tiempo llegó a su plenitud, ¿cómo fue anunciado? Fue anunciado por el Ángel a María: «Salve, la llena de gracia», dijo Gabriel, «el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres». Ella era la promesa segura de la venida del Salvador, y por todo esto, mayo es especialmente distinguido como su mes.

En cualquier caso hay testimonios antiguos de la dedicatoria del mes de mayo a la especial devoción a Nuestra Madre. Por un lado el Tricesimun (los treinta días de devoción a la Virgen) de origen desconocido, en cualquier caso anterior al siglo doce, o el «Ben venna Mayo» de las Cántigas de Alfoso X el Sabio, que constata que mayo ya se le dedicaba a la Virgen al menos en España.

(Fuente: De Lapsis)

Igual que este mes dedicamos un día a celebrar a nuestra madre en la tierra, dediquemos a lo largo de este mes un recuerdo especial a nuestra Madre del cielo.

sábado, 1 de mayo de 2010

La estrategia de Satanás (Mt 12, 43-45)

La segunda intervención de Jesús antes de concluir este capítulo nos puede resultar bastante extraña y difícil de comprender. Por eso, antes de leer este comentario, os sugiero que leáis con detenimiento el texto.

Una vez más, recordemos el contexto. Estamos en la sección del evangelio de Mateo que habla sobre el rechazo a Jesús (cc. 11-13). En el pasaje anterior, Jesús les decía a los escribas y fariseos que al rechazarlo a él, no estaban rechazando a cualquiera, pues él era aún más importante que Jonás y que Salomón. En esta perícopa, en cambio, nos advierte sobre las consecuencias de este rechazo. Para ello, en vez de desplegar grandes argumentos, narra una parábola. Dice así:

«Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos en busca de reposo, pero no lo encuentra».

La expresión "espíritu inmundo" se refiere a esta experiencia del mal en nosotros a la que se le dan muchos nombres: Satanás, diablo, etc… Jesús recuerda que Él tiene poder para liberarnos de esta mala influencia; de hecho sus exorcismos han demostrado que Él es más poderoso que el mal y que quien se encomienda a Él, puede desalojar de sí esos "demonios" que muchas veces nos habitan (malos deseos, malas intenciones, miedos que nos dominan…). Pero, al mismo tiempo, nos hace caer en la cuenta de que el poder del mal no queda sin más eliminado, sino que siempre busca algo o alguien a quien "poseer", en quién "habitar". Y no hablamos de esas posesiones típicas que vemos en las películas… Estar poseído por el demonio es estar sometido a su influencia, a su acción, ser instrumento del mal en el mundo… Ésta es la primera enseñanza…

«Entonces dice: Me volveré a mi casa, de donde salí…»

Si leemos despacio, encontramos una afirmación tremenda, el "espíritu inmundo" considera al ser humano "su casa"… Es allí donde se siente a gusto, donde se siente acogido, y hará todo lo posible para volver a ella, para volver a someternos a su influencia.

«Y al llegar la encuentra desocupada, barrida y en orden…»

Con esta imagen, Jesús nos dice que el problema no es tanto que ese "espíritu inmundo" nos ronde para volver a habitarnos, sino que nuestra casa, es decir, nosotros, estamos "deshabitados"… ¿Qué quiere decir con esto? Realmente Jesús es un genio creando parábolas ricas en imágenes… Lo que nos dice es que de nada sirve que Él nos libere del mal si, al mismo tiempo, no acogemos su mensaje, su amor, su camino en nuestra vida… Y ésta es la segunda enseñanza… Nuestra "casa" no puede estar desocupada… O la habita el bien o la habita el mal… No hay medias tintas… O somos instrumentos de Dios, haciendo vida sus enseñanzas, acogiendo sus llamadas e inspiraciones; o somos mediación del mal… No hay posturas neutrales…

«Entonces va y toma consigo otros siete espíritus…»

La parábola termina con una advertencia dura… El mal está siempre al acecho e intenta apoderarse de nosotros cada vez con más fuerza, por eso tenemos que estar siempre vigilantes… No basta escuchar a Jesús, tenemos que dejar que realmente habite en nuestra vida…

Con esta parábola Jesús no busca "meternos miedo"… No se trata ahora de hablar de posesiones demoniacas, exorcismos, etc., como en las películas de terror… Es algo más sencillo aunque no menos importante… El mensaje de Jesús es: Todos pertenecemos a alguien, todos tenemos a algo o alguien que "gobierna" nuestra vida… Esto es así… Por eso, si me rechazáis a Mí, quedaréis a merced de otras voces, otras llamadas que no buscan vuestro bien y que terminarán dañándoos a vosotros y a quienes os rodean…

Insisto, no se trata de tener miedo, sino de abrirnos a la influencia de Dios en nosotros, acogerlo, seguirlo y dejar que nos inunde con su amor y con su vida…