jueves, 30 de junio de 2016

Tus pecados te son perdonados. (Mt 9, 1-8)

En los capítulos 8 y 9, San Mateo agrupa una serie de milagros de Jesús, como un modo de poner de manifiesto su poder sanador. Hoy se nos presenta la curación de un paralítico. Más que las parálisis del cuerpo, Jesús desea curar todo aquello que nos mantiene paralizados, que no nos deja caminar, movernos, ir hacia nuestros sueños, nuestros hermanos, Dios mismo...
Os dejo el enlace al comentario que hice hace ya un tiempo: http://paraorar.blogspot.com.es/2009/02/jesus-cura-un-paralitico-mt-91-8.html

martes, 28 de junio de 2016

Se levantó una tormenta y Jesús dormía. (Mt 8, 23-27).

"Se levantó un temporal tan fuerte, que la barca desaparecía entre las olas; Jesús dormía."
Muchas veces, Señor, sentimos como si estuvieras ausente...
Se levantan tormentas a nuestro alrededor,
nos azota el viento, las dificultades, las preocupaciones
y sentimos que nos hundimos, que no podemos más.
Nos sentimos revolcados por las olas, ahogados por la pena...
Y, en esos momentos, nos sentimos solos, sin fuerzas,
como si estuviéramos abandonados a nuestra suerte,
al vaivén de las circunstancias...
Y sentimos, Señor, como si estuvieras dormido,
como si te desentendieses de nosotros...
Sí, dormido, que no ausente, pues vienes en nuestra barca...
Saberte en mi barca, Señor, me da paz.
Saberte en mi barca me permite elevarte una oración,
gritarte mi desesperación si es preciso...
Saberte en mi barca, aunque dormido,
me da la seguridad de no estar abandonada
a merced de la tormenta.
Tus silencios, Señor, son también un modo de estar presente.
Tus silencios me invitan también a saber estar en silencio,
a tener una oración confiada,
a saber que, aunque en silencio, nunca estás ausente.
Y, de pronto, te levantas,
te enfrentas a la tormenta y vuelve la calma...
Señor, ayúdame a atravesar las tormentas
con la confianza de saber que Tú vienes en mi barca,
vienes conmigo...
Señor, que en momentos de dificultad,
no tema dirigirte un grito desesperado...
Y, sobre todo, Señor, que no olvide nunca
que Tú vienes siempre conmigo...
y que, en medio de la tormenta, nos das tu paz.

lunes, 27 de junio de 2016

Te seguiré adonde quiera que vayas... (Mt 8, 18-22).

Un persona se acerca a Jesús y le dice espontáneamente: "Maestro, te seguiré adonde quiera que vayas..." Esto me recuerda una sencilla oración que decimos las Catequistas al salir de casa: "Llévame donde Tú quieras, pero ven Tú conmigo..."
El cristianismo no es una doctrina que hay que aprender, unos preceptos morales que hay que guardar o unos ritos que hay que practicar... Ser cristiano es haber encontrado o mejor, haber sido encontrados por Jesús en nuestra vida. Ser cristiano es seguir a Jesús; es decir, ir creciendo en la consciencia de que Él va por delante y me indica un camino; y aprender a estar atentos a su voz, a sus indicaciones, a sus "inspiraciones"...
Cuántas veces a lo largo del día nos habla, nos invita, nos sugiere tener pequeños gestos de amor, de servicio... Hacer una llamada, una visita, escribir un email... Pequeños gestos que hacen mejor la vida de los demás... Y, en algunas ocasiones, también grandes gestos, con una gran incidencia en nuestro entorno... Colaborar en una buena causa, comprometerme en una acción de voluntariado, perdonar... Pequeños o grandes gestos..., lo importante es aprender a escuchar y seguir esa voz...
En el evangelio de hoy, Jesús nos previene contra dos obstáculos en el seguimiento. Uno, asociar el seguimiento a algo que nos da paz y seguridad... Es la tentación de quienes viven la religión como una burbuja... Por eso dice: quien me sigue no tendrá una guarida donde refugiarse ni un lugar tranquilo donde reposar... Porque seguir a Jesús nos inquieta y nos interpela; nos saca de nuestra zona de confort. Y, la segunda tentación es, como se dice ahora, "procastinar"..., dilatar, no terminar nunca de hacer lo que sabemos que tenemos que hacer y poner peros, excusas...Es lo que le dice un discípulo: "Sí, pero deja que primero..."
Seguir a Jesús toca el momento presente, el aquí y ahora...
Qué hermoso es vivir la vida sabiéndonos acompañados por Jesús, con la consciencia de que viene a nuestro lado... Vivamos atentos a sus inspiraciones, y unámonos a esa oración: "Llévame donde Tú quieras, pero ven Tú conmigo" (Dolores Sopeña).

domingo, 26 de junio de 2016

Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. (Lc 9, 51-62)

“¿Quieres que mandemos que caiga fuego y los consuma?” La reacción de Santiago y Juan ante el rechazo de los samaritanos tiene su lógica humana: dar su merecido, ojo por ojo. Jesús se vuelve, los riñe y se dirige hacia otro poblado. En estas palabras tan concisas, se vislumbra la grandeza de Jesús. Alguien que defiende la libertad, incluso de quienes no piensan como Él.
La lógica humana dice: los enemigos se combaten y se eliminan. Jesús, en cambio, quiere eliminar el concepto de enemigo. “Y se dirigió hacia otro poblado.” Siempre hay otro poblado, con otros enfermos que curar, otros corazones que vendar, otras casas en las que anunciar la paz.
Jesús no guarda resentimientos; Él construye caminos hacia el corazón del hombre, como dice el salmo: “Dichoso el hombre que tiene su fortaleza en Ti; en cuyo corazón están tus caminos.” (Sal 86,5). Y el evangelio se convierte en viaje, camino por recorrer, espacio abierto. E invita a nuestro cristianismo a no mirar el pasado, sino a iniciar nuevos caminos. Como le sucede a los tres nuevos discípulos que entran en la escena en la segunda parte de este evangelio: “Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza.” Aunque, en realidad, no era exactamente así. Jesús tenía cientos de casas de amigos encantados de acogerlo y compartir con Él el pan y los sueños. Con la metáfora de las zorras y de los pájaros, Jesús traza el retrato de su existencia, amenazada por el poder religioso y político, en permanente riesgo, sin seguridad. Quien quiere vivir tranquilo y en paz en su nido seguro, no puede ser su discípulo.
Nosotros estamos acostumbrados a experimentar la fe como consuelo y apoyo, pan que nutre y alegría. Pero este evangelio nos muestra que la fe es también otra cosa: un proyecto que implica la gozosa fatiga de abrir nuevos caminos, la certeza de pertenecer a un sistema abierto y no cerrado. El cristiano corre el riesgo de ser rechazado y perseguido porque, como escribe Leonardo Sciascia, “a menudo va por el mundo contracorriente”, contrario al pensamiento dominante. 
“Deja que los muertos entierren a sus muertos.” Una frase durísima que no va contra los afectos humanos, sino que se aclara con lo que sigue: “Tú ve y anuncia el Reino de Dios”. Ve y haz cosas nuevas. Si te quedas en lo ya conocido, en lo ya visto, en lo ya pensado, no vives plenamente (“No penséis pensamientos ya pensados por otros”, escribe el P. Vannucci). Nosotros necesitamos frescura y el Señor necesita personas vivas.
De personas que, como quien ha puesto la mano en el arado, no mire hacia atrás, hacia los errores, los fracasos, sino que mire hacia delante, hacia los grandes campos del mundo, donde los surcos del arado son heridas que se llenan de vida.
Ermes Ronchi. Traducido del italiano. www.retesicomoro.it

sábado, 25 de junio de 2016

Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme (Mt 8, 5-13)

Esta pequeña oración que repetimos siempre en la eucaristía antes de comulgar, ha sido tomada de esta segunda curación que Jesús realiza en la sección de los milagros del evangelio de Mateo, la curación de un criado de un centurión romano.
Intentemos leer la escena recreándola con nuestra imaginación… Jesús entra en Cafarnaum y se le acerca un militar romano, es decir, un cargo importante del ejército de ocupación… ¿Os lo podéis imaginar? Se le acerca sin temor a ser menospreciado o reprendido… ¿Qué tendría Jesús que todos se le acercan sin miedo al rechazo?
Y, efectivamente, Jesús lo acoge, escucha con interés su preocupación y, por propia iniciativa, se muestra dispuesto a ir a la casa de aquel romano… Esto, si os dais cuenta, es un escándalo… ¿Cómo va a ir un judío, más aún, el Mesías, a casa de los enemigos del pueblo? Pero, a la vista está, que para Jesús no hay judíos ni gentiles, lo que hay son personas… Jesús no nos mira desde el exterior, con las etiquetas que cada uno de nosotros tenemos o que nos han ido poniendo, sino que nos ve como lo que somos, hijos de Dios, necesitados de su amor, de su compasión, de sanación…
El centurión responde al gesto de Jesús con esta oración hermosa: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa…” Y sí, así es… nadie somos dignos de que el Señor venga a nuestra casa, a nuestra vida, aunque nos ha elegido como morada de su Espíritu… Y continúa: “pero di una sola palabra y mi criado sanará”…
Estas palabras reflejan una fe ciega en el poder curador de la palabra de Jesús… Sí, la palabra de Dios tiene fuerza… Cuando se escucha y se acoge con fe, puede sanarnos profundamente por dentro…
Jesús, al escucharlo, queda sobrecogido, profundamente sorprendido, y no duda en elogiar públicamente la fe de este romano… No tiene prejuicios, ni tiene miedo a lo que la gente pueda pensar… sencillamente expresa lo que ve y lo que siente… Y concluye diciendo: “Anda, que te suceda como has creído”…
Este texto es una invitación a acercarnos a Jesús, a expresarle con sencillez ya no sólo nuestras necesidades –como el leproso– sino a pedir por aquellos que nos rodean, porque el centurión no pide nada para sí, sino para un criado… Pidamos con fe, con confianza… y creamos en la fuerza sanadora de su palabra…
Y la próxima vez que vayas a comulgar, repite esa sencilla oración, consciente de que, al comulgar, es el Señor mismo el que ha deseado habitar en tu vida y sanarla…

viernes, 24 de junio de 2016

Cuál es mi misión en la vida? (Lc 1, 5-17.57-66.80)

Hoy, en muchos pueblos y ciudades se celebra la fiesta de San Juan. Muchos, actualmente, probablemente no conocen qué es lo que realmente están celebrando, dado que muchas fiestas de origen religioso, han derivado en fiestas "populares", sin referencia a su sentido originario.
El evangelio da mucha importancia a la figura de San Juan, conocido también como el primo de Jesús. El mismo Jesús llegó a decir de él que no había nadie nacido de mujer, más grande que Juan (Mt 11,11 y paralelos). Ahora bien, en qué consiste esa grandeza? En haber sido el precursor de Jesús, en haberle preparado el camino y, luego, desaparecer...
San Lucas, en el llamado "evangelio de la infancia", narra en paralelo, a modo de un díptico, el nacimiento de Juan y de Jesús, con el correspondiente anuncio de los mismos. En ambos, me voy a fijar solo en un detalle: todo venimos a este mundo con una misión... Por eso, es muy importante que todos descubramos cuál es nuestra misión en la vida.
Uno de los errores más frecuentes es confundir la misión con una serie de tareas. Es verdad que la misión se hace efectiva a través de unas tareas, de cosas concretas que hago, pero también es verdad que muchas veces nos encontramos haciendo cosas sin tener claro "para qué". De allí la denominada "crisis de sentido" que tienen muchas personas... 
La misión personal es esa contribución específica, única e irrepetible que hace cada uno en este mundo. Un modo de descubrirla es conocer nuestras cualidades, dones y talentos naturales... Por ejemplo, cuál es la misión del sol? Dar luz, calor, posibilitar la vida... Cuál es la misión del agua? Refrescar, limpiar, saciar la sed, hacer posible la vida... Y la misión de las flores? Depende, unas tienen una misión más ornamental; otras, una función medicinal... Todo existe para algo!
Por eso es importante preguntarme, cuál es mi misión en la vida?, cuál es mi aporte?
Una característica de la misión personal es que toda misión está vinculada a un servicio, a una contribución específica... Por ejemplo, unos pueden tener la misión de ser luz, de dar claridad... Otros, la misión de ser manos, de resolver problemas. Otros, la misión de dar soporte, consejo... Otros, dar paz, alegría... No hay misiones grandes y pequeñas... Todo es importante...
Como decía antes, esto está estrechamente vinculado a nuestro modo de ser, a aquello con lo que hemos venido dotados... Una pista suele ser lo que nos dicen los demás: tu sirves para..., tú eres bueno para...
Esta misión, luego, se concreta en tareas. Lo ideal es que la elección de una profesión esté en relación con esta misión, con esta vocación personal. Lamentablemente a veces nos regimos más por criterios económicos (qué me dará más dinero), por tradición (como he nacido en una familia de médicos...), por...
Con todo, la misión es algo tan connatural, que la podemos realizar en cualquier situación en que nos haya colocado la vida. Si mi misión, por ejemplo, es dar soporte, esto lo podré hacer siempre...
Por eso, hoy es un buen día para preguntarnos: cuál es mi misión en la vida? Cuál es mi aporte en la construcción de un mundo mejor? Cómo y dónde la estoy llevando a cabo? Gran parte del sentido de la vida, se juega aquí...

jueves, 23 de junio de 2016

Parábola de la casa construida sobre roca. (Mt 7, 21-29)

Estamos al final del Sermón de la montaña y, como cierre, Mateo pone en labios de Jesús una parábola: "El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente."
Jesús es un gran pedagogo, por eso muchas veces habla en parábolas. A través de ellas, de manera sencilla y gráfica, nos dice verdades muy serias y profundas. El mensaje central de este pequeño relato, viene a decir que lo que Jesús nos ha presentado en ese hermoso discurso sobre la montaña, no es simplemente para ser escuchado y admirado, sino para ser vivido, para ser practicado.
En el lenguaje bíblico, escuchar y hacer están íntimamente unidos. Es lo que la Biblia entiende por obediencia. Obedecer es hacer lo que se me dice; en este caso, hacer lo que Jesús nos ha dicho: vivir con la confianza puesta en Dios, perdonar, tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros... Esta es la auténtica "práctica religiosa", no tanto una serie de ritos, cuanto practicar el amor... Porque, no olvidemos, el amor no es un sentimiento, son obras.
Vivir desde la escucha de la Palabra y practicarla, hace que nuestra vida sea como aquella casa construida sobre roca. Vendrán los problemas, las dificultades, las incomprensiones, tantas cosas que trae la vida, pero nos mantendremos firmes, porque nuestra vida está cimentada en Dios, en esa firme y serena certeza de sabernos en sus manos, y habremos hecho del amor no una cuestión de simpatías o antipatías, sino una decisión, la decisión de amar como somos amados.

miércoles, 22 de junio de 2016

Por sus frutos los conoceréis. (Mt 7, 15-20)

En un mundo regido por las apariencias, muchas veces es difícil distinguir la verdad de la mentira, lo verdadero de lo falso. Cuántas veces tenemos la sensación de que no nos están diciendo la verdad o que, sencillamente, nos están mintiendo descaradamente. Cómo distinguir, por tanto, entre los verdaderos y los falsos profetas, como saber de quien fiarnos...?
Realmente impresiona la sabiduría y la sencillez de Jesús. No nos da grandes teorías ni disertaciones, sino que nos va a entregar un criterio muy simple: "por sus frutos los conoceréis". Con lo que viene a decir lo mismo que la sabiduría popular: "obras son amores..." O, como decimos muchas veces, queremos hechos, no palabras.
A las personas se las conoce por sus frutos, por sus obras... Con ello, Jesús nos invita a no dejarnos seducir por la palabrería... De hecho, a las personas se las conoce por lo que hacen, no por lo que dicen... Y a nosotros también...
Continuando con la imagen de los frutos, Jesús pone un ejemplo muy claro: "Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos." Y, yo me pregunto, cuando las personas se acercan a mí, a mi árbol, qué clase de frutos encuentran...? San Pablo nos da una pista cuando habla de los frutos del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. (Gal 5, 22-23). En mi vida cotidiana, en mi trato con la gente, son estos los frutos que se ven, que encuentran en mí? Mis frutos hablan de lo que llevo en mi interior... Seamos árboles bajo cuya sombra muchos puedan estar y cuyos frutos sea apetecible comer...

martes, 21 de junio de 2016

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. (Mt 7, 6-12)

La esencia del cristianismo se reduce al amor, el amor a Dios y el amor al prójimo, al que tengo próximo. Incluso Jesús llegó a vincular ambos "amores". San Juan lo entendió tan bien, que escribió: quien no ama a su prójimo, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve; incluso nos llegó a llamar mentirosos si decimos que amamos a Dios, que somos personas creyentes y, a la hora de la verdad, en lo cotidiano de la vida, no amamos a los demás. (1 carta de San Juan)
Recordemos que para Jesús el amor no es un sentimiento, no es cuestión de simpatía, por eso llega a hablar incluso del amor a los enemigos, a los que nos caen mal o nos pueden haber hecho daño. El cristianismo no es un sentimiento o unas prácticas religiosas; el cristianismo es un modo de estar en la vida...
Siempre tenemos el riesgo de convertir el amor al prójimo en algo abstracto o complicado. En el evangelio de hoy, Jesús nos lo va a simplificar: "trata a los demás como quieres que te traten a ti...". Y esto es algo sumamente práctico y concreto. Viene a decir, cuando no sepas cómo tratar a los demás, qué hacer -o no hacer-, qué decir -o no decir-, piensa sencillamente cómo te gustaría que se comportarán contigo en una situación similar.
Para mí esto ha sido muy útil. Cuando a veces pierdo la paciencia, me digo, en una situación con esta, cómo me gustaría que me trataran a mí y, sin duda, la respuesta es con paciencia. Cuando a veces me brotaría responder mal o, sencillamente con la misma moneda, pienso cómo me gustaría que se comportaran conmigo en un caso como este, y no tengo duda, pues no me gustaría que me trataran o me respondieron mal... Si a mí no me gusta que me griten, por qué, entonces, gritar a los demás; si pido que me entiendan o disculpen una debilidad, hagamos lo mismo con los otros... Os lo aseguro, no falla... Cuando me pregunto sencillamente cómo me gustaría que me trataran a mí, de repente veo con claridad cómo tratar a la otra persona... Verlo con claridad no significa que sea fácil pero, sin duda, aclara nuestra mente y nuestro corazón; ante esto, se callan todas nuestras voces internas que nos empujan muchas veces en la dirección contraria.
Tratemos a los demás como queremos que nos traten. Una indicación bien práctica y concreta... Como dice Jesús, a fin de cuentas, en esto consiste la ley y los profetas, en esto consiste toda religión y espiritualidad.

lunes, 20 de junio de 2016

No juzgues y no serás juzgado. (Mt 7, 1-5)

"No juzgues y no serás juzgado." Esta sola afirmación tendría que ser suficiente para no tener el juicio tan ligero hacia los demás. Sin embargo, todos constatamos la tendencia que tenemos a juzgar a las personas, a interpretar sus acciones y, peor aún, sus intenciones... Unos, lo decimos en voz alta; otros, solo lo pensamos, pero el juicio está allí... Y, lo peor de todo, es que muchas veces no somos capaces de distinguir la realidad, de mi interpretación. Si al menos dijéramos: creo que..., me parece... Pero, insisto, muchas veces, ni siquiera nos damos cuenta.
Jesús nos conoce tan bien, que parte de esa tendencia humana natural a emitir juicios, a interpretar las acciones e intenciones de los demás y, una vez más, va a intentar redireccionarla. Fijaros qué interesante pues, a continuación, dice: "Porque os van a juzgar como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros." Si interiorizáramos esto, cambiaría nuestro enfoque. Porque, cuántas veces en la vida nos hemos sentido juzgados con dureza, injustamente... 
Hoy Jesús nos invita no tanto a no juzgar -me atrevería a decir que esto es casi imposible-, sino a juzgar como nos gustaría ser juzgados nosotros. 
Seamos comprensivos en nuestros juicios, no seamos duros ni ligeros... Solo Dios conoce las intenciones del corazón... La gente se acercaba a Jesús porque se sentían acogidos y amados por Él de manera incondicional... Tengamos un corazón como el suyo... 
Hay un ejercicio que suele ayudar. Cuando se me dispare un juicio -porque se me dispara, no lo puedo evitar-, si es un juicio negativo, duro, tajante, preguntémonos: Y, esto, ¿que otra explicación podría tener? ¡Cuántas veces las apariencias engañan! Cuántas veces hemos pensado: qué tacaña es esta persona, y resulta que está ahorrando para ayudar a alguien... O vemos a un conocido hablando amablemente con alguien, y rápidamente pensamos en una infidelidad, y resulta que era una prima que no veía hacía tiempo... Cuántos problemas, líos y desavenencias habríamos evitado si, antes de emitir un juicio, preguntáramos o, al menos, nos inclináramos por la interpretación más amable. ¿Por qué pensar mal cuando, ante el mismo hecho, podríamos pensar bien? Tengamos un juicio amable, comprensivo... Al menos porque, de este modo, también obtendremos un juicio amable y comprensivo hacia nosotros...

domingo, 19 de junio de 2016

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? (Lc 9, 18-24).

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Ya no se trata de hacer preguntas sino de dejarse interrogar. No poner más en cuestión al Señor sino dejarse poner en cuestión por Él. Amar las preguntas  que hacen crecer la fe. Jesús usa la pedagogía de las preguntas para hacer crecer a sus amigos: son como chispas que encienden, que ponen en marcha transformaciones y crecimientos.
Jesús era un Maestro de la existencia... Por esto, Maestro del corazón. Él no adoctrina, no imparte lecciones, no sugiere respuestas, sino que conduce con delicadeza a buscar dentro de ti: “En la vida, más que las respuestas, lo que cuentan son las preguntas, porque las respuestas nos apagan, nos hacen permanecer quietos; las preguntas, en cambio, nos obligan a mirar hacia delante y nos hacen caminar” (Pier Luigi Ricci).
Jesús interroga a los suyos, como si hiciera una encuesta de opinión: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Y la opinión de la gente es hermosa, pero incompleta: “Dicen que eres un profeta”, una criatura de fuego y de luz, como Elías o el Bautista; boca de Dios y boca de los pobres. Entonces, Jesús cambia la pregunta, la hace explícita y directa: “Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo?”  Pero vosotros… Antes que nada hay un “pero”, una conjunción adversativa, casi una contraposición a lo que dice la gente. Como si les pidiera no contentarse con una fe basada en lo que han escuchado decir…
Pero vosotros, vosotros que habéis dejado vuestras barcas a la orilla del lago, vosotros que estáis conmigo desde hace tres años, vosotros mis amigos, a quienes he elegido uno por uno: ¿quién soy yo para vosotros? Y lo pregunta Él, dentro del clima cálido de la amistad…
“¿Quién soy yo para ti?” Jesús no busca palabras, busca personas; no definiciones sino implicación: ¿qué te ha sucedido cuando te has encontrado conmigo? Su pregunta se parece a la pregunta que se hacen los enamorados: ¿qué lugar ocupo en tu vida?, ¿soy el hombre, la mujer de tu vida?
Jesús no necesita la opinión de sus apóstoles para saber si es el mejor de los profetas de todos los tiempos, sino para saber si Pedro y los otros son como los enamorados que le han abierto el corazón. Jesús está vivo si está vivo dentro de nosotros. Nosotros podemos ser la cuna o la tumba de Dios.
Cristo no es lo que yo digo de Él, sino lo que vivo de Él. No busca mis palabras sino lo que arde dentro de mí. “La verdad es lo que quema” (Christian Bobin). Manos y palabras encendidas, como las de Pedro que responden con pasión y decisión: “Tú eres el Cristo de Dios”, el Mesías de Dios, su brazo, su proyecto, su boca, su corazón. Tú traes a Dios entre nosotros: cuando te detienes y tocas una creatura con tus manos, es Dios quien acaricia el mundo.

(Ermes Ronchi – www.retesicomoro.it – traducido del italiano)

sábado, 18 de junio de 2016

No os agobiéis por el mañana. (Mt 6, 24-34)

"No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos."
En un mundo en el que el estrés es uno de los males que nos acechan, hasta el punto de estar al origen de muchas enfermedades, estas palabras de Jesús son más actuales y necesarias que nunca.
Detrás de esta exhortación no hay una ilusa despreocupación por el mañana, cierta ingenuidad o irresponsabilidad. Detrás de estas palabras hay una profunda sabiduría.
Hoy hay corrientes espirituales o filosóficas, no necesariamente cristianas, que nos hacen un fuerte llamado a vivir el presente. Vivir en el pasado no tiene sentido, pues ya pasó; preocuparnos por el futuro, es absurdo, pues por experiencia sabemos cuántas preocupaciones inútiles hemos tenido por cosas que, al final, nunca sucedieron... Hay que vivir el presente pues, en cierto modo, es lo único real.
Con todo, Jesús no solo nos invita a vivir el presente. A lo que nos invita, una vez más, es a vivir en la confianza de sabernos en manos de Dios, que es quien cuida de nosotros...
Una de las causas del estrés es esa necesidad compulsiva de querer controlarlo todo; de vivir como si dependiera de mi que el mundo siga girando... Vivimos bajo la falsa creencia de ser demasiado importantes. Para otros, la causa del estrés es precisamente la contraria... Sienten que todo les sobrepasa, que no llegan, que no pueden... Y tampoco es para tanto... Ni soy la omnipotencia absoluta, ni la última de las miserias... Somos sencillamente seres humanos..., con nuestras capacidades y limitaciones...
Vivamos con serenidad nuestro día a día, haciendo lo que tenemos que hacer, con paz, con entrega, con compromiso... Y, sobre todo, con confianza... La confianza elimina el estrés. La confianza de que el mundo está en las manos de Dios, de que mi vida está en manos de Dios, de que quienes amo están en las manos amorosas del Padre... Esto nos permitirá entregarnos en todo lo que hacemos, con la serenidad de que yo aporto un granito de arena, nada más... Ni nada menos...
Dejemos de preocuparnos por nosotros, por nuestras cosas... Volvamos la mirada y el corazón al Señor y sintamos cómo nos cuida a través de tantos detalles y personas... Y cómo, gracias a mí, también cuida de los otros. Y sintamos cómo está experiencia nos esponja el corazón.

viernes, 17 de junio de 2016

Atesorad tesoros en el cielo. (Mt 6, 19-23)

Muchas veces, ante la enfermedad o muerte de alguien, hemos oído decir: "Tanto afán, tanto trabajo, total para nada... Al final, de aquí nos vamos sin nada..." Cuántas personas han vivido tan obsesionadas por ahorrar para tener una vejez segura y, cuántas, al final, no han podido disfrutar del fruto de su trabajo...
Pero también nos encontramos con el caso contrario. Gracias a un buen sentido del ahorro, personas con sueldos modestos, pueden llevar una vida holgada y feliz...
Jesús engancha con nuestra normal búsqueda de seguridad, de prepararnos para el futuro, pero la va a reorientar, a dar un nuevo sentido.
Jesús nos invita a mirar más allá, nos invita a atesorar, sí, pero no teniendo solo la mirada en este mundo, que se acaba, sino en el "más allá". Con ello, en primer lugar nos recuerda que no todo se agota en este más acá; nos invita a elevar nuestra mirada y nuestro corazón, con la certeza de que hay algo más, pues hemos sido creados para la vida... Cómo será esa vida? No lo sabemos, pero será...
En segundo lugar, Jesús nos invita a atesorar, a ahorrar, a hacer acopio para esa otra vida... Esto puede sonar un poco raro, pero no lo es tanto... En el fondo nos viene a decir que entre esta vida y la otra hay cierta continuidad, que lo que sembrados en esta, lo recogeremos en la otra...
Recuerdo una persona que se afanaba en hacer el bien, en hacer pequeños servicios a gente sencilla por los que rehusaba cobrar... Cuando alguien intentaba retribuirle, decía: no te preocupes, tengo un buen pagador..., sonreía y elevaba los ojos al cielo...
Jesús nos invita a "atesorar" buenas obras, pequeños gestos y servicios... Recordemos, todo obra, por pequeña que sea, no pasa desapercibida para el Señor... Él la ve, Él la reconoce, Él sonríe, pues cada pequeño gesto de amor, es como si se lo hiciéramos a Él mismo...
Y añade, "porque donde está tu tesoro, estará tu corazón". Que nuestro corazón no esté en las cosas que pasan, sino en lo que realmente perdura toda la eternidad...

jueves, 16 de junio de 2016

Mi Padre sabe lo que necesitáis. ( Mt 6, 7-15)

El texto de hoy nos presenta el Padre nuestro como la oración por excelencia del cristiano. Podréis encontrar un amplio comentario al mismo en los posts de julio y agosto de 2008. Por eso, me voy a detener más bien en lo que introduce esta oración: "Cuando recéis no uséis muchas palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis".
Jesús se refiere al modo de orar de los paganos, es decir, de los que realmente no conocen a Dios. Es curioso, se dirigen a Él, incluso se podrían considerar personas "religiosas", pero en realidad no saben cómo orar, cómo cultivar la relación con Dios. Y eso nos pasa muchas veces a nosotros, que buscamos a Dios de corazón, pero no siempre sabemos cómo estar ante Él, qué decir... 
Jesús sale al paso de este deseo, y lo primero que nos va a recordar es que nuestro Padre sabe lo que nos hace falta antes de que se lo pidamos. La primera llamada, por tanto, es a vivir con la confianza de quien se sabe en buenas manos... Mi Padre sabe lo que me hace falta, antes de que yo se lo pida; y me atrevería a añadir, antes incluso de que yo lo formule o, incluso, lo sepa, porque, qué cierto es que muchas veces no sabemos qué es lo que verdaderamente necesitamos o nos conviene...
La oración, por tanto, no es cuestión de muchas palabras. La oración es una cuestión de confianza... Cuando estoy angustiado, cuando hay una preocupación que corroe mi alma, como le pasó a Jesús en su oración en Getsemaní, la mejor oración es abandonarnos confiados en los brazos del Padre, depositar en El nuestra angustia... Él sabe lo que me pasa..., Él sabe lo que necesito...
Fijaros, el fruto de la oración no es que las cosas sucedan como yo quiero. Muchos se decepcionan porque no obtienen lo que piden, un trabajo, la curación de una enfermedad... Orar no es ir a una ventanilla para presentar una solicitud... Orar es sabernos en manos de un Padre que nos quiere, nos acompaña, nos sostiene, nos cuida... Porque, en definitiva, lo que realmente necesitamos, es caminar por esta vida sabiéndonos en buenas manos; de este modo, podemos enfrentar lo que la vida trae con serenidad, fortaleza y confianza.

miércoles, 15 de junio de 2016

Tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará. (Mt 6, 1-6.16-18)

Los seres humanos tenemos necesidad de reconocimiento. Un niño crece con la autoestima sana, cuando se ha sentido reconocido por sus padres o alguna figura de autoridad. Sin embargo, uno de los indicadores de madurez, es la capacidad de actuar según nuestros principios y convicciones, aunque no siempre seamos compensados por ello. Este evangelio aborda esta necesidad humana y le va a dar un nuevo enfoque; nos pregunta sobre nuestros "para qué", nos invita a tomar consciencia de qué es lo que realmente buscamos cuando hacemos las cosas...
Jesús no crítica las obras buenas ni las prácticas religiosas. Ayunar, orar, dar limosna son tres obras esenciales, pues tocan nuestra relación con Dios, con los demás, con los bienes. Jesús lo que critica es que muchas personas hacen determinadas cosas para ser vistas y, así, obtener reconocimiento... Colaboro en una ONG para que digan "mira qué buena persona es"; o, si hago una buena acción, tengo buen cuidado de que esto se sepa... Pero, esto qué tiene de malo?
Como decía al principio, el reconocimiento es una necesidad básica. El tema es si se convierte en una necesidad tan nuclear, que al final es el móvil de nuestras acciones. Por eso hay personas que, al no obtenerlo, se cansan de hacer el bien. Si no salen en los periódicos, si no reciben una medalla, si no se llega a saber públicamente lo que han hecho, si no se les agradece y se les da bombo continuamente, sienten que no merece la pena el esfuerzo. De allí que una buena pregunta es si soy capaz de hacer lo que siento que tengo que hacer, aunque no me lo reconozcan ni me lo agradezcan e, incluso, aunque nunca se sepa que lo hice yo.
Pero el evangelio no termina ahí. Jesús va a responder a nuestra necesidad de reconocimiento dirigiendo nuestra mirada en otra dirección. Jesús nos dice que nuestro Padre ve en lo escondido, ve lo que nadie ve, no para espiarnos y controlar qué estamos haciendo, imagen terrible, que tergiversa el ser de Dios y lo convierte en un policía o un juez que espera el momento de caernos encima. No. Jesús nos invita a tomar consciencia de que hay alguien que siempre está a nuestro lado y que ve y valora todo lo que hacemos, por pequeño que sea. Nos invita a liberarnos de la necesidad del reconocimiento de los demás, y volver nuestros ojos al Padre, que ve lo profundo de mi corazón, más allá de las apariencias... 
Hagamos el bien, nos los reconozcan o no los demás... Y vivamos con la satisfacción de saber que nuestro Padre, que ve en lo escondido, nos mira con cariño y nos sonríe en cada gesto de amor que hacemos, por pequeño o insignificante que parezca. 

martes, 14 de junio de 2016

Amad a vuestros enemigos. (Mt 5, 43-48)

Sin duda, el amor a los enemigos es una de las proclamas esenciales de Jesús y, por tanto, del cristianismo. Y ello, al igual que el poner la otra mejilla, es una piedra de escándalo para muchos, incluso para los cristianos.
Muchos preguntan, cómo se puede pedir amar a los enemigos, a quienes te han hecho daño? Y la pregunta o el reclamo es pertinente puesto que, como bien dicen, sobre los sentimientos no se manda... Lo que se siente, se siente, y muchas de nuestras simpatías y antipatías, o están justificadas o, simplemente, son espontáneas, sin tener muchas veces una explicación racional. Y situar el tema aquí es un error y nos mete en un callejón sin salida.
Cuando Jesús habla del amor a los enemigos, no se refiere a un sentimiento. El amor a los enemigos es una decisión. Qué quiere decir esto exactamente?
En realidad el evangelio es muy simple, somos nosotros los que lo complicamos. Cuando Jesús nos invita a amar a nuestros enemigos lo que nos está diciendo es que lo esencial del ser humano es amar a todas las personas, sin excepción, sin poner límites; amar siempre, a todos, en todas las circunstancias, más allá de lo que el otro sea o haya hecho... Y esto sí que es una propuesta radical, pues va a la raíz de las cosas... Amar siempre y a todos... Como hizo Jesús, que incluso en la cruz, en el sufrimiento más atroz, siendo víctima de una terrible injusticia, sigue orando por sus enemigos, perdonando, renunciando a cualquier tipo de odio, resentimiento o venganza...
La dificultad está en un error de concepto. Amar a los enemigos no es sentir simpatía por ellos. Amar a los enemigos es la firme decisión de seguir haciendo el bien, incluso a aquellos que me hayan podido hacer daño; hacer el bien a quien me lo pida o lo necesite, independientemente de mis "sentimientos" o "resentimientos" hacia esa persona. Amar a los enemigos es descubrirnos portadores del amor de Dios y dejar fluir ese amor; es negarnos a entrar en la dinámica que nos lleva a la división... Todos somos uno con Dios... No seamos nunca motivo de división... Seamos constructores de unidad, seamos instrumento de reconciliación, apostemos firmemente por un mundo donde no venza el odio, el resentimiento, la venganza, sino por un mundo en el que yo decido hacer el bien a todos, siempre, sin dejar que el otro condicione mi deseo de servir y decida cómo he de comportarme... Que alguien te pide un favor, hazlo! Que ves que alguien necesita algo, dáselo!, sin mirar a quién...
El amor a los enemigos, es decir a todos, es lo que más nos asemeja a Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos... Dios es amor y no puede hacer más que amar... Nosotros somos imágenes suyas; por eso, lo que nos asemeja a Él, lo que realmente nos humaniza, es precisamente el amor concreto, práctico, activo... a todos, siempre..., igualmente que yo soy amado/a por Dios, siempre... No nos dejemos vencer por el mal; venzamos el mal a fuerza de bien

lunes, 13 de junio de 2016

Poner la otra mejilla. (Mt 5, 38-41)

Cuentan que Gandhi era un gran admirador del cristianismo, pese a no ver reflejado en los cristianos el estilo de vida que propone el evangelio. Y, dicen, que su lucha no violenta se inspira precisamente en el texto del evangelio de hoy. Por tanto, lo que nos está intentando enseñar Jesús tiene un potencial enorme.
Este texto ha escandalizado a muchos. Para algunos, es incluso injusto. Acaso no es lícito defendernos de las agresiones? Por qué voy a poner la otra mejilla? No es eso perpetuar el abuso? Ante estas objeciones, me remito sencillamente a Gandhi. Siguiendo las enseñanzas de Jesús, consiguió, ni más ni menos, la liberación de la India del imperio británico. Por tanto, lo que Jesús propone no es la pasividad ni mucho menos el dar razones al agresor para seguir abusando. Lo que Jesús nos propone es romper con la espiral de la violencia.
Un día escuché que el "ojo por ojo y diente por diente" lo único que conseguiría es un mundo de tuertos (incluso ciegos), y mucho trabajo a los dentistas (esto lo añado yo). Devolver mal por mal nunca será la solución.
El "ojo por ojo y diente por diente" fue un avance para la humanidad. Venía a decir: si te han roto un diente, no tienes derecho a responder rompiéndole dos, sino solo uno. Se trataba, por tanto, de dar una respuesta proporcionada... Y esto, sin duda, es ya un avance. Pero Jesús va más allá. Para él no es suficiente una "respuesta proporcionada". Lo único que cambiará las relaciones humanas es, no renunciar a la legítima defensa, sino renunciar a la violencia... Cómo podemos condenar lo terrible de un asesinato con otro asesinato? Cómo podemos eliminar la violencia de nuestras familias, entornos laborales, en el tráfico... si a cualquier manifestación de violencia (un grito, un mal gesto, una zancadilla...) respondemos con un gesto equivalente, por no decir aún más agresivo...?
Jesús nos invita, por tanto, a emprender la verdadera lucha contra la injusticia, renunciando, en primer lugar, a cualquier forma de violencia. No se trata de no hacer nada, sino de vencer al mal a fuerza de bien. No digo que sea fácil; a ratos es muy difícil, pero solo el bien repetido, constante, firmemente realizado, podrá introducir otra dinámica en nuestro mundo.
Jesús murió en la cruz, entre otras cosas, porque renunció a todo tipo de violencia. Dijo la verdad, denunció toda forma de injusticia -la no violencia no es resignación o pasividad- pero no empuñó las armas, no alentó la lucha armada, no respondió al insulto con insulto ni devolvió las bofetadas...
Vencer el mal a fuerza de bien, no luchar contra el mal con sus mismas armas. Luchemos contra cualquier forma de injusticia con las armas de Jesús. No caigamos en la tentación de responder al mal con mal, alimentando así la espiral de la violencia. Creamos en el potencial liberador del camino que nos propone Jesús. 

domingo, 12 de junio de 2016

Jesús y la mujer pecadora (Lc 7, 36 - 8, 3)

Entro en la narración que rezuma lágrimas y perfume, que rezuma vida, e intento ponerme en la piel de aquella pecadora, mirar con sus ojos, y lo hago porque así lo hace Jesús. Su mirada ve más allá de la maraña de contradicciones morales de aquella mujer para fijarse en aquel germen intacto, en aquel germen divino que está en el corazón de cada persona, incluso en la última pecadora, y despertalo.
Qué fuerza debió sentir aquella mujer para atreverse a desafiar las convenciones sociales, a echar por tierra todos los rituales y escuchar y dar respuesta a su corazón inquieto. Qué convicciones tan fuertes debió tener para saber con todo su ser que aquel Rabbí de quien había escuchado contar tantos gestos y palabras no la iba a despreciar ni a rechazar. Va directamente hacia él, no le pide permiso. Hace algo inaudito, incluso inconveniente. Manos, boca, lágrimas, cabellos y perfume en aquellos pies. Ella ha entendido el corazón de Jesús mejor que nadie. "Simón, tú no me has dado un beso, esta mujer, en cambio, desde que ha entrado, no ha dejado de besarme." Del poco, al mucho amor. Jesús deseaba ser amado. Va en busca de personas, ambientes, prontos a darle afecto. Esta narración revela toda la humanidad de Jesús. Su rostro divino y humano. Jesús no solo da afecto, también sabe recibirlo. Ama y se deja amar. Y en este modo de actuar, su humanidad y su divinad se reconocen, se interconectan. Simón era un fariseo muy religioso y muy duro. Por qué a veces la religiosidad endurece nuestro corazón? A lo mejor porque en algunas ocasiones hemos vivido la fe como observancia de reglas y no como respuesta al amor de Dios. "Se le ha perdonado mucho porque ha amado mucho." Jesús nos invita a convertirnos a un Dios distinto de aquel a quien tememos y no amamos, a un Dios que pone a la persona antes que la ley. Más aún, su primera ley, su verdadera alegría es que el hombre viva. Nos invita a cambiar el paradigma de nuestra fe. Pasar del paradigma del pecado, al paradigma del amor. El pecado no es el eje fundamental de nuestra relación con Dios, sino recibir y dar amor. Nosotros pensamos la fe como un conjunto complicado de dogmas y deberes, con muchas leyes y poco perfume. Jesús, en cambio, va directamente al corazón. Ama y con eso ya has hecho todo. El amor no peca. El amor contiene en sí todo, todos los dones y todos los deberes (M. Bellet). La vida no se equivoca si apuesta por el amor. Aquella mujer demuestra que un solo gesto de amor, incluso un gesto callado, sin ningún eco, es más útil para nuestro mundo que la acción más clamorosa, que la obra más grande. Esta es la verdadera revolución que lleva a cabo Jesús. Posible para todos, posible para mí, cada día.
(Ermes Ronchi. Traducido del italiano -  www.retesicomoro.it)

viernes, 10 de junio de 2016

"No cometerás adulterio" (Mt 5, 27-32)

Muchas de las discusiones sobre este texto se centran en intentar aclarar qué entendía Jesús por adulterio. Y el interés de fondo era que de esto dependía el que un hombre pudiese abandonar a su mujer, no al revés, claro... Esto siempre generó polémica, y el mismo Mateo introdujo ya un matiz, el repudio estaría justificado en caso de fornicación... Como siempre, son maneras de interpretar los preceptos según convenga y de rebajar su exigencia.
Jesús no va a entrar en la polémica de los matices ni en las interpretaciones que buscan justificar el que una mujer pueda ser abandonada, con lo que implicaba en aquella época de desprotección. Una vez más, Jesús nos invita a ir a la raíz del problema.
Por una parte, nos hace caer en la cuenta de lo que ocurre en el fondo de nuestro corazón, en el mundo de los deseos, pues es allí donde se cuece todo... No basta decir que yo no he sido infiel, porque en definitiva Jesús nos habla de fidelidad, si en mi corazón he alimentado deseos e imaginaciones que hacen que mi corazón no sea entero de la persona con quien me he comprometido de por vida. Jesús nos invita a velar por los deseos que buscan anidar en nuestro corazón; velar para no dar cabida a lo que no me hace bien ni a mí ni a los demás... El mundo de los deseos es importante pues estos tienden a materializarse...
Por eso, hoy sería bueno preguntarnos, qué deseos anidan en mi corazón? Son estos congruentes con mis valores, con el evangelio? Son deseos que construyen, que respetan a los demás, encaminados a todo bien?
Jesús nos invita no solo a no hacer el mal, sino a que en nuestro corazón solo alimentamos deseos de bien... Como dirá en otra ocasión, no seamos de los que limpiamos la copa por fuera -aparentemente somos personas intachables- pero por dentro... Pidamos la gracia de ser personas congruentes, de corazón limpio, sin dobleces; que cada vez más, lo que pensamos, sentimos y hacemos esté alineado con los valores que hemos elegido vivir.

jueves, 9 de junio de 2016

"No matarás" (Mt 5, 20-26).

En el pasaje anterior, Mateo nos presenta a Jesús como alguien que nos viene a explicar el verdadero sentido de los denominados "preceptos". A partir de aquí, nos va a exponer seis ejemplos concretos. El primero de ellos se refiere a la prohibición universal: No matarás.
Jesús nos hace caer en la cuenta de que no se trata exclusivamente de no ser homicidas, de no eliminar materialmente a otra persona. Jesús va a ser mucho más exigente o, mejor, más radical, pues nos lleva a la raíz de este mandamiento. Jesús nos lleva a mirar nuestro interior, nuestro corazón, nuestra predisposición y actitud hacia los demás. 
Todos sabemos que hay muchas formas de matar... Y no sólo con un cuchillo... Dos maneras terribles de dañar al otro, que es mi hermano y un hijo de Dios, son la lengua y la indiferencia... Y Jesús pone esto al mismo nivel que el asesinato...
En concreto, Jesús nos previene ante tres cosas: el sentir ira hacia los demás, el dirigirle una palabra insultante (faltar le el respeto), hasta llegar a injurias graves o burlas hirientes... Y es que todo empieza en el corazón... El asesinato empieza en una animadversión hacia los demás, en un sentir ira, enfado, resentimiento... Y si no cortamos este sentimiento de raíz, termina convirtiéndose en gestos y palabras hirientes que hacen daño, mucho daño, y que, luego, son difíciles de reparar...
Jesús nos invita a mirar qué hay en nuestro corazón, cómo es nuestra relación con los demás... Somos más propensos a ver los agravios que nos han hecho (o que interpretamos como tales), a cultivar nuestros resentimientos, a ponernos en actitud de víctima, en lugar de mirar si hay personas que a lo mejor se han sentido agraviadas por mí... Nos invita a mirar al otro, a ponerme en su lugar, a no caer en vanas justificaciones sino en buscar la reconciliación, a tomar la iniciativa de acercarme, de reparar cualquier posible daño, sin preguntarme quien tuvo la culpa...
Que el Señor nos dé un corazón reconciliado, que no albergue resentimiento hacia nadie, y que yo, en lo que dependa de mi, ojalá no sea motivo de sufrimiento para los demás...

miércoles, 8 de junio de 2016

No he venido a abolir, sino a dar plenitud. (Mt 5, 17-19)

Muchas veces se ha querido presentar a Jesús como un revolucionario social o un transgresor religioso... Resaltan los textos en que hacía lo que estaba "prohibido": curaba los días sábado, dedicados al descanso y la alabanza a Dios; expulsada a los vendedores del templo, incluso con gestos violentos; discutía con los jefes religiosos... Y, con ello, se sienten autorizados a hacer cada uno lo que le da la gana... Realmente el evangelio, cuando se lee fuera de contexto, da para todo.
Sin embargo, Jesús expone claramente su posición: no ha venido a abolir, sino a dar plenitud; es decir, a enseñarnos el verdadero sentido de los preceptos.
Esto me evoca algo que escuché una vez: las cosas no son malas porque lo dice la Iglesia, la Iglesia lo dice porque son malas... Es decir, en su origen, muchos de los preceptos religiosos han tenido un sentido, una sabiduría que, a veces, con el paso del tiempo, se ha ido perdiendo. Por ejemplo, cuando Jesús curaba los sábados, en realidad no estaba transgrediendo la ley, paradójicamente, todo lo contrario. Devolver la salud, liberar de lo que no tiene atados, es dar gloria a Dios. Por eso Jesús dice que lo que El hace no es transgredir, es enseñarnos el verdadero sentido de las cosas...
La religión es un camino de sabiduría, de liberación, de compromiso, de amor, pero cuando se cae en posturas literalistas, fundamentalislas o dogmáticas, cuando se hacen las cosas sin entender su sentido, podemos convertir la religión en un instrumento de muerte... Es terrible, pero es así... Y Dios es un Dios que ama y protege la vida, nunca debería ser usado para promover la muerte.
Al final, Jesús nos hace una exhortación, la invitación a enseñar estas cosas, el verdadero sentido de las cosas de Dios. Por eso, no instrumentalicemos la religión, ni por relativizarlo todo, y usar la supuesta libertad cristiana para hacer cada uno lo que quiere (Gal 5), ni hagamos de la religión una carga pesada para los demás o, peor aún, un argumento de persecución y muerte...
Seamos luz, seamos sal, seamos instrumentos de vida...

martes, 7 de junio de 2016

Somos luz..., somos sal... (Mt 5, 13-16)

A quienes se han acercado a escucharlo, después de desvelarles que tienen motivos para ser felices pues Dios está con ellos, los sostiene, los escucha y consuela, ahora  les va a revelar algo que toca a nuestra esencia: somos luz y somos sal... No dice: si hacéis tal cosa seréis luz, si... seréis sal... En nuestra esencia somos luz y, por eso, nuestra vocación, nuestra misión en este mundo es iluminar... La luz no tiene que proponerse iluminar, no le supone ningún esfuerzo, lo único que se le pide hacer es colocarse en un lugar que le permita dar claridad a su alrededor, no esconderse... Somos luz porque Dios es la luz... Somos luz porque Dios habita dentro de nosotros... Descubrir esto es maravilloso... Descubrir esa luz que llevamos dentro, permitir que nos ilumine, que salga; convertirnos en luz para los demás, ser lo que realmente somos... 

lunes, 6 de junio de 2016

Las bienaventuranzas. Mt 5, 1-12.

Tengo que reconocer que las bienaventuranzas siempre me han producido una cierta inquietud. Cuando las medito, me quedo con la sensación de que no consigo penetrar en su significado más profundo...
Si somos sinceros, es difícil descubrir en la pobreza, en el llanto, en el sufrimiento un motivo de felicidad. Más aún, no sé si me atrevería a decirle a una persona que está atravesando por esas situaciones que tiene motivos para ser feliz... Y, cuando llego a este reconocimiento, me doy cuenta de que aún no he entendido el mensaje de Jesús... Porque si Él lo dice, así debe ser... Por eso, le pido la gracia de entender lo que nos quiere desvelar con sus palabras.
Dicen que la primera bienaventuranza es la principal, y que las demás son una explicitación de esta... "Bienaventurados, felices, dichosos los pobres de espíritu"...  Sobre ella se han escrito millones de páginas... La discusión se centra básicamente en dos cosas: cómo la pobreza puede ser motivo de dicha, hasta considerar hipócritas e insensibles a quienes lo dicen pues, habitualmente, no lo viven. Por eso, explican algunos, Mateo añade pobres "de espíritu", como si de este modo quisiera suavizar o espiritualizar la expresión...
Centrar la discusión en esto, es no entender el significado de "pobre" en el lenguaje bíblico. Jesús no se está refiriendo a la pobreza socioeconómica. Carecer de lo necesario para vivir, nunca será una bendición. Dios ha hecho un mundo rico de todo lo necesario para que todos podamos vivir dignamente. Jesús se está refiriendo a los anawin, de allí el añadir "de espíritu". Jesús no se refiere a la pobreza como concepto abstracto; se refiere a las personas, a los que viven con la actitud del sabio, del que ha descubierto que la felicidad no está en las cosas, estas son medios, sin duda necesarios, pero no son la fuente de la felicidad. Jesús nos quiere ayudar a tomar consciencia de que el secreto de la felicidad, la fuente de la felicidad es descubrir a Dios en el centro y origen de nuestra vida... Los pobres de espíritu, los anawin, son aquellos que viven con la serena tranquilidad de saber que su vida está en manos de Dios, de nadie más y eso da una alegría y una paz profundas, en medio incluso de las carencias y dificultades. No se trata, por tanto, de exaltar la pobreza material, eso es tergiversar el mensaje de Jesús, sino de abrir nuestros ojos para no poner en las riquezas el objetivo de nuestra vida, sino hacer acopio de los bienes espirituales...  No olvidemos que en este mundo estamos de paso, que los bienes son necesarios, imprescindibles para subsistir, pero que la fuente de la felicidad está en nuestro interior y que todos tenemos acceso a ella...

domingo, 5 de junio de 2016

La viuda de Naín. (Lc 7, 11-17)

La mujer de Naín había llorado ya la muerte de su marido. Ahora está atravesada por el dolor más terrible, la muerte de su único hijo. Cuántas historias como estas también hoy. 
Es inútil buscar en la Biblia el porqué del dolor. Sin embargo, el evangelio de hoy nos narra la reacción de Jesús: a él le duele el dolor del ser humano. Y lo expresa con tres verbos: sentir compasión, detenerse, tocar.
Jesús ve el llanto y se conmueve, se deja herir por las heridas de aquel corazón. El mundo es un enorme llanto, un río de lágrimas, invisible para quien ha perdido la mirada del corazón. Jesús sabía mirar a los ojos (mujer, no llores). Solo hay una manera de conocer a una persona, a Dios, a un pueblo, un dolor: detenerse, arrodillarse y mirar de cerca. 
Nada indica que esta mujer sea más religiosa que otros; lo que traspasa el corazón de Jesús es su dolor. Aquella viuda no le pide nada, no lo llama, no lo busca, pero ella misma es una súplica silenciosa, y Dios escucha la elocuencia de las lágrimas, responde al llanto de quien ni siquiera se dirige a Él. Y se hace cercano, como una madre a su hijo.
Jesús ve, se detiene y toca. Cada vez que Jesús se conmueve, toca: al leproso, al ciego, el ataúd del joven de Naín. Tocar es una palabra fuerte, que nos pone a prueba, porque no es espontáneo tocar a alguien contagioso, infectado, al mendigo, a un cadáver… Tocar no es un sentimiento, es una decisión.
Se acerca, toca, habla: Muchacho, a ti te digo, levántate. Usa el mismo verbo referido a la resurrección. Y lo devuelve a su madre. Y todos daban gloria a Dios: “ha surgido un profeta entre nosotros”.
Jesús es el profeta de la compasión, de un Dios que se acerca a quien sufre, que llora con nosotros, cuando el dolor parece rompernos el corazón. Y nos convoca a obrar “milagros”, no el transformar ataúdes en cunas, como en Naín, sino el milagro de permanecer junto a quien sufre, junto a las infinitas cruces del mundo, dejándonos herir por cada herida, llevando el consuelo humano y divino de la compasión.
Detenerse. Para observar bien un prado hace falta arrodillarse y mirarlo de cerca (Ermanno Olmi). El tacto es, de los cinco sentidos, el modo de amar más íntimo, es un beso. Abre una puerta en las relaciones.
Una mujer, un féretro, un cortejo. Son los ingredientes básicos del relato, que pone en escena la tragedia de tantas madres.
Jesús no analiza el dolor, se sumerge en él junto a la mujer. Jesús iba de camino, como un forastero, y se revela “prójimo”. Poco antes le habían preguntado: ¿Quién es mi prójimo? Y él había dicho: el que se acerca al dolor de los demás, lo carga sobre su espalda, intenta consolarlo, aliviarlo, curarlo si es posible.
El evangelio nos dice que Jesús sintió una profunda compasión. La primera respuesta del Señor es sentir dolor ante el dolor de aquella mujer… Y la auténtica compasión, moviliza…

(Ermes Ronchi. www.retesicomoro.it Traducido del italiano.)

sábado, 4 de junio de 2016

Fiesta del Inmaculado Corazón de María. (Lc 2, 41-51)

“María conservaba todo esto en su corazón.”
Hoy la Iglesia celebra el inmaculado corazón de la Virgen María… Precisamente el día después de que hemos celebrado el Corazón de Jesús… Con ello, pone de manifiesto la enorme unión entre María y su Hijo, hasta el punto de que María llegó a tener su mismo corazón… Así, de esta manera tan sencilla, se nos muestra a nosotros el verdadero camino del seguimiento: estamos llamados a tener el mismo corazón, los mismos sentimientos que Jesús, igual que María.
El corazón habla de profundidad, de interioridad, de sensibilidad, de afecto. Cuando una persona es bondadosa, limpia, solemos decir: qué corazón más bueno tiene. Lo que realmente llega al corazón no son las ideas, son los gestos de cercanía y ternura.
La lectura de hoy termina diciendo: “Su madre conservaba todo esto en su corazón”. No dice que le daba vueltas en la cabeza para intentar “comprender” o sacar conclusiones lógicas… Las “guardaba en el corazón” para dar tiempo a que Dios le desvelara el sentido de los acontecimientos, para que le ayudara a comprender, desde dentro, muchas cosas que ella, en un primer momento, no entendía…
En este caso, después de haber estado buscando a Jesús durante tres días (alusión a los días que permanecerá en el sepulcro antes de la resurrección); después de su angustia y preocupación, escucha de su hijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa (o en las cosas) de mi Padre? En un primer momento esto puede sonar casi a desprecio, a desconsideración… María podría haberse sentido ofendida, despreciada… Sin embargo, calla y guarda todas esas palabras en el corazón… Está convencida de que, lo que no entiende ahora, tiene un sentido que le será revelado si se da tiempo, si le da tiempo a Dios…
Que el contemplar el corazón de María, nos anime a pedirle al Señor tener un corazón como el suyo…

viernes, 3 de junio de 2016

Fiesta del Corazón de Jesús

Muchos filósofos a lo largo de la historia cuando han dirigido su reflexión hacia la divinidad le han asignado una serie de atributos: Todopoderoso, omnipresente, omnisciente… En pocas palabras, suponen que Dios debe poderlo todo, saberlo todo y estar presente en todo… Y, de no ser así, pues no sería Dios…
Hay quien dice que detrás de esta imagen de Dios late nuestro “ideal” de hombre, aquello que a nosotros mismos nos gustaría llegar a ser: tener el pleno conocimiento y poder sobre todo… En el fondo fue la denuncia de los grandes “Maestros de la sospecha”, que nos acusaban de hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza, proyectando sobre la divinidad nuestros propios deseos y carencias y, en muchos casos, hay que reconocer que tenían razón. Por eso, muchas de nuestras ideas sobre Dios hablan más de nosotros mismos que de Él.
Jesús, sin embargo, nos presenta una imagen bien distinta… Dios no aparece como Alguien Todopoderoso, la varita mágica que puede resolver todos nuestros problemas o que puede eliminar de un plumazo a sus enemigos, sino como un Dios “Todocorazón” y “Todoternura”…
Ya en el Antiguo Testamento, junto a esas imágenes del Dios guerrero y vengativo, se abre camino la presentación de Dios como compasivo y misericordioso… La famosa “autodefinición de Dios” que encontramos en el Éxodo se expresa en esos términos: “Dios clemente y misericordioso, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad” (Ex 34, 6b). ¡Es así como Dios se describe a sí mismo…! Esta misma definición se recoge en muchos salmos y otros texto veterotestamentarios…
El conocimiento del verdadero rostro de Dios llegará a su plenitud en el Nuevo Testamento donde Juan, al hablar de Él sencillamente dice: “Dios es Amor” (1Jn 4, 8.16) Y sí, es a la conclusión a la que llega después de haber convivido con Jesús… Y no me extraña, pues Jesús es la “versión humana” de Dios, es su imagen, quien lo ve a Él, ve al Padre (Jn 14, 9)…
¿Y cómo se presenta Jesús en los evangelios? Como un hombre con un corazón de oro… Cercano, sumamente sensible ante quien sufre: la viuda de Naím que ha perdido a su único hijo, unas hermanas que han perdido a su hermano Lázaro, el siervo enfermo de un soldado romano, una mujer adúltera a punto de ser lapidada; Jesús acaricia a los niños, consuela a los tristes, da palabras de aliento al afligido, anuncia a un Dios bueno a quien no hay que temer… No juzga sino que su actitud es la de salvar a la persona… No condena, sino que lo que pretende es denunciar lo que daña al ser humano con el fin de provocar un cambio de actitud en quien produce ese daño… No, Dios no castiga, Dios ama…
La fiesta del Corazón de Jesús nos habla de eso, del corazón de Dios, de su infinita bondad y ternura hacia nosotros… Por eso, es una llamada a dejar esas falsas imágenes de Dios que nos lo presentan como alguien vengativo o, en la actualidad para muchos, como alguien ajeno a nuestro sufrimiento, a nuestras vicisitudes…
No, Dios es “Todocorazón”, Dios es Padre y Madre… No es un mago que nos resuelve nuestro problemas con una varita mágica, sino alguien que nos ama como somos pero nos sueña mejores, que nos acoge en nuestra debilidad y que, porque nos ama incondicionalmente, nos ayuda a atravesar por esta vida con la confianza de quien se sabe en buenas manos…
Como dice la oración colecta de la eucaristía, que esta fiesta nos ayude a caer en la cuenta y a agradecer al Señor sus gestos de cariño hacia nosotros… Muchos veces sólo nos dedicamos a pedir… Dedica unos minutos estos días a ver todo lo que el Señor te ha dado y dale gracias… ¡Es de buen nacido ser agradecidos!
Os invito a ver el video que publiqué con ocasión de esta misma fiesta en http://paraorar.blogspot.com/2008/05/fiesta-del-corazn-de-jess.html

jueves, 2 de junio de 2016

Ama y haz lo que quieras. (Mc 12, 28b-34)

«"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.» Esta es la respuesta que das al escriba que te preguntó sobre el primero de los mandamientos... Una vez más, te pedían definirte, y no era fácil, pues había cientos de preceptos que terminaban dando la misma importancia a detalles y pequeñeces que a lo realmente nuclear.
Y sí, a veces es tal la maraña de cosas que tenemos que hacer, que nos encontramos abrumados por las "obligaciones", por los "deberes", y corremos el riesgo de que se nos olvide lo importante... Y Jesús nos ayuda a volver a lo esencial. Todo se centra en el amor, el amor a Dios y al que tenemos cerca... No es cuestión de cumplir una serie de cosas, como hacía aquel rico que, a pesar de ello sentía que le faltaba algo; se trata de amar... Como dice San Juan de la Cruz: "al final de la vida, seremos juzgados en el amor"; lo único que realmente importará es si hemos amado... Y el amor no es un sentimiento; el amor está hecho de pequeños gestos y detalles: escuchar, disculpar, hacer un favor, sonreír, quitar hierro a las cosas, hacer la vida agradable, poner lo que está de mi mano para hacer un mundo mejor... Por eso San Agustín escribe: "Ama y haz lo que quieras". Porque, quien ama, solo podrá hacer el bien.

miércoles, 1 de junio de 2016

Dios es un Dios de vivos... (Mc 12, 18-27)

El evangelio de hoy trae ante mí tantas discusiones teológicas y polémicas por el modo como interpretar o entender diversos temas religiosos que afectan a nuestra vida de cada día... De hecho, muchas veces, según a quien leamos o escuchemos, las conclusiones son distintas... Y, en no pocas ocasiones, nos pasa como a los saduceos de este texto, que parece se acercan a Jesús para reforzar su propia creencia contraria a la resurrección... Qué difícil es buscar con honestidad la verdad cuando lo que realmente buscamos, aunque de manera inconsciente, es que nos den la razón... Por eso me parece tan sabía la respuesta de Jesús. No entra a polemizar. Sencillamente dice: "Estáis equivocados, porque no entendéis las Escrituras..."
Este reproche está varias veces en boca de Jesús: no entendéis... Y, detrás de ese reproche, hay una llamada, la llamada a profundizar en su Palabra para así entender su verdadero sentido, para no quedarnos en la letra si no en el espíritu... Y una clave de lectura fundamental es que "Dios es un Dios de vivos...". Dios ama y protege la vida... Por eso, nunca debería invocarse el nombre de Dios para justificar la muerte o lo que al ser humano le coarta la vida... Señor, danos un corazón sincero, que busque la verdad. Señor, qué seamos defensores y protectores de la vida..., de todo lo que es vida..., de todo lo que da vida... Venga de dónde venga...