lunes, 19 de febrero de 2018

El camino más corto hacia Dios es el camino que nos lleva hacia el hermano.

La #Cuaresma es un tiempo dedicado en gran medida a nuestra conversión, a retomar el camino que muchas veces, sin darnos cuenta, hemos perdido. Por un lado, se trata de retornar a casa, bonita expresión para decir que retornamos a Dios, que es nuestra fuente, nuestro origen, quien sostiene nuestra existencia, pero no se trata de un retorno meramente “religioso”. Se trata de volver también a nuestros hermanos… Vivimos tan de prisa, con tantas cosas entre manos y en nuestra cabeza, que a veces se nos olvida “vivir”… Y vivir es ir por la vida con los ojos abiertos, disfrutando de las pequeñas cosas que se nos ofrecen, de las personas que nos rodean y que nos necesitan… Y, curiosamente, vivir así, nos ayuda también a redescubrir a Dios presente en nuestra vida. Porque, no lo olvidemos, la espiritualidad y el servicio van de la mano, el amor a Dios y a los demás, no pueden separarse.
Hoy Jesús en el evangelio es sumamente claro: Cada vez que distes de comer, de beber, que vestisteis o visitasteis a alguien que lo necesitaba, a mí me lo hicisteis (Mt 25).
Sí, el camino más corto hacia Dios es el camino que nos lleva al hermano. Vivamos el día sirviendo. No hace falta hacer grandes cosas. Basta estar atentos a lo que los demás pueden necesitar y dar esas pequeñas respuestas que incluso pasan desapercibidas… Y, al hacerlo, cae en la cuenta de que, con esos gestos, estás sirviendo al mismo tiempo a Dios pues, en lo profundo, todos somos UNO. 

viernes, 16 de febrero de 2018

¿Tiene sentido hoy el ayuno?

Es curioso… Mientras en algunos sectores de la Iglesia ha perdido sentido el ejercicio (que no la mera práctica) del ayuno, en otros ámbitos –y no precisamente religiosos–, no solo tiene gran vigencia sino que se ha puesto de “moda”.
Todas las tradiciones religiosas incluyen la importancia del ayuno como una práctica ascética que nos ayuda en nuestro camino espiritual. Lamentablemente, todo lo que suena a “ascesis” despierta un cierto rechazo o se considera sencillamente anacrónico. Sin embargo, la ascesis alude a la necesidad de ejercitarnos, y quién puede dudar que todos necesitamos hacer ejercicio si queremos llegar a dominar una habilidad y, además, se requiere constancia, disciplina.
Muchos estudios han puesto de relieve los beneficios del ayuno. Hay quienes lo practican de manera habitual al menos una vez por semana –y esto sin una motivación religiosa sino meramente por salud–; privarnos de algunos alimentos purifica el organismo. Sin embargo, cuando las tradiciones espirituales han introducido el ayuno, lo que pretenden es algo mucho más profundo. Sin duda hay un tema de salud, de necesidad de purificar nuestro cuerpo, de cuidarlo (no de mortificarlo). Pero también tiene otros sentidos. Tiene un sentido solidario: muchos se privan de algo para compartirlo con otro (el dinero que no me gasto en tomar un café o fumarme un cigarrillo, lo dono a una buena causa o lo doy como limosna a alguien que lo necesite). Puede ser también un intento de empatizar –aunque no lo consigamos del todo– con la situación a la que están sometidas tantas personas en nuestro mundo y que pasan hambre (para nosotros es muy difícil tener verdaderamente esa experiencia), no por sentimentalismo, sino como una toma de consciencia que nos mueva a hacer algo. Y, en tercer lugar (que no en último), nos puede ayudar a recuperar el verdadero sentido de las cosas. Volver a tomar consciencia de que no solo de pan vive el hombre, sino que necesitamos alimentarnos de la Palabra de Dios, de la eucaristía, alimentar el espíritu; que las cosas son un regalo, no un mero objeto de consumo; que soy yo quien debo tener el control sobre ellas, no ellas sobre mí (aprender a dominar nuestros apetitos, nuestros deseos compulsivos, nuestras dependencias y adicciones a objetos, personas, emociones)…
Hoy es viernes de #Cuaresma; por tanto, día de ayuno. Por eso viene bien preguntarnos:
  • ¿De qué debería ayunar hoy?, ¿de qué debería privarme?...
  • ¿Qué sentido le quiero dar? ¿Un sentido solidario? ¿Un sentido religioso? ¿Ambos…?
Y, recuerda. Ayunamos no para mortificarnos, sino para recuperar la libertad, para dejar espacio a Dios, a los demás…

jueves, 15 de febrero de 2018

Nuestra ingenua pretensión de control

De una u otra manera, todos pretendemos tener las cosas bajo control: nuestras finanzas, nuestros hijos, nuestra pareja, nuestro futuro, nuestros sentimientos. Hacemos planes, establecemos metas, previsiones y, sí, está bien… pero…, la experiencia nos da que hay muchas cosas que escapan a nuestro afán de tenerlo todo controlado… una enfermedad, un accidente, una muerte, un despido, una repentina caída de la bolsa… Y esto, generalmente, nos genera mucho estrés.
Sin embargo, estas experiencias vitales de pérdida de control, pueden ser una oportunidad para caer en la cuenta de que la vida fluye y que, como el agua de un río, hay que dejarla fluir… Y que igual que es imposible atrapar el agua del océano en nuestras manos, es imposible querer controlarlo todo pues, al pretender hacerlo, no pocas veces lo terminamos ahogando…
La vida está llena de paradojas, cosas que escapan a nuestro control. Hay que prever y, al mismo tiempo, ser flexibles. El secreto está en alimentar en nosotros un profundo sentimiento de confianza vital: sí, estamos en buenas manos, hay Alguien, un Padre amoroso, que cuida de nosotros… Cuando experimentamos esto, ya no tenemos tanto miedo a dejar que las cosas, que la vida, que las situaciones fluyan.
Hoy Jesús en el evangelio nos dice que el que quiera salvar su vida la perderá (Lc 9,22-25); por eso, no debemos estar obsesionados por salvar todas las situaciones y mantenernos siempre en un entorno seguro, controlado. Y nos propone como alternativa ir en pos de Él. Sí, seguir a Jesús, hacer nuestros los valores que nos propone el evangelio. Entonces nos daremos cuenta de que en cada coyuntura, en cada encrucijada de la vida, Él nos mostrará el camino.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Hoy puede empezar a cambiar mi vida

Hoy es Miércoles de Ceniza y, con él, empieza la Cuaresma, el tiempo de preparación para la Pascua, el tiempo de la resurrección, del Espíritu, de la vida…
La Cuaresma es un periodo largo (46 días; 40 si quitamos los domingos), que nos brinda la oportunidad de “convertirnos”; es decir, de pararnos a pensar dónde estamos, hacia dónde vamos, de modo que podamos corregir el rumbo y orientar nuestra vida en la dirección correcta y, para ello, el evangelio actúa muy bien como brújula pues nos ayuda a recuperar nuestra conexión con Dios y con nuestros hermanos.
La Cuaresma, además, dada su duración, es también una buena oportunidad para adquirir nuevos hábitos, más sanos y mejor alineados con nuestros valores. Curiosamente, para crear nuevos hábitos se necesitan entre 21 y 66 días, con lo cual, estos 40-46 días, vienen a ser la media del tiempo necesario, así que, ¿por qué no aprovecharlos?
Para ello os propongo lo siguiente:
  1. Piensa QUÉ te conviene hacer o dejar de hacer en orden a esta “conversión” tan necesaria que llevas tiempo posponiendo: dedicar más tiempo a la oración, a mi familia, a leer el evangelio, a algún voluntariado… O, dejar de enfadarme por pequeñeces, no empeñarme en tener siempre la razón…
  2. Pregúntate “PARA QUÉ” lo quieres hacer; es decir, qué es lo que realmente quieres conseguir con ello. Puede ser mejorar mi conexión con Dios, con mi centro; mejor mis relaciones personales…
  3. Agéndalo, dale un tiempo concreto: marca CUÁNDO lo vas a hacer.
  4. Empieza HOY. No caigas en el autoengaño del “mañana empiezo”.
  5. Ponle PASIÓN, ganas. Imagínate como si ya lo hubieras conseguido. Experimenta el bienestar, la satisfacción que te produce.
  6. Y sé CONSTANTE. Los hábitos se adquieren con la práctica diaria y, no seamos ingenuos, cuesta, sobre todo al principio. Por eso son tan importantes los pasos anteriores.
¡Buena Cuaresma!

martes, 13 de febrero de 2018

Hay cosas que solo se entienden con el corazón. (Mc 8, 14-21)

El evangelio de Marcos resalta en muchas ocasiones la dificultad que tenían los discípulos para entender a Jesús. En esta ocasión, incluso pone en boca de Jesús estas palabras: ¿Es que no acabáis de entender? Y, sí, a nosotros nos pasa también lo mismo. Seguimos a Jesús con sinceridad de corazón, pero hay cosas que nos cuesta entender… Nos cuesta entender por qué hay que perdonar siempre; nos cuesta entender por qué tenemos que amar a todos, incluso a nuestros enemigos; nos cuesta entender que para vivir hay que morir y que solo el que se pierde se encuentra… El evangelio está lleno de paradojas que nos cuesta entender porque nos empeñamos en pasarlo todo por nuestra cabeza, y hay cosas que solo se entienden con el corazón… “El corazón tiene razones que la razón no entiende”…
Tal vez ese es el secreto. Jesús nos invita a escuchar en el silencio del corazón, en ese lugar sagrado donde Dios habita, donde no estamos contaminados con palabras, ideas preconcebidas, necesidad de tener la razón y encasillarlo todo dentro de nuestros esquemas…
Abre, Señor, nuestro corazón, para acoger tu mensaje de paz, de amor, de modo que penetre nuestra vida, la transforme y la haga presencia de tu paz y de amor…