1. LEE: Mt 17, 1-9
El Miércoles de Ceniza empezamos la Cuaresma, un tiempo de conversión, de afianzar nuestro seguimiento a Jesús, de ir creciendo como discípulos suyos. Ese día, el evangelio nos recordaba las tres grandes “prácticas cuaresmales”: la limosna, la oración y el ayuno, que tocan nuestra relación con el prójimo, con Dios y con nosotros mismos. De este modo, dábamos inicio a un itinerario espiritual como preparación a la gran fiesta de la Resurrección de Jesús.
El domingo pasado, primero de la Cuaresma, se nos proponía ir al desierto para tomar consciencia del modo en que solemos ser tentados, para así desenmascararlas y vencerlas. Este domingo, se nos propone un segundo paso, subir a la montaña con Jesús; obviamente, de manera simbólica.
La montaña tiene un gran simbolismo espiritual. La montaña es un lugar de encuentro con Dios. Moisés y Elías, por ejemplo, tuvieron profundas experiencias espirituales en lo alto de la montaña. Se nos invita, por tanto, a dedicar un tiempo y un espacio para profundizar en nuestra relación con el Señor.
Poco antes (seis días atrás, nos dice el evangelio), Pedro había reconocido a Jesús como el Mesías (Mt 16,13-20). Entonces, Jesús hizo a sus discípulos el llamado “primer anuncio de la pasión” (en total serán tres). Allí les comparte el destino que le espera: será tomado prisionero, torturado y ejecutado y, al tercer día, resucitará (Mt 16,21). Ante esto, Pedro lo toma aparte para disuadirlo y recibe de Jesús una respuesta muy dura: “¡Apártate de mí, Satanás… tú no piensas como Dios sino como los hombres!” (Mt 16,22-23). Increíblemente, el mismo que poco antes lo había reconocido como el Mesías de Dios, ahora es instrumento de Satanás… Así es nuestra vida…, podemos ser instrumentos de Dios o instrumentos del mal, aún creyendo que estamos actuando bien…
Después de esta reprimenda, Jesús les dice las condiciones que deben cumplir quienes quieran seguirlo, entre ellas, negarnos a nosotros mismos (¡dejar de ponernos en el centro!) y tomar nuestra cruz (Mt 16,24-27).
Todo esto debió dejar muy impactados a quienes lo escucharon… Y, en este contexto, Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan (precisamente quienes luego serán testigos de su oración en Getsemaní) para que lo acompañen a lo alto de la montaña y así fortalecerlos en su fe.
Allí, Jesús se “transfigura”, es decir, les revela su identidad más profunda, aparece resplandeciente, como quién es, ¡Hijo de Dios! Y, junto a Él, vemos a Moisés y Elías, representantes de la Ley y los profetas, hablando con Jesús. ¡Todo el Antiguo Testamento reconoce a Jesús como el mesías esperado! y, poco después, desaparecen, quedando Jesús solo… porque ahora, toda nuestra mirada y nuestra escucha, se centran en Él…
Pedro queda sobrecogido, entusiasmado, hasta el punto que quisiera quedarse ahí para siempre… (es lo que nos pasa a nosotros cuando tenemos una experiencia espiritual que nos llena de paz). Y, entonces, cuando él quiere quedarse instalado en ese momento sublime, una voz (¡el Padre!), les dice: “Este es mi Hijo” (igual que ya había dicho en el bautismo), y añade: “Escúchenlo”. ¡Esta es la invitación que se nos hace en esta segunda semana de Cuaresma, subir a la montaña para tener un encuentro con Dios, para escucharlo… Y, para la Biblia, escuchar y hacer, es inseparable. Subimos a la montaña para escuchar al Señor y para hacer lo que Él nos dice (si recuerdan, fue lo que la Virgen les dijo a aquellos sirvientes en las Bodas de Caná: “Hagan lo que Él les diga”).
Por eso, subimos a la montaña no para quedarnos ahí sino para, una vez que hemos escuchado, bajar a la llanura, bajar a nuestra vida cotidiana, pero bajar transfigurados, llenos de Dios, llenos de paz… para, en nuestras tareas de cada día, ser presencia de Dios en medio de nuestro mundo y, serlo, viviendo las actitudes y los valores que Jesús vivió y que nos transmiten los evangelio.
2. MEDITA
- ¿Con qué frecuencia “subo a la montaña” para tener momentos de encuentro con Dios?
- ¿Cuánto tiempo dedico a escuchar su Palabra?
- Recuerda alguna experiencia en que Jesús se te ha hecho presente de manera especial.
3. ORA
- Dialoga con el Señor...
- Pídele… Dale gracias…
- Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
- ¿A qué te invita su Palabra?
- ¿Qué podrías mejorar o cambiar?