Quedan pocos días para la Navidad. El tiempo de Adviento nos ayuda a prepararnos a acoger en nuestra vida, en nuestra casa, en nuestra familia, a Jesús, al mismo Dios que se quiso hacer uno de nosotros, como nosotros para poder entablar una relación de tú a tú con nosotros, para decirnos que no es alguien etéreo ni lejano, sino alguien que está cerca, muy cerca... Tan cerca, que a veces no nos damos cuenta.
Hoy el evangelio nos presenta la visita de María a su prima Isabel. Ambas mujeres portan una nueva vida en su seno, señal de que algo nuevo está naciendo y que, aunque no se ve, se siente.
Isabel, al encuentro con María, salta de gozo. La invade una alegría profunda, serena. No es ella, es aquel niño que lleva en su viente, Juan el Bautista, que percibe a Jesús en el seno de María, percibe que dentro de ella habita Dios e, incluso sin darse cuenta, lo comunica con su sola presencia, con su sencillo gesto de ir a ayudar a su prima encinta.
Estos días hacemos y recibimos muchas visitas. Que estos encuentros sean fuente de gozo, de alegría. Que todos podamos percibir al Dios que llevamos dentro y podamos descubrirlo también presente en aquellos con quienes nos cruzamos por la vida.
Hagamos de la Navidad un tiempo de encuentro, de gozo, de experimentar la alegría de saber a Dios en medio de nosotros, en nosotros, en todo y en todos los que nos rodean.
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