"¿Eres Tú aquel que el mundo está esperando o no?" He aquí una gran pregunta que permanece actual: ¿continuamos siguiendo el evangelio o buscamos en otra parte? A Juan el Bautista lo ha asaltado la duda y, sin embargo, Jesús no pierde para nada la gran estima que siente por él: ¡Juan es el más grande! La duda no disminuye la fe del profeta. Lo mismo nos pasa a nosotros; yo creo y dudo, y Dios me sigue queriendo; en mí hay una mezcla de fe y dudas, y su confianza permanece intacta.
"¿Eres Tú?" Jesús no responde con argumentaciones sino con un listado de hechos: ciegos, cojos, sordos, leprosos, se curan, retoman el camino, tienen una segunda oportunidad, su vida cambia. Donde el Señor toca, trae vida, cura, hace florecer. La respuesta a nuestras dudas es simple: si el encuentro con Él ha cambiado algo, ha producido alegría, valor, confianza, apertura de corazón, generosidad, belleza, si vivo mejor ahora, entonces es Él quien debe venir.
Los hechos que Jesús cita no han cambiado el mundo; y, sin embargo, aquellos pequeños signos bastan, pues eso significa que el mundo no es un enfermo incurable. Jesús no ha prometido resolver los problemas del mundo con sus milagros. Ha prometido algo mucho más grande: el milagro de la semilla, el trabajo oculto de la semilla que irremisiblemente germinará. No nos ha dado el pan ya listo, sino una levadura que no se gasta
Está en nosotros prolongar ahora los gestos a los que Jesús alude: "Si yo consigo ayudar a que una sola persona viva mejor, esto es ya suficiente para justificar el don de mi vida. Es hermoso ser pueblo fiel de Dios. Y alcanzamos la plenitud cuando rompemos las paredes y nuestro corazón se llena de rostros y de nombres" (Francisco, Evangelii Gaudium, n. 274).
La fe está hecha de dos cosas: ojos que ven el sueño de Dios y manos pacientes y confiadas como aquellas del campesino que "espera con constancia el precioso fruto de la tierra" (St 5,7). De un estupor, como el de un enamorado, por un mundo nuevo posible, y de un trabajo concreto por rostros y nombres que llenan el corazón. También de cansancio: "Hasta que hay cansancio hay esperanza" (D. Milani)
"Dichoso aquel que no se escandalice de mí". Jesús escandalizaba entonces y también ahora, a no ser que hagamos un Cristo a nuestra medida y domestiquemos su mensaje: ni estaba con la mayoría, cambió el rostro de Dios y del poder, ha puesto a los publicanos y prostitutas antes que a los sacerdotes, ha hecho de los pobres los príncipes de su reino.
Jesús, un hombre solo, con un puñado de amigos, contra todos los males del mundo. Dichoso aquel que lo siente como pequeña y potente semilla de luz, chispa de fuego que vive y obra en el corazón del hombre. Único milagro que realmente necesitamos.
(Ermes Ronchi - www.retesicomoro.it - traducido del italiano)
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