lunes, 30 de mayo de 2016

Parábola de los viñadores homicidas (Mc 12, 1-12)

"Entonces se dijeron: matémoslo. Lo agarraron, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña". De este modo tan directo expresa la parábola las intenciones de los sacerdotes, letrados y senadores, a quienes Jesús dirige estas palabras... Sí, Jesús conoce el corazón y desvela sus intenciones ocultas... Por eso, podríamos preguntarnos qué ve en el mío, cuáles son esos deseos ocultos respecto a otras personas..., deseos que incluyen el ánimo de eliminarlas de tantas maneras, sin tener que llegar, obviamente, al asesinato... Pero prefiero fijarme no en las torcidas intenciones del corazón humano, sino en el corazón de Dios. Porque está parábola también nos está hablando del Padre...
La viña es una imagen muy conocida por el pueblo judío, pues la viña son ellos, soy yo... 
Hoy podemos contemplar el amoroso cuidado del viñador; es decir, el amoroso cuidado del Padre hacia cada uno de nosotros, hacia mí... Contemplar cómo la planta, la rodea con una cerca, cava un lagar, etc... Y, al final, la entrega a unos labradores para que la cultiven... Ese es Dios... Nos rodea de beneficios, nos da lo que necesitamos para vivir... A mí, a todos... Un mundo lleno de maravillas... Y no escatima detalles de ternura... Y es tan generoso, que al final nos entrega el mundo para que lo cuidemos y lo hagamos crecer, producir, multiplicarse... 
Todo esto me recuerda los relatos de la creación del Génesis (1-2). Pero, de repente, las cosas se tuercen... Pasado un tiempo prudencial, el dueño de la viña envía mensajeros para percibir el tanto que le corresponde... Y, qué se encuentra? Unos viñadores que se han apropiado de la viña y eliminan al mensajero.. Pero lo realmente increíble es que, el dueño de la viña, Dios, no se resigna, no pierde la esperanza, y manda mensajeros una y otra vez... Y aunque los siguen maltratando, continúa en su empeño, hasta el punto de mandar a su Hijo... 
Al final, esa es la imagen que me queda... Dios no pierde la esperanza... Dios sigue confiando en que su amor, su cuidado, terminará abriendo nuestro corazón... El Señor espera de nosotros frutos de amor, de justicia, de fraternidad... Y viene cada día a buscarlos..., sin desanimarse..., aunque no siempre encuentre lo que busca e incluso sea rechazado...
Qué amor más grande, qué infinita paciencia!... Por eso, ahora, más que preguntarnos nada, abramos nuestro corazón para percibir a este Dios que viene tantas veces a mi encuentro, que me rodea de detalles de amor y de ternura y que lo que desea de mí es que tenga una vida fecunda, que cree vida a mi alrededor...

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