El 31 de mayo celebramos la Fiesta de la Visitación de María a su prima Isabel... El evangelio de Lucas nos narra este suceso con detalles llenos de ternura y que se prestan a la contemplación, como si nos encontráramos ante una fotografía... (Lc 1,39-56).
Por un instante podemos cerrar los ojos e imaginar la escena... Estamos ante el encuentro de dos mujeres que llevan la vida en su vientre... María, la joven virgen, que se encuentra encinta por obra del Espíritu Santo; Isabel, la mujer madura y estéril, en cuyo seno ha germinado la vida... María, la mujer llena del Espíritu Santo; Isabel, la mujer sensible a la acción del Espíritu que descubre en María al Dios que lleva dentro... Es un encuentro gozoso... la escena desborda alegría... Cuando Dios está presente, la alegría es siempre plena...
¡Qué encuentro más hermoso el de estas dos mujeres...! ¡Qué sintonía tan profunda entre ambas, precisamente porque una y otra están en sintonía con el Espíritu...
En el evangelio se nos suelen proponer pequeñas oraciones que podemos hacer nuestras y repetir a lo largo de la jornada. Isabel dice: "¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?"... ¡Cuántas veces podríamos nosotros decir lo mismo! ¿Quién soy yo, Señor, para que hayas querido habitar en mi vida? ¿Quién soy yo para que te fijes en mí? ¿Quién soy yo para que tengas tantos detalles conmigo...? Y de esta pequeña oración dejar brotar el agradecimiento, fruto de un corazón y de unos ojos limpios que han aprendido a descubrir a Dios en los pequeños detalles de la vida...
Podemos también unirnos al Magníficat de María, otra oración llena de agradecimiento por la acción de Dios en la historia de la humanidad...
Dediquemos hoy unos minutos sencillamente a dar gracias... Y, como María, tengamos algún pequeño gesto de servicio y seamos portadores de alegría para quienes nos rodean...
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