Todos los días están llenos de oportunidades, de momentos maravillosos, de experiencias potencialmente extraordinarias. Y digo "potencialmente" porque están allí, esperándonos, pero para acogerlas y disfrutarlas, necesitamos estar atentos, "despiertos".
El evangelio de hoy es continuación del de ayer, en el que le preguntaban a Jesús cuándo y dónde se haría presente Dios... Y, entonces, nos hace caer en la cuenta de que Dios está dentro de nosotros, de cada uno. Ahora, da un paso más, y nos hace caer en la cuenta de que Dios se manifiesta en el momento menos pensado, en las cosas ordinarias de la vida y que, por eso, debemos estar atentos...
A veces pensamos que para tener experiencias profundas de Dios, necesitamos hacer cosas extraordinarias, ir a santuarios lejanos, buscar maestros en los confines de la tierra, asistir a celebraciones, cultos, etc., etc... Y, resulta, como dice Jesús, que Dios se manifiesta en las actividades ordinarias de la vida, y pone como ejemplos, que Dios vino mientras unos comían, otros compraban, vendían, segaban... Estaban tan metidos en los afanes de cada día, que no cayeron en la cuenta de que Dios estaba allí... Y nos advierte de que a nosotros nos puede pasar lo mismo...
Aprender a descubrir lo extraordinario que se hace presente en nuestra vida ordinaria... Tener la mirada y el corazón atentos para descubrir cómo Dios se hace presente aquí y ahora... Caer en la cuenta de esas oportunidades que se nos presentan en la vida para no dejarlas pasar... No sea que esperando grandes cosas, grandes momentos, grandes ocasiones, estemos dejando pasar pequeños milagros que nos están sucediendo todos los días...
Vivamos despiertos, con los ojos abiertos, y descubriremos un mundo maravilloso en el que Dios nos regala milagros a cada instante...
No hay comentarios:
Publicar un comentario