Qué hermoso es hacer las cosas por el gusto de hacerlo, sencillamente porque es nuestro deber, porque es lo que nos corresponde.
El estar a la espera de reconocimiento o el limitarnos a hacer solo lo que está mandado, en el fondo nos resta libertad y soltura interior...
Todos hemos conocido personas que sirven, ayudan, dan una mano sin que nadie se los pida, realizan su trabajo con esmero, con naturalidad... Y cuando les damos las gracias, responden que solo han hecho lo que tenían que hacer...
En el evangelio de hoy, Jesús nos narra una parábola. Un trabajador, después de hacer las faenas del campo, al llegar a casa de su jefe, se pone a servirlo. Y Jesús pregunta a su auditorio si actuando así ha hecho algo extraordinario. La respuesta es obvia: No, sencillamente hacía su trabajo. Y Jesús concluye la narración con una enseñanza: después de realizar nuestro trabajo, digamos simplemente que hemos hecho lo que teníamos que hacer, es decir, servir.
Por tanto, hoy Jesús nos invita a vivir nuestro trabajo, sea el que sea, con esta actitud de servicio y responsabilidad, dando lo mejor de nosotros mismos. Si somos maestros, ayudando a crecer a nuestros alumnos; si soy juez, impartiendo justicia; si soy policía, actuando como un buen servidor público, sabiendo que "eso es lo que tenemos que hacer". Vivir así, produce una satisfacción profunda, la satisfacción de hacer, sencillamente lo que tenemos que hacer, con amor, con entrega, siendo fieles a nuestra vocación de servicio, que es la esencia de todo ser humano...
No hay comentarios:
Publicar un comentario