Vivimos en una cultura mercantilista, donde todo se compra y se vende; donde lo que se hace, tiene un precio, una paga. Al parecer, esto responde a algo profundamente arraigado en el ser humano, ya desde antiguo.
Al principio, al leer este evangelio, casi me escandalizó la pregunta de Pedro a Jesús: Si nosotros hemos hecho esto, qué nos va a tocar, cómo nos vas a pagar. Pero, luego, reflexionando un poco, y poniéndome la mano en el corazón, me di cuenta de que, muchas veces, he pensado, sentido o deseado lo mismo...
Detrás, una vez más, está esa necesidad de ser recompensados, reconocidos... Material o moralmente... Qué difícil es actuar en completa gratuidad; es un aprendizaje que debemos hacer y una actitud que debemos cultivar.
Hay personas que muchas veces se enfadan con Dios porque, con todo lo que han hecho, con lo que se han sacrificado, no se sienten justamente tratados por Él... Todos en alguna ocasión hemos escuchado una queja en estos términos: no sé por qué Dios me trata así, con todo lo que he hecho por Él...
Me sorprende que, en esta ocasión, Jesús no los riñe por su actitud, pero dilata la recompensa... Habrá recompensa, pero más adelante... Dios conoce nuestras necesidades y responde a ellas, pero a su modo, a su tiempo...
En la vida es importante aprender a dilatar la recompensa... Todos habréis oído que recibimos lo que damos... Y es verdad... Pero no inmediatamente...
Una vez hicieron un estudio entre niños de unos 8 años. Los sometieron a una prueba. Uno a uno lo pusieron delante de un dulce muy apetecible. Y le decían: si eres capaz de esperar a que yo vuelva para comértelo, te daré otro. Es muy gracioso ver todos los esfuerzos que hacían por esperar. Unos lo consiguieron; otros, no.
Pasados unos años, el estudio constató que quienes habían sido capaces de esperar por la recompensa, luego tuvieron más éxito en la vida...
Y, sí, qué importante es aprender a hacer las cosas aunque no tengamos una compensación inmediata; hacer lo que tengo que hacer, no desde la lógica de: yo te doy, tú me das, sino desde la total gratuidad y desinterés..., sabiendo, sin embargo, que todo gesto de amor, por pequeño que sea, tendrá su "paga"... Cuándo, cómo..., no lo sé... Cuántos han claudicado en su empeño por no alcanzar resultados inmediatos...!
En todo caso, no caigamos en el engaño de creer que damos más de lo que recibimos... Quienes sois capaces de leer esto, por el mero hecho de poder hacerlo (sabéis leer, tenéis un móvil, una tablet, electricidad...) sois personas bendecidas...
Demos gracias por todo lo que recibimos cada día, y demos con la misma generosidad con la que cada día somos bendecidos...
Sigamos a Jesús, vivamos el evangelio, seamos generosos, démoslo todo, sin reservas... De hecho, la recompensa ya la tenemos aquí... En la felicidad de ser un canal de bendición para los demás...
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