El evangelio de hoy nos presenta el martirio de Juan el Bautista. Juan no muere de muerte "natural" ni es simplemente asesinado; Juan muere como consecuencia de su vida, de su fe, y es esto lo que lo convierte en mártir.
Juan es conocido como el precursor, el que va por delante. En los capítulos anteriores, San Mateo nos ha presentado distintos episodios en los que Jesús es rechazado, precisamente por quienes deberían haberlo reconocido. Con la muerte de Juan, de algún modo nos dice que Jesús fue consciente del riesgo que corría su vida.
Esto pone ante nosotros el drama de miles y miles de personas que hoy también son perseguidas y asesinadas a causa de su vida, de su fe.
Herodes tomó preso a Juan porque se atrevió a denunciar que no estaba bien que viviera con la mujer de su hermano. Hoy son miles los que están en las cárceles por denunciar las injusticias, porque resultan molestos a los poderes fácticos.
Y Herodes manda a matar a Juan, por una artimaña de su mujer. Herodías hace bailar a su hija delante del rey. Y, este, para lucirse ante sus invitados dando muestras de su poder, le ofrece lo que ella pida. Y, movida por su madre, pide la cabeza del Bautista... La verdadera instigadora queda oculta...
Como siempre, el evangelio nos invita a una reflexión. En primer lugar, nos invita a no vivir de espaldas al drama que actualmente está viviendo poblaciones enteras, cristianos que están teniendo que abandonar sus casas, que están perdiendo la vida por el simple hecho de ser cristianos. Es escandaloso el silencio de la comunidad internacional, pero también el nuestro, como si fuera algo que no tiene que ver con nosotros. La foto nos muestra el martirio de 21 cristianos ejecutados en Libia.
Y, como siempre, también nos invita a mirar hacia nuestro interior. El ser humano tiene la tendencia a eliminar a quienes le "molestan", desde los tiempos de Caín y Abel. Unos lo hacen de manera directa, incluso burda; otros, de maneras más sutiles, como Herodías, que se las arregla para eliminar a Juan manipulando a otros... Seguramente ninguno de nosotros hemos llegado al asesinato, pero puede que en nuestro haber tengamos personas a las que hemos quitado de en medio...
Pidámosle al Señor luz para conocer lo que anida en nuestro corazón para poder vencerlo. Eliminemos todo rastro de odio, de envidia, de resentimiento... Que nunca seamos causa del sufrimiento de otras personas. Y pidámosle también ser como Juan, capaces de dar la vida, de jugarnos el tipo por mantenernos fieles a nuestra fe, a nuestras convicciones.
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