Todos, alguna vez, hemos sido víctima de las "etiquetas". Como dice el refrán: por un a vez que maté un perro, me llamaron "mataperros". E, igual que nos las ponen a nosotros, también nosotros solemos ponerlas. Es decir, todos tenemos la tendencia a calificar a los demás, a tener una idea preconcebida, cerrada, inamovible y, sobre todo, limitadora. Esto hace que tengamos una visión muy reducida de las personas y no nos permite conocerlas en profundidad.
Jesús también vivió o, más bien, padeció esta experiencia humana. El evangelio de hoy nos narra una de sus visitas a Nazaret, la ciudad donde se crió. Entra a la sinagoga y empieza a predicar, como seguramente lo había hecho más de una vez. La diferencia es que, en esta ocasión, ya no era el mismo Jesús que habían conocido. De él se decía que realizaba milagros. Y lo miran con esos ojos incrédulos y murmuran... No, no puede ser posible... Y se niegan a la evidencia... Este parece ser el origen de otro refrán muy popular: nadie es profeta en su tierra.
Sí, es triste constatar lo difícil que es ser profetas en nuestra tierra. Y lo difícil que es dejar que otros lo sean...
La pena es que, esta postura, resulta ser profundamente limitante. De hecho este episodio concluye así: "Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe."
Cuántas personas podrían dar mucho más de sí, si creyéramos en ellas... Todos hemos experimentado de lo que somos capaces cuando alguien nos da un voto de confianza...
No pongamos etiquetas. Creamos en el potencial de los demás. Démosles el regalo de nuestra confianza. Y tampoco dejemos que nos limiten. Ante esta experiencia, Jesús no se vino abajo. Sencillamente marchó a otro lugar y siguió adelante con su misión... Qué le proporcionaba esta confianza, esta seguridad? La profunda experiencia del amor que le tenía su Padre... Dios no nos pone etiquetas... No dejemos que nos las pongan y que nos limiten los demás...
1 comentario:
Gracias por tu blog. Lo important siempre tinene sustancia y peso.
Aunque fue publicado en 2016, su contenido es igual de importante y vigente en 2018.
Dios te bendiga y ojalá sigas compartiendo en tú blog las inspiraciones del Espíritu Santo.
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