Todos
tenemos un enorme potencial dentro de nosotros. Es decir, posibilidades muchas
veces sin descubrir, explorar y, por tanto, sin explotar. De hecho, actualmente
existen los conocidos como “cazatalentos”; personas que saben ver todo lo que
puede llegar a ser una persona.
En las
Olimpiadas que acabamos de celebrar, hay muchos ejemplos de esos… Deportistas
que fueron descubiertos por alguien, antes de que destacaran de manera
particular, y que después de un adecuado entrenamiento y, por supuesto, empeño
personal, han llegado a conquistar medallas… El evangelio de hoy me recuerda
esto…
Jesús tiene
un profundo conocimiento de las personas… Sabe cómo somos, lo que hay en
nuestro interior, nuestra historia y, sobre todo, sabe lo que podemos llegar a
ser…
Hoy Lucas
nos narra el encuentro de Jesús con Simón, a quien luego pondría como
sobrenombre Pedro. Como siempre, la narración es hermosa. La gente se agolpa
alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago
de Genesaret; ve dos barcas junto a la orilla: los pescadores habían
desembarcado y estaban lavando las redes. Sube a una de las barcas, la de
Simón, y le pide que la aparte un poco de tierra. Desde la barca, sentado,
enseña a la gente. Sin prisa… Y la gente lo escucha embelesada… Cuando
terminó de hablarles, le dijo a Simón: “Rema mar adentro y echad las redes para
pescar”. Esto no tendría mayor importancia, salvo que habían estado trabajando
toda la noche y no habían pescado nada… Lo importante es que Simón, con una fe
ciega en Jesús, hace lo que le dice y el resultado es asombroso…
Simón Pedro,
que es un pescador avezado, se da cuenta de que lo obtenido supera con creces
su esfuerzo y que, por tanto, está Dios de por medio, y tiene esa hermosa
oración: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.” Hay situaciones en
la vida en que caemos en la cuenta de nuestra pequeñez, de nuestra limitación o
simplemente nos sentimos anonadados por algo cuyos resultados sabemos, supera con
creces nuestro esfuerzo o que, sencillamente, no merecemos… Es algo tan bueno e increíble, que nos
desborda… ¡Cuántas veces esta experiencia se convierte en una experiencia
espiritual…! Nos damos cuenta de que ha sido Dios, obrando a nuestro lado…
Lo maravilloso
es que, en ese momento, Jesús dice a Pedro: “No temas: desde ahora serás
pescador de hombres…” Jesús ve en Simón algo más que un pescador de
peces, ve en él un potencial enorme, la capacidad de llegar a ser un “pescador
de hombres”; es decir, alguien capaz de colaborar con Él en sacar a las
personas de lo profundo del mar que, en la Biblia, representa el poder del mal…
Sí, todos
tenemos un potencial enorme que, puesto en manos de Jesús y al servicio de los
demás, puede llegar a obrar maravillas… De hecho, seguro que más de una vez, lo
hemos constatado… ¡Desarrollemos ese potencial!
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