Muchas veces nos cuesta ver la realidad como es porque nos genera sufrimiento. No reconocemos una enfermedad, una situación que ya no tiene salida, una pérdida, y vivimos como si no pasara nada, negando la evidencia..., insisto, no porque no esté ante nuestros ojos, sino porque, reconocerlo, nos ocasionaría mucho dolor.
En el evangelio de hoy, se nos presenta a Jesús con un alto nivel de consciencia. Sabe lo que ocurre a su alrededor... Aunque hay personas que lo siguen, aunque su persona y su actuación despierta una gran admiración, no se le oculta que hay sectores influyentes que buscan matarlo. Y esto no lo lleva a negarlo, huir o quejarse. Lo lleva a vivir consciente, despierto... cada momento de su vida.
Sin embargo, cuando comparte esto con sus discípulos, con ánimo de que también ellos sean conscientes de la gravedad del momento, ellos "no entienden"... Como nos pasa a nosotros... Muchas cosas son "evidentes", pero no las entendemos... Sin duda es un mecanismo de defensa... El cerebro tiende a protegernos de aquello que no tenemos capacidad de asumir o procesar, hasta el día en que estamos preparados... Y, lo curioso, es que a los discípulos les daba miedo preguntar... Sí, muchas veces preferimos no preguntar, no saber, por miedo a obtener una respuesta que intuimos no nos va a gustar...
No tengamos miedo a ver las cosas como son, a llamarlas por su nombre... Vivamos despiertos, con consciencia... Acojamos lo que la vida trae, lo bueno y lo que, según nosotros, no lo es tanto... Vivamos sin miedo, dejando que las cosas, que la vida fluya, con la confianza de que siempre, pase lo que pase, estamos en las manos de Dios. Y seamos pacientes y amorosos con quienes atraviesan este tipo de situaciones y brindémosles el apoyo necesario para que puedan atravesar con fortaleza y serenidad momentos dolorosos..., esa serenidad y fortaleza que nos da Dios...
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