Muchas veces vivimos obsesionados por la apariencia, de allí el éxito de los tratamientos de belleza, desde las cremas embellecedoras, antiarrugas, antiage, quitamanchas, etc., hasta llegar a la cirugía estética. Sin embargo, no siempre tenemos el mismo cuidado con nuestro interior...
Jesús critica fuertemente esta disociación y en muchos casos lo llama hipocresía: ser una cosa por fuera y, lo opuesto, por dentro, pretender aparentar lo que no somos...
En el evangelio de hoy, por ejemplo, lo invitan a comer. Todo el entorno es sumamente pulcro y cuidado. Hasta aquí, todo bien. Pero se da cuenta de que su anfitrión se ha sorprendido al ver que Él no guardaba las normas de pureza ritual..., vamos, que lo miró con desprecio, con ese aire de superioridad que tienen algunos, por sentirse mejores y más perfectos que los demás. Y esta, es de las pocas cosas que irritan a Jesús... Por eso, le dice: "Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades.¡Necios!... Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo." Qué critica más dura... A veces me pregunto, que nos diría a nosotros, a mí...
Ojalá pongamos el mismo esmero en cuidar nuestro interior, que el que ponemos en cuidar nuestra apariencia. Y el interior se acicala con amor hacia los demás, con obras de misericordia, con ternura, poniendo con sencillez, sin pretensiones, lo que somos y tenemos al servicio de nuestros próximos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario