En una sociedad mercantilista como la nuestra, nos solemos regir por el principio de que todo tiene un precio y de que, lo que se da, debe tener una contraprestación. De allí que muchas veces se diga con rotundidad: “nadie hace nada por nada...”; es decir, que cuando damos o hacemos algo, en el fondo estamos buscando recibir algo a cambio... Entonces, me surge la pregunta: ¿cómo conjugar esto con la llamada a la gratuidad, a realizar acciones desinteresadas, por ejemplo un voluntariado, una ayuda a alguien que necesite de mí y que, probablemente, no podrá “pagarme”?
Hoy el evangelio nos aporta luz sobre esta cuestión tan importante. Jesús es un gran observador de los comportamientos humanos y de las intenciones que suelen estar detrás de ellos, no para juzgar sino para aportar luz y una nueva orientación. Dirigiéndose a unos personajes importantes, dice: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos porque corresponderán invitándote y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.”
La invitación es a no movernos por interés, ni siquiera por el principio de la justa reciprocidad… Si yo te doy, lo lógico es que tú también me des… O, peor aún, te doy para que luego tú me des… Actuar así, en no pocas ocasiones, solo nos aporta frustración, decepción y sentirnos tratados injustamente…, contaminando así el bien que hemos hecho…
Jesús nos invita a ir más allá. Si os fijáis, Jesús también habla de una cierta “recompensa”, pero nos enseña a dilatarla en el tiempo. En primer lugar, nos enseña a dar con gratuidad, a hacer el bien precisamente a quienes probablemente no podrán devolvernos el favor. Y, en segundo lugar, nos dice que toda buena acción tendrá su respuesta… Pero no siempre de manera inmediata… Por tanto, hagamos el bien, actuemos con generosidad, con gratuidad, sin esperar nada a cambio, por el gusto de dar, de entregarnos… sabiendo que, al final, terminará tornando hacia en mí en bien… Cómo, cuándo… no lo sabemos, pero tornará… ¡Démonos a fondo perdido…!
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