«"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos.» Esta es la respuesta que das al escriba que te preguntó sobre el primero de los mandamientos... Una vez más, te pedían definirte, y no era fácil, pues había cientos de preceptos que terminaban dando la misma importancia a detalles y pequeñeces que a lo realmente nuclear.
Y sí, a veces es tal la maraña de cosas que tenemos que hacer, que nos encontramos abrumados por las "obligaciones", por los "deberes", y corremos el riesgo de que se nos olvide lo importante... Y Jesús nos ayuda a volver a lo esencial. Todo se centra en el amor, el amor a Dios y al que tenemos cerca... No es cuestión de cumplir una serie de cosas, como hacía aquel rico que, a pesar de ello sentía que le faltaba algo; se trata de amar... Como dice San Juan de la Cruz: "al final de la vida, seremos juzgados en el amor"; lo único que realmente importará es si hemos amado... Y el amor no es un sentimiento; el amor está hecho de pequeños gestos y detalles: escuchar, disculpar, hacer un favor, sonreír, quitar hierro a las cosas, hacer la vida agradable, poner lo que está de mi mano para hacer un mundo mejor... Por eso San Agustín escribe: "Ama y haz lo que quieras". Porque, quien ama, solo podrá hacer el bien.
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