"No os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos."
En un mundo en el que el estrés es uno de los males que nos acechan, hasta el punto de estar al origen de muchas enfermedades, estas palabras de Jesús son más actuales y necesarias que nunca.
Detrás de esta exhortación no hay una ilusa despreocupación por el mañana, cierta ingenuidad o irresponsabilidad. Detrás de estas palabras hay una profunda sabiduría.
Hoy hay corrientes espirituales o filosóficas, no necesariamente cristianas, que nos hacen un fuerte llamado a vivir el presente. Vivir en el pasado no tiene sentido, pues ya pasó; preocuparnos por el futuro, es absurdo, pues por experiencia sabemos cuántas preocupaciones inútiles hemos tenido por cosas que, al final, nunca sucedieron... Hay que vivir el presente pues, en cierto modo, es lo único real.
Con todo, Jesús no solo nos invita a vivir el presente. A lo que nos invita, una vez más, es a vivir en la confianza de sabernos en manos de Dios, que es quien cuida de nosotros...
Una de las causas del estrés es esa necesidad compulsiva de querer controlarlo todo; de vivir como si dependiera de mi que el mundo siga girando... Vivimos bajo la falsa creencia de ser demasiado importantes. Para otros, la causa del estrés es precisamente la contraria... Sienten que todo les sobrepasa, que no llegan, que no pueden... Y tampoco es para tanto... Ni soy la omnipotencia absoluta, ni la última de las miserias... Somos sencillamente seres humanos..., con nuestras capacidades y limitaciones...
Vivamos con serenidad nuestro día a día, haciendo lo que tenemos que hacer, con paz, con entrega, con compromiso... Y, sobre todo, con confianza... La confianza elimina el estrés. La confianza de que el mundo está en las manos de Dios, de que mi vida está en manos de Dios, de que quienes amo están en las manos amorosas del Padre... Esto nos permitirá entregarnos en todo lo que hacemos, con la serenidad de que yo aporto un granito de arena, nada más... Ni nada menos...
Dejemos de preocuparnos por nosotros, por nuestras cosas... Volvamos la mirada y el corazón al Señor y sintamos cómo nos cuida a través de tantos detalles y personas... Y cómo, gracias a mí, también cuida de los otros. Y sintamos cómo está experiencia nos esponja el corazón.
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