Muchas veces, Señor, sentimos como si estuvieras ausente...
Se levantan tormentas a nuestro alrededor,
nos azota el viento, las dificultades, las preocupaciones
y sentimos que nos hundimos, que no podemos más.
Nos sentimos revolcados por las olas, ahogados por la pena...
Y, en esos momentos, nos sentimos solos, sin fuerzas,
como si estuviéramos abandonados a nuestra suerte,
al vaivén de las circunstancias...
Y sentimos, Señor, como si estuvieras dormido,
como si te desentendieses de nosotros...
Sí, dormido, que no ausente, pues vienes en nuestra barca...
Saberte en mi barca, Señor, me da paz.
Saberte en mi barca me permite elevarte una oración,
gritarte mi desesperación si es preciso...
Saberte en mi barca, aunque dormido,
me da la seguridad de no estar abandonada
a merced de la tormenta.
Tus silencios, Señor, son también un modo de estar presente.
Tus silencios me invitan también a saber estar en silencio,
a tener una oración confiada,
a saber que, aunque en silencio, nunca estás ausente.
Y, de pronto, te levantas,
te enfrentas a la tormenta y vuelve la calma...
Señor, ayúdame a atravesar las tormentas
con la confianza de saber que Tú vienes en mi barca,
vienes conmigo...
Señor, que en momentos de dificultad,
no tema dirigirte un grito desesperado...
Y, sobre todo, Señor, que no olvide nunca
que Tú vienes siempre conmigo...
y que, en medio de la tormenta, nos das tu paz.
Se levantan tormentas a nuestro alrededor,
nos azota el viento, las dificultades, las preocupaciones
y sentimos que nos hundimos, que no podemos más.
Nos sentimos revolcados por las olas, ahogados por la pena...
Y, en esos momentos, nos sentimos solos, sin fuerzas,
como si estuviéramos abandonados a nuestra suerte,
al vaivén de las circunstancias...
Y sentimos, Señor, como si estuvieras dormido,
como si te desentendieses de nosotros...
Sí, dormido, que no ausente, pues vienes en nuestra barca...
Saberte en mi barca, Señor, me da paz.
Saberte en mi barca me permite elevarte una oración,
gritarte mi desesperación si es preciso...
Saberte en mi barca, aunque dormido,
me da la seguridad de no estar abandonada
a merced de la tormenta.
Tus silencios, Señor, son también un modo de estar presente.
Tus silencios me invitan también a saber estar en silencio,
a tener una oración confiada,
a saber que, aunque en silencio, nunca estás ausente.
Y, de pronto, te levantas,
te enfrentas a la tormenta y vuelve la calma...
Señor, ayúdame a atravesar las tormentas
con la confianza de saber que Tú vienes en mi barca,
vienes conmigo...
Señor, que en momentos de dificultad,
no tema dirigirte un grito desesperado...
Y, sobre todo, Señor, que no olvide nunca
que Tú vienes siempre conmigo...
y que, en medio de la tormenta, nos das tu paz.
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