Muchas veces, ante la enfermedad o muerte de alguien, hemos oído decir: "Tanto afán, tanto trabajo, total para nada... Al final, de aquí nos vamos sin nada..." Cuántas personas han vivido tan obsesionadas por ahorrar para tener una vejez segura y, cuántas, al final, no han podido disfrutar del fruto de su trabajo...
Pero también nos encontramos con el caso contrario. Gracias a un buen sentido del ahorro, personas con sueldos modestos, pueden llevar una vida holgada y feliz...
Jesús engancha con nuestra normal búsqueda de seguridad, de prepararnos para el futuro, pero la va a reorientar, a dar un nuevo sentido.
Jesús nos invita a mirar más allá, nos invita a atesorar, sí, pero no teniendo solo la mirada en este mundo, que se acaba, sino en el "más allá". Con ello, en primer lugar nos recuerda que no todo se agota en este más acá; nos invita a elevar nuestra mirada y nuestro corazón, con la certeza de que hay algo más, pues hemos sido creados para la vida... Cómo será esa vida? No lo sabemos, pero será...
En segundo lugar, Jesús nos invita a atesorar, a ahorrar, a hacer acopio para esa otra vida... Esto puede sonar un poco raro, pero no lo es tanto... En el fondo nos viene a decir que entre esta vida y la otra hay cierta continuidad, que lo que sembrados en esta, lo recogeremos en la otra...
Recuerdo una persona que se afanaba en hacer el bien, en hacer pequeños servicios a gente sencilla por los que rehusaba cobrar... Cuando alguien intentaba retribuirle, decía: no te preocupes, tengo un buen pagador..., sonreía y elevaba los ojos al cielo...
Jesús nos invita a "atesorar" buenas obras, pequeños gestos y servicios... Recordemos, todo obra, por pequeña que sea, no pasa desapercibida para el Señor... Él la ve, Él la reconoce, Él sonríe, pues cada pequeño gesto de amor, es como si se lo hiciéramos a Él mismo...
Y añade, "porque donde está tu tesoro, estará tu corazón". Que nuestro corazón no esté en las cosas que pasan, sino en lo que realmente perdura toda la eternidad...
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