Los seres humanos tenemos necesidad de reconocimiento. Un niño crece con la autoestima sana, cuando se ha sentido reconocido por sus padres o alguna figura de autoridad. Sin embargo, uno de los indicadores de madurez, es la capacidad de actuar según nuestros principios y convicciones, aunque no siempre seamos compensados por ello. Este evangelio aborda esta necesidad humana y le va a dar un nuevo enfoque; nos pregunta sobre nuestros "para qué", nos invita a tomar consciencia de qué es lo que realmente buscamos cuando hacemos las cosas...
Jesús no crítica las obras buenas ni las prácticas religiosas. Ayunar, orar, dar limosna son tres obras esenciales, pues tocan nuestra relación con Dios, con los demás, con los bienes. Jesús lo que critica es que muchas personas hacen determinadas cosas para ser vistas y, así, obtener reconocimiento... Colaboro en una ONG para que digan "mira qué buena persona es"; o, si hago una buena acción, tengo buen cuidado de que esto se sepa... Pero, esto qué tiene de malo?
Como decía al principio, el reconocimiento es una necesidad básica. El tema es si se convierte en una necesidad tan nuclear, que al final es el móvil de nuestras acciones. Por eso hay personas que, al no obtenerlo, se cansan de hacer el bien. Si no salen en los periódicos, si no reciben una medalla, si no se llega a saber públicamente lo que han hecho, si no se les agradece y se les da bombo continuamente, sienten que no merece la pena el esfuerzo. De allí que una buena pregunta es si soy capaz de hacer lo que siento que tengo que hacer, aunque no me lo reconozcan ni me lo agradezcan e, incluso, aunque nunca se sepa que lo hice yo.
Pero el evangelio no termina ahí. Jesús va a responder a nuestra necesidad de reconocimiento dirigiendo nuestra mirada en otra dirección. Jesús nos dice que nuestro Padre ve en lo escondido, ve lo que nadie ve, no para espiarnos y controlar qué estamos haciendo, imagen terrible, que tergiversa el ser de Dios y lo convierte en un policía o un juez que espera el momento de caernos encima. No. Jesús nos invita a tomar consciencia de que hay alguien que siempre está a nuestro lado y que ve y valora todo lo que hacemos, por pequeño que sea. Nos invita a liberarnos de la necesidad del reconocimiento de los demás, y volver nuestros ojos al Padre, que ve lo profundo de mi corazón, más allá de las apariencias...
Hagamos el bien, nos los reconozcan o no los demás... Y vivamos con la satisfacción de saber que nuestro Padre, que ve en lo escondido, nos mira con cariño y nos sonríe en cada gesto de amor que hacemos, por pequeño o insignificante que parezca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario