No sé por qué a veces las personas tenemos la tendencia a complicar las cosas... Y una de las que más hemos complicado es la religión, dificultado así a muchas personas la auténtica experiencia religiosa, el encuentro con Dios, la vivencia de una espiritualidad profunda, sencilla, existencial, que nos ayude en el camino de la vida...
En tiempos de Jesús había más de 600 preceptos que había que cumplir... Existía una norma para casi todo... De hecho, muchos no podían ni respirar... Y, lo malo no es solo la cantidad de reglas y ritos, sino que al final, ante tantas cosas, se puede llegar a olvidar lo verdaderamente importante y, en cambio poner la fuerza en auténticas trivialidades... Cuando todo está tan reglado, se termina desvirtuando su verdadero sentido.
Sabiendo esto, entendemos mejor el evangelio de hoy. Un fariseo -es decir alguien muy religioso- se acerca a Jesús y le pregunta cuál es el mandamiento principal. San Mateo aclara que lo que quería era poner a prueba a Jesús, no saber la verdad... Son esas preguntas capciosas que solemos hacer, sencillamente para dejar mal a nuestro interlocutor...
La respuesta no parecía fácil. Sin embargo, Jesús simplifica toda esa maraña de preceptos y los sintetiza en dos: amar a Dios y amar al prójimo... Así de sencillo y así de comprometido...
Poner estos dos mandamientos al mismo nivel, nos viene a decir que no podemos separar lo divino y lo humano, si no que ambos están profundamente relacionados... La verdadera experiencia de Dios nos lleva a amar a los demás, a servir, a hacer el bien; y el amor a los demás, cuando es profundo y sincero, puede convertirse en una auténtica experiencia religiosa... Sí, la esencia de la religión, de toda verdadera espiritualidad es el amor, un amor que se convierte en obras... De allí que el Papa Francisco haya dado nuevamente importancia a las obras de misericordia, 14 gestos sencillos, al alcance de todos...
No reduzcamos la religión a prácticas y preceptos..., salvo que la "práctica" sea el amor y, los preceptos, hacer el bien sin mirar a quién... Y no lo digo yo, lo dice Jesús...
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