Algunas personas tienen una idea bastante triste de la religión, tal vez porque muchos de los que se presentan como personas religiosas, no parecen precisamente personas felices... Y, claro, eso hace que algunos conciban a Dios como alguien aburrido o, cuanto menos, irrelevante... Jesús, en cambio, tiene una idea de Dios muy diferente... El Dios de Jesús es un Dios alegre, generoso, que quiere celebrar con la humanidad una gran fiesta... Él no impone pesadas cargas ni llena la vida de reglas y prohibiciones, el Dios de Jesús nos quiere felices!
Hoy el evangelio nos presenta otra parábola. Un hombre importante va a celebrar la boda de su hijo, y está tan contento, que organiza una fiesta por todo lo alto. Pero, para su sorpresa, los invitados no aceptan su invitación... Os imagináis cómo se sentiría?
Pues esta es la experiencia de Jesús cuando intenta atraer a todos hacia sí, presentarles ese rostro amable y bondadoso del Padre, y lo que se encuentra es rechazo, malas interpretaciones y críticas de quienes supuestamente estaban mejor preparados para recibirlo...
Pero Dios no tira la toalla... Él está dispuesto a celebrar una fiesta y probará suerte con otros invitados... Y, oh, sorpresa, a la fiesta acude muchísima gente..., y la boda se celebra... Y sí, esta era la experiencia de Jesús, los que supuestamente estaban lejos de Dios, los pecadores, personas de mala vida, marginados, lo escuchan con atención, aceptaban su mensaje y se sentían felices...
Esta parábola, como siempre, es un modo sencillo de transmitirnos enseñanzas profundas...
Dios nos quiere felices, nos enseña el camino para serlo, sale a nuestro encuentro y nos invita a compartir su vida, su mesa, su alegría..., pero muchos andamos tan liados en nuestras cosas, que ni siquiera nos damos cuenta o simplemente no aceptamos su invitación...
Podríamos preguntarnos: escucho yo esas invitaciones que Dios me hace todos los días a vivir mi vida con alegría, a ser feliz? O soy de aquellos que están tan liados, que no tienen tiempo para Dios?
Dejemos entrar a Dios en nuestra vida, acojamos su amor, sus detalles... Entremos a participar de su gran fiesta... Esa es la verdadera religión, la que está rebosante de espiritualidad, la que nos llena de amor, de alegría, de vida...
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