Muchos de vosotros habréis oído hablar de la película “El Exorcista”, incluso puede que la hayáis visto… Este tipo de argumentos atrae a cierto público…
El tema de los exorcismos es real. Incluso es un “oficio” reconocido… Hay exorcistas acreditados… Yo he escuchado más de un caso verdaderamente acaecido…
La existencia del mal es real… Hay quien dice que una de las mayores conquistas del “demonio”, o como queramos llamarlo, es que ha conseguido que ya no creamos en él…, lo cual le da cancha libre para actuar…
El evangelio de hoy nos presenta un exorcismo… Es el primer milagro que hace Jesús, lo cual es muy significativo… Deja claro su lucha frontal contra el mal...
Jesús ha ido a la sinagoga a enseñar… A Jesús le gustaba mucho enseñar a la gente… De allí que uno de los títulos que le dan sea el de Maestro… Es un gran pedagogo… Y, sobre todo, habla con autoridad, es una persona creíble…
Lo curioso es que, dentro de la sinagoga, hay también un “endemoniado”, alguien poseído por el mal…, alguien alienado, subyugado por algo que no lo deja ser él mismo… ¡Vamos, que podemos pertenecer a la Iglesia, ser personas religiosas y, sin embargo, tener zonas de nuestra vida que necesitan ser sanadas, salvadas, liberadas…!
Lo maravilloso es la fuerza que tiene Jesús sobre el mal… Él es capaz de liberarnos de tantas cosas que nos pueden tener oprimidos por dentro, que no nos dejan ser nosotros mismos… Cuando Jesús entra en nuestra vida, entra la luz, entra la vida, entra agua limpia que penetra hasta en los lugares más recónditos… Y, sí, aquel hombre fue liberado…
Los seres humanos no somos malos… Esencialmente somos seres de luz…, aunque a veces esa luz se haya ido opacando… pero está allí… a veces como un rescoldo, como una pequeña chispa…, pero sigue ahí, buscando ser liberada, encendida, reanimada… En muchas ocasiones hacemos cosas malas, hacemos daño, es verdad, en eso no podemos ser ingenuos… Pero, cuántas veces, cuando lo hemos hecho, sentimos como si no hubiéramos sido nosotros… Y, en cierto modo, es verdad… Pues, aunque lo he hecho yo y, por ende, soy responsable de mis actos, no responde a mi ser más profundo…
Jesús viene a liberarnos del poder del mal… A expulsar de nosotros todo aquello que no nos deja ser nosotros mismos… Pongámonos en sus manos… Sigamos sus enseñanzas… Y dejemos que nos libere de todo lo que nos oprime por dentro, de todo lo que no me deja ser yo mismo, de lo que a veces incluso hace daño a los demás…
Más que devolver la vista a un ciego, o hacer caminar a un paralítico, Jesús lo que quiere es hacer de nosotros esos seres de luz, amor y bondad que llevamos en nuestro interior…
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