Pocas cosas hay tan poderosas como el tesón de una madre cuando se trata de luchar por uno de sus hijos... Y, la constancia, consigue milagros.
El episodio del evangelio que consideramos hoy resulta desconcertante. Una mujer cananea, es decir, pagana, se dirige a Jesús suplicándole por su hija. Es una oración desgarradora. Y Jesús, pasa de largo, hace oídos sordos. La mujer continúa gritando, hasta el punto que son los discípulos quienes le piden que la atienda... Y es entonces cuando responde que sólo ha sido enviado a las ovejas perdidas de Israel... Escuchar esto de labios de Jesús es extraño, dado que nunca hizo acepción de personas... Y aquella madre, no se deja amedrentar e insiste... Y, como respuesta, Jesús le dice aquella expresión que nos resulta tan dura, aunque era corriente entre los judíos: "No está bien echar a los perros el pan de los hijos." Pero lo que realmente impresiona, es la humilde insistencia de aquella mujer, que no tiene reparo en decirle: "Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos." Y, esto, desarma a Jesús, que llega a exclamar: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas." Qué palabras más hermosas...!
Este episodio puede ayudarnos a considerar cómo reaccionamos ante las dificultades, cuando alguien incluso nos desprecia y nos trata mal... Si esta mujer se hubiera enfadado, si hubiera reaccionado de manera violenta o si se hubiera retirado al sentirse humillada, no habría obtenido lo que tanto deseaba...
Cuántas veces, tal vez, no hemos conseguido algo por falta de tenacidad, por venirnos abajo... Y qué cierto es que, como decía Santa Teresa, la paciencia todo lo alcanza...
No seamos tan susceptibles en nuestras relaciones. Insistamos cuando queramos conseguir algo que para nosotros es importante, aunque inicialmente se nos cierren muchas puertas... No nos echemos atrás ante un no... La perseverancia, al final, obtiene milagros pues, la perseverancia, es también prueba de nuestra confianza, de nuestra fe... Y, ojalá el Señor también pueda decir de mí: "Mujer, qué grande es tu fe!"
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