El trabajo es uno de los derechos fundamentales de toda persona. El trabajo nos ayuda a ser y sentirnos útiles. El trabajo nos dignifica… Pero, unido a esto, todos tenemos derecho a un salario justo, entendiendo por justo, un salario que nos permita vivir con dignidad a nosotros y a quienes están a nuestro cargo. Sin embargo, en la práctica, esto no suele estar tan claro…
En el texto del evangelio de hoy, Jesús nos relata otra de sus maravillosas parábolas que nos puede iluminar este tema.
Es una parábola desconcertante y polémica. El propietario de una finca sale por la mañana temprano a contratar jornaleros y les ofrece el salario justo correspondiente a un día de trabajo. Resulta que, poco más tarde, pasa por la plaza, y ve otros hombres a la espera de que alguien los contrate. Entonces, los contrata él. Así, en varios momentos del día, hasta última hora de la tarde... Pasa por aquella plaza, ve hombres desocupados y los contrata. Realmente es una persona con un gran corazón. Es consciente de que aquellos hombres, si nadie les da trabajo, no podrán llevar el pan a su casa. Es el drama de tantos desocupados de hoy.
El problema viene cuando, al final de la jornada, llega el momento de pagarle a cada uno su salario. Empieza por los últimos que ha contratado y les da un denario -el equivalente a lo que necesita una familia para cubrir los gastos de un día-. Cuando llega a los que había contratado al alba, les paga lo mismo... Estos se sienten injustamente tratados y montan en cólera... Para ellos, lo justo sería recibir una paga mayor.
Quienes leen esta parábola, inmediatamente se solidarizan con estos jornaleros. No es justo que cobren igual que los que han trabajado menos, deberían recibir más. Y, he aquí, que aquel propietario les dice: ¿dónde está la injusticia?, ¿acaso no te di lo que habíamos acordado? ¿Es que vas a tener envidia porque yo soy generoso? Y es que a veces, tenemos envidia de los demás y nos sentimos en inferioridad de condiciones, "mal tratados" por la vida...
Pero, ¿qué es lo que Jesús intenta decirnos?
En primer lugar, pone ante nosotros a un Dios que busca jornaleros, personas que colaboren en su proyecto. En segundo lugar, un Dios de gran corazón, no permanece indiferente ante quienes no pueden llevar el pan a su casa -por eso los contrata aunque, en realidad, no los necesite-. Y, por eso, al final les paga un denario. Aquí, lo justo es pagarles un salario que les permita a todos llevar una vida digna...
Dios es un Dios generoso, que quiere que todos tengamos el pan de cada día. Si aquellos hombres no trabajaron más es porque nadie los contrató antes... Pero necesitan comer ellos y sus familias, igual que todos...
El mensaje es muy actual. Necesitamos construir una sociedad justa en la que todos puedan tener un salario digno con el que sostener a su familia.
Quienes tienen bienes, deben proporcionar fuentes de trabajo. Quienes no tienen trabajo, deben buscarlo. Y quienes lo tienen, merecen un salario justo.
Y, no seamos envidiosos... No nos comparemos con los demás... Dios es un Dios generoso, que nos da a cada uno lo que necesitamos para vivir... Seamos agradecidos y alegrémonos con los demás.
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