sábado, 17 de julio de 2010

Parábola del tesoro y de la perla (Mt 13, 44-46)

Nos saltamos el comentario a la explicación que el mismo Jesús hace de la parábola de la cizaña (13,36-43), dado que de algún modo hemos aludido a él al comentar dicha parábola. Entramos, por tanto, a la segunda parte del discurso parabólico, dirigido exclusivamente a los discípulos.

Habitualmente aparecen juntas las denominadas parábolas del tesoro y de la perla (13,44-46), seguramente porque ambas, si bien con ligeros matices, vienen a decir algo muy parecido.

Jesús viene a decir algo así: "Lo que yo os ofrezco en nombre de mi Padre es parecido a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel"...

Con esta comparación, Jesús pone de relieve sobre todo una cosa: Quien ha descubierto a Dios en su vida y lo que Él propone, es tal la alegría que experimenta, que todo lo demás se relativiza, tanto, que por recorrer el camino de felicidad que Jesús propone, estamos dispuestos a cualqueir cosa, a dejarlo todo si hace falta... Es decir, el camino de Jesús no es un camino de renuncia; el camino de Jesús es, sobre todo, un camino de felicidad... Y por alcanzarlo, todo lo que hagamos nos parece poco... Obviamente esto implicará algunas renuncias pero, ¿acaso todo lo verdaderamente importante no supone renunciar a algo? ¿Acaso un estudiante no tiene que renunciar a muchas cosas para sacar adelante su carrera, o un padre de familia para de comer a sus hijos, o un deportista para ganar una competición? Por eso, el secreto está en la alegría que se experimenta... Todo lo demás es mera consecuencia...

¿Qué matiz añade la parábola de la perla? Añade el matiz de la búsqueda...

En el caso del tesoro, da la impresión de que aquel hombre se lo encuentra por pura casualidad... En cambio, en el caso de la perla, se trata de un mercader que anda buscando perlas finas... Por tanto, es alguien que busca algo y que, además, es capaz de reconocer cuando algo tiene verdadero valor... Pero, en todo caso, el resultado es el mismo, una vez encontrado aquello tan valioso, vende todo lo que tiene con tal de conseguir lo que tanto buscaba...

Ambas parábolas, por tanto, aluden al hallazgo de algo importante... En unos casos, por casualidad, en otros, como resultado de una búsqueda... ¡Qué más da! Lo verdaderamente importante es haber encontrado aquello por lo que vale la pena hacer cualquier cosa pues es mucho más lo que recibimos a cambio...

Cabría preguntaros: ¿Es para mí Jesús y su evangelio algo realmente valioso? ¿Es su propuesta de vida algo que en mí produce alegría, hasta el punto de renunciar a cosas con tal de seguir su camino? Parafraseando a san Francisco de Sales, yo diría: "Un cristiano triste es un triste cristiano"... Vivamos nuestra fe con alegría... La mejor manera de anunciar el evangelio es que todos vean en nosotros que, seguir a Jesús, es un camino de felicidad (acordaros de las Bienaventuranzas)... y no porque no tengamos dificultades, sino porque, sabiendo a Jesús con nosotros, todo se vive de manera muy distinta...

1 comentario:

Melissa dijo...

Sinceramente me ha gustado mucho tu explicación ¡Sigue así!