domingo, 28 de febrero de 2010

II Domingo de Cuaresma (Ciclo C): “Éste es mi Hijo amado, escuchadle”

La Cuaresma es un camino de preparación que nos conduce a la Pascua, a la vivencia de esta experiencia clave de nuestra fe… Precisamente el evangelio que hoy nos propone la liturgia nos muestra a Jesús en camino…

El domingo pasado, Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto… Con ello se ponía de relieve esa parte del camino de nuestra vida que tiene mucho de desierto, de tentación, de dificultad, pero en la que siempre contamos con la ayuda del Señor. Hoy, en cambio, se nos muestra a Jesús camino de Jerusalén… Jerusalén en cierto modo es la meta… Pero una meta que tendrá mucho de dolor y sufrimiento pues es allí donde será ejecutado…

La Transfiguración de Jesús en el Monte en presencia de Pedro, Santiago y Juan, nos ayuda a no perder de vista la verdadera meta de nuestro caminar… Es verdad que la vida tiene mucho de sufrimiento, de dificultad, pero ése no es el punto de llegada de la existencia… El punto de llegada es la casa del Padre, es compartir en plenitud la vida de Dios…

Quienes compartieron con Jesús su vida histórica, veían en Él un Maestro, un Profeta, incluso el Mesías… Pero lo más profundo de su identidad quedaba oculta a sus ojos… La Transfiguración de Jesús, por un instante, revela a un pequeño grupo de discípulos quién es Jesús verdaderamente… Sus vestidos brillantes, su rostro resplandeciente, nos hablan de su divinidad… Sí, aunque parezca increíble, en Jesús es Dios mismo quien camina por nuestra tierra, comparte nuestra vida, nuestra suerte, incluida la muerte… Todo el Antiguo Testamento, representados en Moisés (la Ley) y Elías (los Profetas), encuentran su plena realización en Jesús… Todo apunta hacia Él… En Él se cumplen todas las promesas, todas las expectativas… Por eso, aunque esta realidad aparezca “velada” por su apariencia humana que lo muestra como “uno de tantos”, Él es el Hijo amado de Dios a quien el Padre nos invita a escuchar y a seguir…

La Cuaresma es un buen momento para dedicar más tiempo a la lectura de la Palabra de Dios, a la oración… Dediquemos tiempo a escuchar a Jesús, a conocerlo… Pidamos la gracia de ver en Él no sólo a un gran hombre, sino al Hijo de Dios que vino a nuestro mundo para enseñarnos el camino que nos conduce al Padre…

jueves, 25 de febrero de 2010

Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2010

"Queridos hermanos y hermanas:

Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: «La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo» (cf. Rm 3,21-22)..."

domingo, 21 de febrero de 2010

I Domingo de Cuaresma (Ciclo C): "Fue llevado al desierto, donde fue tentado por el Diablo"

La Cuaresma es el tiempo de preparación a la Pascua. La Iglesia, como buena pedagoga, nos propone un itinerario que dura 40 días, en el cual vamos recorriendo un camino que nos invita a la “conversión”, a mirar nuestra vida teniendo como espejo a Jesús, para ir cambiando todo aquello que nos permite vivir de acuerdo a los valores del Evangelio; es decir, como hijos y hermanos… Porque, a fin de cuentas, todo se sintetiza en esto…

Al igual que el Tiempo Ordinario empieza con el relato del Bautismo, la Cuaresma empieza siempre con la narración de las Tentaciones de Jesús en el desierto. La contemplación del Bautismo de Jesús nos predispone internamente a seguir con atención a Jesús durante su vida pública… Sí, Él es el Hijo amado de Dios… por eso merece la pena conocerlo para aprender de Él…

Las Tentaciones, en cambio, se nos proponen como el “paradigma” de la vida cristiana… En cierto sentido, la vida es un desierto que hay que recorrer… El desierto en la Biblia es un lugar ambivalente… Por una parte, es en el desierto donde se produce el encuentro con Dios, precisamente porque no estamos distraídos por nada y nos encontramos con el único verdaderamente importante… Y, al mismo tiempo, el desierto es lugar de prueba, de tentación, precisamente por la dureza del camino y porque no tenemos agarraderos…

El evangelio de hoy nos señala que Jesús también tuvo que atravesar el desierto, igual que hizo el pueblo de Israel… Los israelitas vagaron durante 40 años antes de llegar a la tierra prometida; Jesús permanecerá en ese lugar 40 días… 40 días en los que será “tentado”…

Como sabéis, el número 40 tiene un sentido simbólico. Quiere decir un tiempo prolongado… Con ello se nos indica que Jesús fue sometido a la tentación a lo largo de toda su vida… Igual que nosotros… Pero, ¿qué es la tentación?

“Tentación” es todo aquello que nos seduce, que nos engaña, que aparece como bueno y apetecible, pero que, al final, nos aleja de Dios y termina destruyéndonos a nosotros mismos y a los demás… Como tal, la tentación no es mala… Es sólo eso “tentación”. Siempre estará en nosotros la libertad y la decisión de caer en ella o de vencerla…

Sí, Jesús, al igual que nosotros, fue tentado, pero supo vencer las insidias y medias verdades del “diablo”, ayudado por la oración y la Palabra de Dios…

¿Y cuáles son esas tentaciones “tipo”? Tanto el evangelio de Mateo como el de Lucas, hablan de 3, aunque cambian el orden.

La primera tentación es la del pan. Jesús tiene hambre. Tiene “necesidades”. El demonio, aprovechándose de eso le dice: “Si eres Hijo de Dios…” Es la tentación básica, llevarnos a dudar de nuestra condición de hijos… Y añade: “haz que estas piedras se conviertan en pan”… Es la tentación de creer que como Dios es nuestro Padre, Él tendría que resolver todas nuestras necesidades básicas… Y, si no lo hace, pues no es Dios… ¡Qué imagen de Dios más perversa! Y Jesús responde: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Es decir, Dios no es el dios bombero o aspirina, sino el Dios que responde a nuestras necesidades más profundas… El hombre no sólo necesita alimentar su cuerpo (¡también!), sino alimentar su alma, su espíritu… Qué verdad tan cierta… En nuestras sociedades opulentas donde no se carece de nada, muchos mueren de inanición espiritual…

La segunda tentación es la del poder… Creer que desde el dominio, desde la prepotencia, se puede hacer más y somos más… ¡Si todos hicieran lo que yo digo, todo iría mejor! Aunque, claro, eso supondría dejar de lado los valores del Evangelio y apuntarse a otra manera de ver la vida, aunque lo racionalicemos… Y Jesús dice: ¡No!... Sólo Dios puede ser el centro de nuestra vida, de lo contrario, terminaremos esclavos de nuestro afán de dominio, de nuestra necesidad de estar por encima de los demás…

Y, la tercera, es más sutil… “Tírate de lo alto del Templo… sus ángeles te protegerán”… Es la tentación de jugar con fuego, pensando que nunca va a pasar nada… De nuevo el dios bombero… La tentación de llamar la atención… Y, no… Jesús dice: “No tentarás al Señor tu Dios”; es decir, no es Dios el que tiene que plegarse a nuestros deseos, sino que somos nosotros los que debemos aprender a vivir según sus indicaciones…

Revisemos nuestra vida a la luz de estas tres tentaciones y empecemos nuestro camino de conversión…

viernes, 19 de febrero de 2010

Materiales para la Cuaresma

Os recomiendo revisar los distintos materiales que colgué el año pasado durante la Cuaresma. Los podéis encontrar dándole a la Etiqueta "Cuaresma". Si queréis, empezad por éste: http://paraorar.blogspot.com/2009/03/mojate-colaboracion.html

martes, 16 de febrero de 2010

Miércoles de Ceniza 2010 (Presentación)

Este miércoles damos inicio a la Cuaresma con la celebración del Miércoles de Ceniza. Con ello empezamos nuestra preparación para vivir el misterio central del cristianismo, la Muerte y Resurrección de Jesús.
Seguramente conocéis este Power Point. Recoge bastante bien el sentido de lo que celebramos.


Que este tiempo nos ayude a disponer nuestro corazón y toda nuestra vida a acoger el amor de Dios manifestado en Jesús y a convertirnos de verdad al Evangelio, haciendo nuestras sus actitudes, sus valores y sus preferencias.

domingo, 14 de febrero de 2010

La blasfemia contra el Espíritu Santo (Mt 12, 22-32)

El texto que ahora consideramos empieza de una manera sencilla, como uno de tantos relatos de curaciones. Le presentan a Jesús un endemoniado ciego y mudo, y Jesús lo cura, de modo que aquel hombre hablaba y veía…

Ahora no nos pararemos tanto en el sentido del milagro, pues de ello ya hablamos al comentar los cc. 8-9 (Jesús viene para curarnos y liberarnos de todo aquello que nos deshumaniza, que no nos permite ver a Dios ni ser sus testigos, que nos impide vivir como hijos y hermanos), sino que nos centraremos en las reacciones que provoca este hecho.

Llama la atención que, ante el mismo hecho, hay dos tipos de reacciones totalmente distintas. La gente queda estupefacta y ante esta actuación se pregunta si Jesús no será el Hijo de David, es decir, el Mesías. En cambio los fariseos reaccionan no sólo con incredulidad sino que me atrevería a decir que, incluso, con calumnias y mala idea. Como no pueden negar el hecho, van a dar su propia interpretación, y para sorpresa de todos, lo atribuyen a la acción de “Beelzebul, Príncipe de los demonios”… ¡Realmente no hay peor ciego que el que no quiere ver…! Y cuando la evidencia se nos impone pero no queremos aceptarla, buscamos mil argumentos para no plegarnos a ella sino que buscamos razones para desacreditarla… ¡Qué terrible!

Acordaos que en esta sección Mateo nos está presentando el rechazo del que Jesús fue objeto. Un rechazo que siempre desconcertó a la Iglesia primitiva… Y aquí lo que se nos pone delante es la actitud de quienes están totalmente cerrados ante cualquier realidad que no coincida con lo que ellos tienen previamente preconcebido; diríamos que estamos ante una “ceguera ideológica”. Hay personas que sencillamente no pueden creer porque tienen tal cantidad de prejuicios, que nunca podrán aceptar en lo que ocurre la actuación de Dios…

Hace unos días, estuve viendo una película sobre las apariciones de Lourdes, “Bernardette”. Muy bien hecha, por cierto. Me llamó mucho la atención cómo la gente sencilla, del pueblo, aceptan con naturalidad la evidencia, es decir, las curaciones debidas al agua que brotaba de la fuente de Lourdes; en cambio, la gente más “ilustrada” buscaba mil explicaciones para atribuir dichas curaciones a la composición del agua, a la credulidad de la gente, etc… Esto me recuerda aquel texto en el que Jesús decía que el Padre se revelaba con más facilidad a la gente sencilla (Mt 11,25-27)…

Y, sí, pues ésta parece ser la “blasfemia contra el Espíritu Santo”… Un actitud de tal cerrazón, que hace difícil la actuación de Dios y que, por eso, no es perdonada, es decir, no nos permite conocer a Dios ni disfrutar de su amor y de su presencia… ¡Qué fuerte!

En fin… Que el Señor nos dé un corazón sencillo y una mente humilde para reconocer los signos de su amor y de su presencia con los que Él rodea nuestra existencia…

jueves, 11 de febrero de 2010

Oración para llegar a ser misericordiosos (Sor Faustina)

Deseo transformarme toda en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, oh Señor. Que este más grande atributo de Dios, es decir su insondable misericordia, pase a través de mi corazón al prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mis ojos sean misericordiosos, para que yo jamás recele o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarla.

Ayúdame a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.

Ayúdame, oh Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás hable negativamente de mis prójimos sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, oh Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer sólo el bien a mi prójimo y cargue sobre mí las tareas más difíciles y más penosas.

Ayúdame a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie le rehusaré mi corazón. Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que tu misericordia, oh Señor mío, repose dentro de mí.

domingo, 7 de febrero de 2010

Jesús es el Siervo de Yahveh (Mt 12, 15-21)

Después de haber respondido abiertamente a las preguntas de los fariseos respecto a su modo de entender la observancia del sábado, Jesús ha recibido el total rechazo de este grupo de judíos, hasta tal punto que buscarán eliminarlo. Y como Jesús no va por la vida de “mártir”, decide “quitarse de en medio”; no por miedo ni como una huida, sino sencillamente por prudencia… Él no anda buscando pleitos, sencillamente desea hacer el bien y enseñar el camino que conduce al Padre, darnos a conocer en qué consiste la verdadera “religión”. Por eso, continúa enseñando y curando, que es lo suyo, aunque lo hace intentando guardar un cierto anonimato, ¡como Dios!…

Esto lleva a Mateo a hacer una reflexión sobre la persona de Jesús. Por eso, transcribe un hermoso texto de Isaías (42, 1-4) que habla precisamente del Siervo de Yahveh. Dice así:

“He aquí mi Siervo, a quien elegí,
mi amado, en quien mi alma se complace.
Derramaré mi Espíritu sobre él
y anunciará el derecho a las naciones.
No discutirá ni gritará,
y nadie oirá su voz en las plazas.
No quebrará la caña doblada
y no apagará la mecha humeante,
hasta que haga triunfar la justicia.
En su nombre pondrán las naciones su esperanza.”

Este texto, en realidad, es un retrato de Jesús. Él es el elegido de Dios, por eso tiene autoridad para mostrarnos sus caminos y para hablar en su nombre. Su misión es “anunciar el derecho”; es decir, dar a conocer el modo de relacionarnos adecuadamente entre nosotros. Y lo hará de un modo paciente, respetuoso, porque Dios es así, paciente y respetuoso; no impone su voluntad ni nos obliga amenazándonos con castigos a comportarnos según sus indicaciones. Por eso, no busca polémicas ni quedar por encima de nadie. Siempre tiende la mano pues cree firmemente que toda persona puede recuperarse y salir adelante. Y se mantendrá firme pese a las oposiciones y el rechazo para llevar adelante el plan de Dios de dar a conocer su verdadero rostro a todas las naciones, pues Dios no es alguien excluyente sino que desea conducir a toda la humanidad hacia Él… De allí que todas las naciones, todas las gentes, todos los pueblos, vean en él colmadas sus esperanzas…

Éste es Jesús, éste es Dios, un Dios paciente y compasivo, un Dios que desea ser amado y acogido desde una adhesión libre y amorosa… Por eso, acojámoslo en nuestro corazón con total apertura y generosidad, dejémonos amar por Él y seamos como Jesús, el Siervo de Yahveh, compasivo y amoroso con todos…

jueves, 4 de febrero de 2010

¿SENTIRSE BIEN? (Colaboración)

No es difícil observar entre nosotros los rasgos más característicos del individualismo moderno. Para muchos, el ideal de la vida es «sentirse bien». Todo lo demás viene después. Lo primero es mejorar la calidad de vida, evitar lo que nos puede molestar, y asegurar, como sea, nuestro pequeño bienestar material, psicológico y afectivo.

Para lograrlo, cada uno debe organizarse la vida a su gusto. No hay que pensar en los problemas de los demás. Lo que haga cada uno es cosa suya. No es bueno meterse en la vida de otros. Bastante tiene uno con sacar adelante su propia vida.

Este individualismo moderno está cambiando la vida de los creyentes de occidente. Poco a poco, se va difundiendo una «moral sin mandamientos». Todo es bueno si no me hace daño. Lo importante es ser inteligente y actuar con habilidad. Naturalmente, hay que respetar a todos y no perjudicar a nadie. Eso es todo.

Va cambiando también la manera de vivir la fe. Cada uno sabe «lo que le va» y «lo que no le va». Lo importante es que la religión le ayude a uno a sentirse bien. Se puede ser un «cristiano majo» y sin problemas. Lo que hace falta es «gestionar» lo religioso de manera inteligente.

El resultado es una clase media instalada en el bienestar, compuesta por individuos respetables que se comportan correctamente en todos los órdenes de la vida, pero que viven encerrados en sí mismos, separados de su propia alma y apartados de Dios y de sus semejantes.

Hay una manera muy sencilla de saber qué queda de «cristiano» en este individualismo moderno y es ver si todavía nos preocupamos de los que sufren. Lo dijo Jesús con claridad: «A mí el Espíritu de Dios me envía a dar una Buena Noticia a los pobres». Ser cristiano no es sentirse bien ni mal, sino sentir a los que viven mal, pensar en los que sufren, reaccionar ante su impotencia, no refugiarnos en nuestro propio bienestar.

No hay que dar por supuesto que somos cristianos pues puede no ser verdad. Nos tenemos que preguntar si vivimos según lo que nos parece o si nos dejamos alguna vez conducir por ese Espíritu que a Él lo llevaba hacia los que veía sufrir.