sábado, 31 de julio de 2010

Conclusión de las parábolas (Mt 13, 51-52)

El discurso parábolico termina con una pregunta de Jesús: “¿Habéis entendido todo esto?” (13, 51). Mateo está convencido de que el seguimiento está muy vinculado al “escuchar” y al “entender”... Acordaros que en la parábola del sembrador, el problema de muchos “terrenos” era que no escuchaban o, si lo hacían, no entendían... De hecho, es la crística que Jesús hace a la gente que lo sigue: “Esta generación no entiende...”Jesús hoy también nos hace a nosotros esta mism pregunta: “¿Entiendes mi mensaje? ¿Entiendes realmente la propuesta del Evangelio?” La respuesta de los discípulos es clara: “Sí”... ¿Y la nuestra?

Con esta pregunta en realidad lo que Mateo hace es una llamada a profundizar en la palabra de Jesús, a escucharla, a intentar entenderla, pero no como curiosidad intelectual, sino con el deseo de vivirla, para que se constituya en guía en nuestro camino.

Por último, Jesús pone otra comparación: “El Reino de los cielos es como el dueño de una casa que saca de su arca cosas viejas y cosas nuevas”. Es decir, hay que tener la sabiduría necesaria para reconocer lo nuevo que nos aporta el evangelio, pero también para no desechar otras enseñanzas (en este caso el Antiguo Testamento pero, en la actualidad, tal vez otras “sabidurías” que llegan a occidente)... Dios habla de muchas maneras, se trata de reconocer su voz, acogerla en nuestro interior y seguir su camino...

sábado, 24 de julio de 2010

Parábola de la red (Mt 13, 47-50)

La parábola de la red también es exclusiva de Mateo y puede considerarse la última de la serie de parábolas que nos presenta en el capítulo 13. Por eso, en cierto modo hace de síntesis y conclusión, retomando enseñanzas que aparecen en parábolas anteriores.
Se nos vuelve a decir lo que ya se nos decía en la parábola del sembrador. Dios es alguien que actúa sin ningún tipo de discriminación, despliega su acción con todos. Por eso, al igual que lanza su semilla en todo tipo de terreno, lanza la red al mar, donde hay todo tipo de peces... Parece que a Él lo que le interesa es que su acción llegue a todos... luego, ya veremos, pero, en principio, es para todos...
Pero, claro, el estar en la red, (¿en la Iglesia?), no significa que ya pertenezcamos al Reino de los cielos, es decir, que ya seamos uno de los de Jesús, pues en la red hay de todo, peces buenos y peces malos... Y, al igual que en la parábola de la cizaña, llegará un momento, el día del juicio, en el que el Señor separá los peces buenos de los malos... Por tanto, vuelve a decir que la paciencia de Dios lo que pretende es darnos tiempo... Como dice el refrán: “Mientras hay vida hay esperanza”... Pero, no, no todo dará igual y, en cierto modo, en “la otra vida”, recogeremos lo que hayamos sembrado en ésta...
Alguna vez me han preguntado que significa ser pez bueno o pez malo... En el contexto del evangelio según san Mateo queda bastante claro... Mateo insiste en muchos momentos en que no basta decir “Señor, Señor”, sino que lo verdaderamente importante es hacer la voluntad del Padre... De hecho, es la conclusión del Sermón del Monte (Mt 7, 21-27). Es decir, lo que cuenta no son las palabras o las etiquetas que llevemos puestas (soy cristiano), sino los hechos, el vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesús... No es cuestión de cumplir un código ético, sino de vivir el evangelio que, obviamente, tiene unas consecuencias éticas...
Por tanto, lo que Mateo nos dice es que no basta con que nos digamos cristianos (estar en la red), sino que lo importante es ser de los peces buenos, no porque seamos mejores que los demás, sino porque intentamos seguir a Jesús...

sábado, 17 de julio de 2010

Parábola del tesoro y de la perla (Mt 13, 44-46)

Nos saltamos el comentario a la explicación que el mismo Jesús hace de la parábola de la cizaña (13,36-43), dado que de algún modo hemos aludido a él al comentar dicha parábola. Entramos, por tanto, a la segunda parte del discurso parabólico, dirigido exclusivamente a los discípulos.

Habitualmente aparecen juntas las denominadas parábolas del tesoro y de la perla (13,44-46), seguramente porque ambas, si bien con ligeros matices, vienen a decir algo muy parecido.

Jesús viene a decir algo así: "Lo que yo os ofrezco en nombre de mi Padre es parecido a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel"...

Con esta comparación, Jesús pone de relieve sobre todo una cosa: Quien ha descubierto a Dios en su vida y lo que Él propone, es tal la alegría que experimenta, que todo lo demás se relativiza, tanto, que por recorrer el camino de felicidad que Jesús propone, estamos dispuestos a cualqueir cosa, a dejarlo todo si hace falta... Es decir, el camino de Jesús no es un camino de renuncia; el camino de Jesús es, sobre todo, un camino de felicidad... Y por alcanzarlo, todo lo que hagamos nos parece poco... Obviamente esto implicará algunas renuncias pero, ¿acaso todo lo verdaderamente importante no supone renunciar a algo? ¿Acaso un estudiante no tiene que renunciar a muchas cosas para sacar adelante su carrera, o un padre de familia para de comer a sus hijos, o un deportista para ganar una competición? Por eso, el secreto está en la alegría que se experimenta... Todo lo demás es mera consecuencia...

¿Qué matiz añade la parábola de la perla? Añade el matiz de la búsqueda...

En el caso del tesoro, da la impresión de que aquel hombre se lo encuentra por pura casualidad... En cambio, en el caso de la perla, se trata de un mercader que anda buscando perlas finas... Por tanto, es alguien que busca algo y que, además, es capaz de reconocer cuando algo tiene verdadero valor... Pero, en todo caso, el resultado es el mismo, una vez encontrado aquello tan valioso, vende todo lo que tiene con tal de conseguir lo que tanto buscaba...

Ambas parábolas, por tanto, aluden al hallazgo de algo importante... En unos casos, por casualidad, en otros, como resultado de una búsqueda... ¡Qué más da! Lo verdaderamente importante es haber encontrado aquello por lo que vale la pena hacer cualquier cosa pues es mucho más lo que recibimos a cambio...

Cabría preguntaros: ¿Es para mí Jesús y su evangelio algo realmente valioso? ¿Es su propuesta de vida algo que en mí produce alegría, hasta el punto de renunciar a cosas con tal de seguir su camino? Parafraseando a san Francisco de Sales, yo diría: "Un cristiano triste es un triste cristiano"... Vivamos nuestra fe con alegría... La mejor manera de anunciar el evangelio es que todos vean en nosotros que, seguir a Jesús, es un camino de felicidad (acordaros de las Bienaventuranzas)... y no porque no tengamos dificultades, sino porque, sabiendo a Jesús con nosotros, todo se vive de manera muy distinta...

sábado, 10 de julio de 2010

Parábola de la levadura (Mt 13,33)

Continuando con esta sección del evangelio según san Mateo que recoge algunas parábolas de Jesús, nos encontramos con la más pequeña de todas, la parábola de la levadura. Podríamos traducirla de este modo:

Dice Jesús: El modo de actuar de Dios es como el de la levadura... Cuando alguien necesita fermentar una masa, le basta una pequeñísima cantidad de levadura... Y es impresionante ver cómo esa pequeña cantidad es capaz de fermentar toda la masa...

Si os fijáis, Jesús vuelve a poner la fuerza en la potencialidad de lo pequeño...

En esta parte del evangelio, Mateo está intentando explicar a sus lectores la aparente poca eficacia de la misión de Jesús, su irrelevancia, y nos invita, una vez más, a confiar en la eficacia de la acción de Dios...

Pero hay algo más, desde el principio Jesús nos está diciendo que el modo de actuar de Dios no es "aparatoso"... Dios actúa en lo pequeño, a través de acciones aparentemente insignificantes, pero que tienen una gran potencialidad en su interior... Basta recorrer la vida de Jesús, totalmente ajena al espectáculo y a la relevancia social...

Sí, lo pequeño tiene una fuerza enorme... Pequeños gestos pueden cambiar la vida de una persona... Pequeñas cosas pueden llenarnos profundamente el corazón... Incluso es probable que una pequeñísima masa haya dado origen a todo el Universo...

Esto me recuerda aquel famoso episodio de Elías... El profeta quería ver a Dios... Entonces, hubo un terremoto, pero el Señor no estaba en el terromto; hubo una fuerte tormenta, pero el Señor tampoco estaba en la tormenta; finalmente paso una suave brisa, y cayó en la cuenta de que el Señor estaba en el frescor de ese leve aire que se movía para atenuar el calor...

Confiemos en lo pequeño, en los pequeños gestos, en las pequeñas acciones... A veces por esperar a hacer algo grande, no terminamos de hacer lo que podemos hacer, aunque sea pequeño... A veces, por no poder cambiar el mundo, ni siquiera arreglamos lo que sí podríamos mejorar a nuestro alrededor...

Estemos atentos a la brisa, estemos alertas para cuando el Señor pase como ese aire imperceptible pero fresco. No despreciemos lo pequeño y confiemos en que el bien que hagamos a su tiempo dará su fruto y terminará fermentando toda la masa, es decir, incidiendo en todo nuestro derredor.

Con la parábola de la levadura, Mateo termina el discurso de Jesús dirigido a todo el pueblo, y da a entender que, aunque la gente escucha, en realidad no entiende pues, como decía en la parábola del sembrador, le falta una verdadera disposición interior. Al menos esto es lo que sugieren los exegetas al hacernos caer en la cuenta de que Mateo utiliza el verbo "decir" (Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente), en lugar del verbo "enseñar" (Mt 13, 34-35). A continuación proseguirá con el discurso parabólico pero ahora dirigiéndose sólo a los discípulos.

jueves, 8 de julio de 2010

El Arte de Descansar (Colaboración)

Paz a esta casa...

Pide Jesús a sus discípulos que pasen por los pueblos y lugares contagiando paz. Tarea nada fácil, pues sólo quien la posee en su corazón puede comunicarla de verdad.

Las vacaciones son, sin duda, momento privilegiado para reconstruir esa paz interior, a veces, tan maltrecha.

Tal vez sea bueno olvidarnos por unos días de la TV y la radio. Nuestro espíritu lo agradecerá. Mejor todavía si sabemos encontrar de vez en cuando algún rincón tranquilo (la sombra de un bosque, la orilla de un río, la paz de una ermita...) para «estar en silencio», sin prisas. Descubriremos nuestra agitación interior y nuestras tensiones. Sentiremos la necesidad de vivir de otra manera. El silencio relajado es siempre fuerza transformadora y fuente de paz.

La mayor parte del tiempo vivimos «en nuestra cabeza», olvidados absolutamente de nuestro cuerpo, crispado y tenso por las mil preocupaciones de cada día.

Hagamos una experiencia nueva al menos durante unos días: sentir nuestro cuerpo, respirar conscientemente y con calma, tomar conciencia de las diversas sensaciones, sentarnos de manera relajada, pasear sintiendo nuestro caminar. Descubriremos con más fuerza la alegría de sentirnos vivos. Gustar la vida. Por lo general, tendemos a acumular en nuestro interior las experiencias negativas, sin detenernos ante lo bueno y bello de la vida.

¿Por qué no dedicar unos días a vivir más despacio, gustando las cosas pequeñas y saboreando agradecidos tantos placeres sencillos que ofrece el vivir diario? Quedaremos sorprendidos de todo lo que se nos regala de manera constante. Casi siempre corremos por el mundo sin captar apenas la vida y sin abrirnos al misterio que nos envuelve.

Es bueno tomarse tiempo para aprender a mirar el entorno más despacio y con más hondura. No se trata de afinar los sentidos, sino de captar la vida que palpita dentro de las personas, los seres y las cosas, y escuchar su eco en nosotros.

Para recuperar la paz es necesario curar las heridas que nos hacen sufrir interiormente. Liberarnos de los recuerdos dolorosos del pasado y de las amenazas del futuro.

Es un verdadero arte vivir plenamente el momento presente, aquí y ahora. El creyente lo aprende desde la fe: el pasado pertenece a la misericordia de Dios; el futuro queda confiado a su bondad.

sábado, 3 de julio de 2010

Parábola de la semilla de mostaza (Mt 13, 31-32)

La parábola de la semilla de mostaza podría ser considerada como la parábola sobre la grandeza de lo pequeño… ¿En qué sentido…?

Jesús, por medio de este relato, una vez más nos va a enseñar a ir más allá de las apariencias y de lo inmediato… Si nos dejáramos llevar por las apariencias, nadie apostaría por la potencialidad de un grano de mostaza, ¡es tan pequeño!, ¿qué puede salir de allí? Sin embargo, al poco tiempo, aquella minúscula semilla crece hasta convertirse en un arbusto que puede alcanzar los cuatro metros de altura… Es decir, lo pequeño puede dar origen a algo grande…

¿Por qué Jesús dice eso? Obviamente está saliendo al paso del desánimo de los discípulos al ver que lo de Jesús no tiene las repercusiones que ellos se imaginaban… Lo de Jesús es pequeño, aparentemente irrelevante… y la duda es si eso realmente tiene sentido, tiene la vida que promete… Por eso, lo que Jesús les viene a decir es que las cosas de Dios, aunque en sus inicios sean “pequeñas”, si son de Dios, tienen una potencialidad que se irá manifestando poco a poco con el paso del tiempo… Esto me recuerda algo que dice muchas veces una amiga mía: “lo grande empieza pequeño”.

En este sentido, por medio de esta parábola Jesús también nos invita a nosotros a no desanimarnos al ver que lo que hacemos no siempre da resultados inmediatos, al ver que lo cristiano parece tener poca relevancia… Nosotros hagamos lo que tenemos que hacer, sembremos la semilla del Reino, aunque ésta parezca pequeña, y confiemos en que lo de Dios tiene Vida y que, en su momento, florecerá.