viernes, 28 de octubre de 2022

XXXI Domingo (Ciclo C): Jesús y Zaqueo. Dos miradas que se encuentran. (Lc 19, 1-10)


1. LEE: LUCAS 19, 1-10

El evangelio de hoy nos presenta uno de los encuentros de Jesús. Se trata de su encuentro con un personaje público muy importante llamado Zaqueo.

Zaqueo era un hombre rico, al parecer, muy rico. Era jefe de publicanos. Recordemos que los publicanos eran considerados traidores y corruptos dado que estaban al servicio de Roma, el imperio invasor, y eran quienes cobraban impuestos, muchas veces desorbitados, a sus mismos compatriotas.

La escena se sitúa en Jericó. Jericó solía ser la última ciudad por donde pasaban los peregrinos que iban camino a Jerusalén, con lo cual se nos indica que Jesús está ya muy cerca de su destino, un destino que él mismo es consciente que lo conducirá a un fuerte enfrentamiento con las autoridades judías y, muy probablemente, a la muerte. Así mismo, en el Antiguo Testamento, Jericó aparece como la ciudad en la se dio por terminado el largo periodo de los 40 años del pueblo de Israel por el desierto, justo antes de entrar en la tierra prometida. Por tanto, es una manera de decirnos que, con Jesús, el nuevo pueblo de Dios está a las puertas de terminar su largo peregrinar.

Es un texto muy rico en detalles. Puede ser abordado desde múltiples perspectivas. Yo propongo fijarnos en lo que podemos denominar “dinámica del encuentro”. Dicho de otra manera, qué pasos se dan en ese maravilloso encuentro en Jesús y Zaqueo, como un modo de iluminar nuestros propios encuentros.

Si nos fijamos, en este texto quien tiene la iniciativa es Zaqueo. A él, a pesar de tenerlo aparentemente todo, le falta algo. Tiene un deseo, ver a Jesús. Y un deseo que no son meras intenciones sino un algo que lo moviliza, que lo lleva a poner todos los medios que están a su alcance. Sin duda, la autenticidad de nuestros deseos se verifica en la capacidad de movilizarnos. Zaqueo supera una serie de dificultades. Supera su amor propio, el miedo al ridículo…, no le importa subirse a un árbol a la vista de todos. Supera la dificultad de la gente que le impide ver a Jesús. Supera su baja estatura. Nada lo detiene. Es el primer paso, tener un gran deseo y poner todos los medios que estén a nuestro alcance para hacerlo realidad.

Una vez que Zaqueo ha hecho todo lo que está en su mano, Jesús se lo pone realmente fácil y tiene unos detalles hermosos. Levanta los ojos, lo mira y lo llama por su nombre. Qué importante es sentirnos mirados y llamados por nuestro nombre. Con eso le da a entender que lo conoce, que sabe quién es, lo personaliza. Y no solo eso; le pide que baje. Zaqueo no necesita estar por encima, no necesita esconderse, Jesús quiere que se ponga a su altura, que se acerque. Y, más aún, se invita a su casa. No solo lo mira; le demuestra un gesto de amistad y confianza. Y gestos así, nos desarman. Ese es Jesús.

Y Zaqueo no empieza con excusas. No mira su agenda a ver si tiene tiempo, no piensa en qué dirá la gente, no le da largas. Inmediatamente baja y recibe a Jesús con alegría. Zaqueo no deja pasar la oportunidad…. Tener a Jesús en su casa, en su vida, no es una carga, es fuente de gozo.

La gente, sin embargo, permanece ajena a este encuentro. Lo único que sabe hacer es criticar. No es capaz de ver el deseo de cambio de Zaqueo, ni el deseo de Jesús de recuperar lo que está perdido. La gente somos todos aquellos que nos sentimos con una cierta “superioridad moral”, que somos prontos a juzgar, que no hemos aprendido a mirar como somos mirados por Dios.

Pero Zaqueo no se deja amedrentar. Le da igual las críticas. Él sabe lo que quiere. Se sabe mirado, y eso es lo que cuenta. Más aún, su reacción va a ser un cambio radical de vida y de valores. En el centro ya no estará su dinero sino la solidaridad, la generosidad, la justicia. Dará la mitad de sus bienes a los pobres, devolverá cuatro veces más a quienes haya defraudado…, ¡obras son amores!

Este cuarto paso nos da la clave. Un verdadero encuentro con Jesús nos cambia. Y lo que nos cambia es el corazón, la mirada. Cambia nuestros valores, nuestras prioridades. Hace que en el centro ya no estemos nosotros y nuestros intereses sino los demás… ¡Esa es la gran conversión! Volver a Dios es siempre volver al hermano.

2. MEDITA
  • ¿Busco yo también a Jesús? ¿Qué hago para encontrarlo?
  • ¿Cómo me veo, como Zaqueo o como muchedumbre?
  • ¿Me he sentido mirada por Jesús como Jesús miró a Zaqueo?
  • Zaqueo hace cosas concretas, y yo… ¿En qué se concreta mi fe, qué hago o qué no hago?
  • Mi relación con Dios, ¿se refleja en mi relación con mis hermanos?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

sábado, 22 de octubre de 2022

XXX Domingo (Ciclo C): ¿Cómo debemos orar? (Lc 18, 9-14)


1. LEE: LUCAS 18, 9-14

Muchas personas se preguntan cómo orar, como relacionarnos, cómo hablar con Dios. Hoy, el evangelio nos entrega una nueva parábola de Jesús que nos puede iluminar sobre esto.

La parábola nos presenta dos modos de orar a través de dos personajes. El primero, es un hombre religioso, muy religioso; alguien, diríamos, irreprochable. El segundo, un personaje público, muy conocido, un cobrador de impuestos, considerado por todos un explotador y un corrupto. A primera vista, diríamos que el primero es quien estaría “en regla” con Dios y, por tanto, su oración debería ser escuchada. Sin embargo, Jesús dice que la oración que realmente le resultó más agradable a Dios, la oración que le tocó el corazón fue la de aquel hombre pecador. Esto, como comprenderán, resultó a sus oyentes -y seguramente también a muchos de nosotros- sumamente escandaloso e injusto.

Por eso, tenemos que preguntarnos por qué Jesús dice esto.

Si leemos la parábola con atención, si nos fijamos en los gestos, en la postura corporal, en el contenido de la oración, veremos que, el primero, refleja una actitud autosuficiente. Está de pie, erguido, a la vista de todos. Su oración consiste en decirle al Señor todo lo que ha hecho, lo buena persona que es; pero, lo peor de todo, es que eso lo hace sentirse mejor, superior a los demás, hasta el punto de menospreciarnos y juzgarlos. Eso es lo terrible y lo que Dios rechaza. Jesús deja siempre muy claro que no podemos separar nuestra relación con Dios de nuestra relación con los demás. No puedo creer que estoy a buenas con Dios, mientras desprecio, ignoro, maltrato a los demás, eso es un engaño y Jesús lo llama hipocresía. Por eso, Jesús rechaza la actitud del fariseo. Él no necesita nada de Dios (solo que le recompense sus buenas obras). Para él, sus “buenas obras”, su esfuerzo lo hacen merecedor de la atención de Dios.

El segundo, si nos fijamos, tiene una actitud muy distinta. Se queda atrás, no se atreve ni a levantar la mirada, está avergonzado, sabe que lo que está haciendo está mal, seguramente le remuerde la conciencia, y es con esa actitud con la que, a pesar de su pecado, se acerca a Dios con humildad. Sabe que no merece nada, que solo es acreedor de un reproche, pero confía en el Señor. Eso es lo que le conmueve a Dios el corazón. Dios no lo acoge porque sea mejor que el fariseo, sino porque este hombre se sabe necesitado de Dios, de su misericordia.

Por tanto, lo importante no es solo si oramos o no, sino con qué actitud nos situamos ante Dios.

Una vez más, Jesús nos presente el verdadero rostro de Dios. Un Dios que acoge al pecador, que nos acoge en nuestra pequeñez, en nuestra fragilidad si nos acercamos a él con humildad. Y que, en cambio, rechaza a quienes, considerándose muy religiosos, desprecian a los demás y se acercan a Él solo para cobrar una factura.

2. MEDITA
  • ¿Cómo es mi oración? ¿Se acerca más a la del fariseo o a la del publicano?
  • ¿Siento que Dios está “en deuda” conmigo?
  • ¿Soy de los que me considero “mejor” que los demás?
  • ¿Soy consciente de que todo lo debo a la gracia de Dios y no a mi propio esfuerzo?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

viernes, 14 de octubre de 2022

XXIX Domingo (Ciclo C): Parábola de la viuda y el juez injusto (Lc 18,1-8)

 

1. LEE: LUCAS 18, 1-8

El evangelio de hoy nos presenta una parábola desconcertante. Se trata de una viuda que pide justicia a un juez injusto, que no tiene intenciones de atenderla pero que, gracias a la insistencia de aquella mujer, decide atender a su petición.

Jesús es un gran “cuenta cuentos”. Se sirve de casos de la vida real para darnos una enseñanza práctica. Lo desconcertante es que compara a Dios (su Padre), con ese juez injusto…, ¿cómo es posible?

La intención de Jesús es llamar nuestra atención, despertarnos, y habitualmente lo consigue. No es que Jesús compare a su Padre con un juez injusto sino que nos viene a decir que, si incluso un juez injusto, ante la insistencia de una pobre viuda (¡no de un poderoso, sino de alguien humilde!, pues recordemos que las viudas era personas habitualmente desprotegidas), ¡cuánto más escuchará y atenderá nuestras peticiones nuestro Padre del cielo que es todo bondad!

La intención de esta parábola está claramente expuesta ya al principio. Jesús lo que quiere es enseñarnos la importancia, no solo de la oración, sino de perseverar e insistir en ella. Nuestra tentación es desistir al no obtener lo que queremos o desconfiar ante la duda de ser realmente escuchados. Por eso, la primera enseñanza es precisamente esta, perseveremos en la oración, confiemos en que nuestro Padre del cielo siempre nos escucha, aunque no siempre cumpla nuestros deseos, como un padre que no siempre puede realizar los deseos de sus hijos, pero que está siempre ahí, a su lado.

Unido a este tema central de la oración, aparecen otros dos: la justicia de Dios y la fe.

La enseñanza que extrae Jesús de la parábola es invitarnos a confiar en que Dios tarde o temprano hará justicia a quienes claman ante Él día y noche. Sin duda, las injusticias de nuestro mundo son un escándalo para muchos creyentes y no creyentes, y no pocos piensas que Dios se ha desentendido de nuestro mundo, del sufrimiento de los débiles. Y, no, no es así, el escucha nuestros lamentos y no es ajeno a lo que nos ocurre. Pero hay que confiar. De ahí el segundo gran tema: la fe.

Jesús se lamenta de la poca fe que encuentra a su alrededor, hasta llegar a exclamar: «cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» La oración y la fe van de la mano. La fe se expresa en la oración, la oración es expresión de nuestra fe, de nuestra confianza en un Dios que nos escucha y tiene una palabra para nosotros.

Seamos como aquella pobre viuda, que no teme presentar su situación, su necesidad. Y confiemos en que nuestra oración siempre es escuchada y atendida por Dios, nuestro Padre, que nos ama con la ternura propia de una madre.

2. MEDITA
  • ¿Cómo es mi oración? ¿Es una oración insistente y perseverante?
  • ¿La hago con la confianza de que Dios me escucha?
  • ¿Mi fe me lleva a luchar por la justicia de los más débiles?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

miércoles, 5 de octubre de 2022

XXVIII Domingo (Ciclo C): Seamos agradecidos (Lc 17, 11-19)


1. LEE: LUCAS 17, 11-19

El evangelio de hoy podría tener al menos dos títulos, “Jesús sana a 10 leprosos”, que sería meramente descriptivo, o “Sobre el agradecimiento…”, que podría resultar un poco más sugestivo y que pondría nuestra mirada en una de las enseñanzas de este episodio.

Jesús continúa sin dilaciones su camino hacia Jerusalén. En el recorrido de Galilea a Judea, los judios solían evitar atravesar Samaria, por la enemistad manifiesta entre judios y samaritanos. Jesús, sin embargo, no evita ese paso. Más aún, da la impresión de que Él elige pasar por allí. Jesús no evita los lugares conflictivos, Él ha venido para todos y todos necesitan de Él.

En ese camino, salen a su encuentro 10 leprosos. Recordemos que los leprosos tenían prohibido el contacto con la gente, se los consideraba impuros, seguramente por el miedo al contagio… Todos los evitaban y ellos se escondían de los demás. Sin embargo, se acercan a Jesús. Diez puede considerarse símbolo de plenitud. ¡Eran muchos los leprosos que buscaban a Jesús, que no temían acercársele, pues sabían que no serían rechazados. Saben que es un hombre compasivo, de ahí su petición, “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Hermosa oración… Ellos saben que no tienen derecho a nada, pero saben que Jesús es compasivo y eso despierta en ellos la confianza.

Llama la atención que Jesús no los sana, sino que los manda a ir donde un sacerdote, que era quien podía certificar su curación. Pero lo más admirable aún es que ellos le obedecen sin haber sido sanados. Y, en el camino, quedan limpios. Creyeron en la palabra de Jesús, hicieron lo que Él les dijo y quedaron sanos… ¡Esta es la fe!

El relato podría haber terminado aquí. Sin embargo, Lucas señala que uno de aquellos diez, apenas se vio sano, volvió para dar gracias a Jesús. Y es entonces cuando Jesús echa de menos a los otros 9. Ver esta escena pone en evidencia que somos más dados a pedir que a agradecer. ¡Cuántas veces hemos sido sanados! ¡Todos los días somos bendecidos! Pero qué pocas veces agradecemos al Señor todas sus gracias, sus dones, sus detalles… Es por eso que este episodio bien puede llamarse “Sobre el agradecimiento”. Necesitamos aprender a ser agradecidos. Estamos en una sociedad en la que solo se habla de derechos, donde damos todo por descontado, por merecido. Sin embargo, tenemos tantos motivos para dar gracias… Y vivir agradecidos nos haría mucho más felices…

2. MEDITA
  • ¿Quiénes serían hoy los “leprosos” en nuestra sociedad?
  • ¿Mi oración es más una oración de petición o de agradecimiento?
  • ¿Soy una persona agradecida?
  • ¿Pueden todos acercarse a mí con la confianza de ser acogidos?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?