sábado, 30 de octubre de 2010

Segunda multiplicación de los panes (Mt 15, 29-39)

Mateo enmarca la segunda multiplicación de los panes en el siguiente contexto: Jesús está rodeado de gente que ha venido a su encuentro trayéndole cojos, lisiados, ciegos, mudos… Lo ponen a los pies del Maestro y Él los cura… Escena llena de ternura… Y estas curaciones, dan el fruto esperado: la gente queda curada y alaban a Dios… He aquí la intervención integral de Jesús, que cura el cuerpo y el alma… Y he aquí la verdadera reacción que el Señor espera de nosotros, no quedarnos en el hecho "milagroso", sino darle gracias… Éste es el ciclo de la experiencia religiosa… Presentar al Señor nuestras necesidades, acercarnos a Él, ponernos a sus pies, percibir su acción amorosa en nosotros y darle gracias…

Es en este contexto en el que Jesús dice: "Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer"… La frase no tiene desperdicio… Una vez más contemplamos el corazón compasivo de Jesús… Jesús no está centrado en sí mismo, en su éxito… En quienes lo siguen no ve "fans" que lo endiosan… Él ve personas necesitadas y esto lo conmueve… Realmente Jesús no puede ver necesidades y no hacer nada… Pero, al parecer, no sólo le conmueve el ver que aquellas personas no tienen qué comer, sino el constatar que han permanecido con él tres días, a pesar de no tener comida… Es decir, son personas que le son fieles, no gente que está "de paso", mientras le solucionan sus problemas…

Esta segunda multiplicación de los panes es similar a la primera (14, 13-21). Muchos comentaristas coinciden en que probablemente sólo hubo una multiplicación. Sin embargo, ésta no es una mera "duplicación" de un suceso, sino que quiere poner de manifiesto, una vez más, que el Señor no sólo se dirigió al pueblo judío (primera multiplicación) sino que su acción también llegó hasta los considerados "paganos". Así, la primera multiplicación estaría en un contexto judío y, la segunda, en un contexto pagano… Esto se ve con claridad por los símbolos que utiliza el evangelista.

La situación es similar. La gente no tiene qué comer. Los discípulos manifiestan la imposibilidad de dar de comer a tanta gente. Jesús les pide que pongan en sus manos lo que tienen. Ellos aportan siete panes y unos pocos peces. Jesús da gracias, lo da a sus discípulos y estos, a la gente. Al final, todos quedan saciados e incluso de las sobras se recogen 7 espuertas…

Si os acordáis, en la primera multiplicación se hablaba de 5 panes y 12 canastos… El 5 y el 12 son números con gran simbolismo para los judíos (5 libros del Pentateuco, 12 tribus de Israel), mientras que el 7 es un número que expresa universalidad…

Hay otros dos pequeños detalles. En esta segunda multiplicación, Mateo habla de "espuertas", termino griego equivalente a los "cestos" de la primera multiplicación. Y utiliza el verbo "dar gracias" (griego), en lugar de "bendecir" (judío).

Por tanto, el mensaje es sencillo: el pan que Jesús ofrece (prefiguración de la Eucaristía), está destinado a saciar el "hambre" no sólo de los judíos, sino de todo el mundo… Por eso se dio de comer a 4.000 personas, pues el cuatro alude a los cuatro puntos cardinales…

Que el Señor nos regale un corazón universal y un gran espíritu misionero para no sólo solucionar el hambre de pan y cultura de tanta gente, sino para ofrecerles el alimento espiritual del evangelio…

sábado, 23 de octubre de 2010

Curación de la hija de una cananea (Mt 15, 21-28)

Después la controversia con los escribas y fariseos sobre lo puro e impuro (Mt 15, 1-20), Jesús vuelve a retirarse con sus discípulos… Mateo utiliza este recurso literario para señalar que, ante la dificultad que tiene la gente y los dirigentes religiosos ante su doctrina, Él va a concentrar su enseñanza en los discípulos más cercanos…

Se retira hacia Tiro y Sidón, región de paganos. Allí sale a su encuentro una mujer cananea que le suplica para que cure a su hija… Las palabras que salen de la boca y del corazón de aquella madre son hermosas: "Ten piedad de mí, Señor, hijo de David. Mira que mi hija es atormentada por un demonio"… Dirigirse a Jesús, dirigirse a Dios con esas palabras es apelar a su compasión, a su buen corazón… De hecho, ésta es una de las oraciones más sencillas y que podemos repetir a lo largo del día: "Señor, ten piedad y misericordia de mí"…

Lo que resulta llamativo es que se acerque a Jesús no sólo una extranjera sino una mujer… Definitivamente, algo tenía aquel hombre que atraía a sí a todas las personas, sin miedo a ser rechazadas… Sin embargo, Jesús parece no atender a esta súplica, y son los discípulos los que interceden por ella… ¡Increíble!... Esto supone un avance enorme, ¡que los discípulos intercedan por una extranjera es señal de que poco a poco van interiorizando el mensaje de Jesús!

Jesús alega que Él ha sido enviado para las ovejas perdidas de Israel, dato importante, pues pone de manifiesto que Él no tiene nada contra el pueblo judío sino contra las malas interpretaciones que algunos judíos han hecho de los mandamientos de Dios. Y es entonces cuando se suscita un diálogo interesante. La mujer no interpreta esto como un rechazo a su persona y tiene la humildad suficiente de insistir (¡buena enseñanza para nosotros!)… Y aunque se refiere a ella como un perrito a los pies de su señor, lo que hace es utilizar un lenguaje figurado, puesto que a los israelitas se los llamaba "hijos" y a los paganos "perros". Lo verdaderamente importante es que la mujer se atreve a insistir y obtiene de Jesús una alabanza maravillosa: "Mujer, grande es tu fe, que te suceda como deseas".

Algunos comentaristas interpretan esta reacción como un acto de humildad por parte de Jesús… Al parece, inicialmente Él interpretó su misión como dirigida casi exclusivamente a Israel; sin embargo, se deja enseñar por la mujer, y descubre que la voluntad de su Padre es dirigir su amor y su bondad a todos, pues para Él no han extranjeros sino que todos son hijos… Hermoso mensaje…

Que el Señor nos regala la humildad de esta mujer y su fe… Y la humildad de corazón para ser corregidos y enseñados por otros, si esto nos acerca a lo que Dios realmente quiere...

miércoles, 20 de octubre de 2010

Decálogo para ser feliz

10 recomendaciones que, dicen los que saben, le ayudarán a ser más feliz:

  1. La felicidad no es un estado, es una actitud ante la vida.
  2. Hay que proponerse ser felices.
  3. Creer en nosotros mismos.
  4. Aceptar las cosas tal y como nos vienen. Somos humanos y, por lo tanto, cometemos errores.
  5. Ver los problemas desde la distancia. Anteponer los pensamientos a los sentimientos.
  6. Desear lo que tenemos y disfrutar de ello.
  7. Hacer lo que nos gusta. Buscar actividades que nos diviertan y nos permitan disfrutar del tiempo libre.
  8. Adoptar una actitud optimista ante la vida.
  9. Cultivar el sentido del humor. Es fundamental saber reírse de uno mismo.
  10. Apoyarse en la familia. Hacer cosas por los que están a nuestro lado.

Tomado del diario El Mundo: http://www.elmundo.es/elmundosalud/2010/10/15/neurociencia/1287152185.html

sábado, 16 de octubre de 2010

La verdadera "impureza" (Mt 15, 10-20)

Después de haber enfrentado a los escribas y fariseos respecto al tema de las tradiciones (cf. Mt 15, 1-9), Jesús se dirige a la gente que lo sigue, señal de que lo que está tratando no afecta sólo a los dirigentes religiosos sino a todo el mundo. Y les dice: "¡Oíd y entended! No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca es lo que contamina al hombre. Porque es del corazón de donde salen las intenciones malas…"

Este tema Jesús ya lo había tratado con anterioridad (cf. Mt 12, 33ss.), pero insiste en ello dada la dificultad que parece tenemos para comprender de una buena vez que lo "puro" o lo "impuro" (que es una de las grandes obsesiones de las religiones y de algunas personas) no está fuera…

Para Dios no hay nada puro o impuro en sí mismo… Él lo hizo todo bueno… Él está presente en todo y, desde que su Hijo se encarnó, todo puede convertirse en lugar de presencia y encuentro con Él… La pureza, sin duda, es importante, pero la pureza interior, la pureza de corazón… En el fondo se trata de entender y vivir el sentido de una de las Bienaventuranzas que se recogen en el Sermón del Monte: "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios"… Podemos estar muy "limpios" por fuera, y estar llenos de podredumbre por dentro, porque tenemos el corazón retorcido, porque tenemos malas intenciones, etc… Se trata de tener el corazón limpio, la mirada limpia, la intención recta… ¡Ésa es la pureza que Dios quiere…! Y si el interior está limpio, lo que salga de nosotros (pensamientos, palabras, obras), serán agradables a Dios y beneficiosas para nosotros mismos y para los demás…

Ante esta enseñanza, los discípulos reaccionan diciéndole que los fariseos se han escandalizado al oír estas palabras… Ante esto, Jesús responde de una manera muy dura, diciendo: "¡Dejadlos!" Es un modo de de decir que ese modo de vivir y enseñar la religión no es el verdadero camino que conduce al Padre… ¡Qué fuerte! Y los llama ciegos que guían a otros ciegos… ¡Qué responsabilidad!

Pero, al parecer, el problema no lo tienen sólo los fariseos. Pedro, en nombre de los Doce, pide a Jesús que les explique mejor todo lo que hay detrás de esa enseñanza… ¡Cuánto nos cuesta entender las palabras de Jesús! ¡Cuánto vivir que lo único importante es el amor a Dios y al prójimo, y que todo lo demás, está en función de esto! Y Jesús responde, como con cierto cansancio: "¿También vosotros estáis sin entendimiento?"; palabras que también podría dirigirnos a nosotros: ¿También nosotros no terminamos de entender el camino del evangelio? E insiste en la misma explicación: es del corazón de donde salen las malas acciones…

Pidamos al Señor tener el corazón y la mirada limpios para que todo lo que hagamos sea grato a sus ojos…

miércoles, 13 de octubre de 2010

Pequeños pensamientos para orar serenamente a los pies de Jesús (2)

  • Si buscas a Dios en verdad, descubrirás que necesitas ser pobre y sencillo en tu oración: irás a Él con la convicción de que está, de que te espera... y te limitarás a decirle: "Aquí estoy, Señor, a tu disposición". En tu tiempo de oración de hoy, díselo, repítelo con amor: "Aquí estoy, Señor, a tu disposición".
  • Para buscar a Dios es necesario que seas pobre, pobre de alma; has de dejar el equipaje que sobra y estorba, has de huir de todo lo que sea cobijo de tu egoísmo; deja también tus miedos, tus mediocridades, tu indolencia... pero sobre todo, deja a un lado tu temor al "¿qué me puede pedir el Señor?". Esta pregunta que tantas veces nos hacemos y que muchas veces condiciona, inconscientemente, nuestra entrega.
  • Buscar a Dios, buscarle, es amarle. Y para amar de verdad es necesario darse, abrir todas las puertas, estar dispuesto a todo con tal de complacer a quien amas. Es necesario que dejes libre tu corazón. Es una pena que una mezquindad limite el alcance de tu amor.
  • Buscar a Dios consiste en mantener viva la ilusión por conocerlo cada día más y estar dispuesto a dar tu vida por Él... a dar cada día algo nuevo de ti mismo para poderlo conocer, para poderte identificar con Él.
  • Buscar a Dios es vivir en su presencia. Reconocer sus pasos en la vida de cada día, su rostro en el de tus hermanos. Y al mismo tiempo consistirá en dejarte llevar, de verdad, por los criterios de Cristo hasta poder decir que tus palabras son las que el Señor espera de ti; que tus pasos son los que daría Cristo, que tu manera de mirar, amar y relacionarte con los hermanos equivalen a los que tendría Cristo.
  • La búsqueda del rostro del Señor la iniciamos cuando tomamos conciencia de la mirada de amor de Dios sobre nosotros. Es nuestra respuesta. La conciencia de sentirte y saberte mirado con amor por Dios es la base toda vida de entrega.
  • Pero no olvides que Dios te hizo libre y quiere "mendigar" tu consentimiento a su amor creador. Quiere buscarte dejándose buscar por ti.
  • Buscar a Dios es aceptar y desear ser conocido por Él. Abrir las puertas de la vida para dejar que la luz de su amor te inunde. Es ofrecer al Señor todo lo que tienes y todo lo que eres, en un movimiento interior de alabanza y acción de gracias tan fuerte que, después, pueda quedar plasmado en la vida.
Jaume Boada, O.P.
En: "Por el camino del silencio"

sábado, 9 de octubre de 2010

El papel de las tradiciones (Mt 15, 1-9)

El capítulo 15 del evangelio según san Mateo comienza con una controversia entre Jesús y los representantes religiosos de su tiempo; es decir, nos plantea uno de los temas en los cuales Jesús tuvo problemas precisamente con quienes eran considerados como los auténticos judíos de entonces. Todo empieza con una cuestión aparentemente sin importancia: ¿por qué los discípulos de Jesús no se lavan las manos antes de comer? Obviamente, los escribas y fariseos no están planteando una cuestión de higiene, sino que el tema de fondo es: ¿por qué tus discípulos trasgreden las tradiciones de nuestros padres? Es decir, la norma de "lavarse las manos", viene elevada a la categoría de "Tradición"… Con esto, en realidad, el tema de fondo es: ¿qué valor tienen muchas de las tradiciones, usos y costumbres religiosas?

Jesús aprovechará esta controversia para dar una enseñanza. En primer lugar, hace una crítica fuerte precisamente a los dirigentes religiosos de su tiempo. Les llega a decir que han dado tanta fuerza a las tradiciones, que han terminado por ignorar totalmente la auténtica voluntad de Dios. Pero, vayamos despacio. No es que Jesús desprecie las tradiciones. El evangelio deja claro que Él guarda algunas de ellas. Lo que Jesús no tolera son aquellas tradiciones que terminan oscureciendo el auténtico deseo de Dios, que es que el hombre viva con la libertad de los hijos de Dios… La verdadera función de las tradiciones, usos y costumbres, es aplicar a lo concreto, la voluntad de Dios, y no al revés. Por ejemplo, la norma de ir a misa los domingos, nos ayuda a recordar la importancia de dedicar este día de la resurrección del Señor, precisamente al Señor… Por tanto, no se trata de ir a misa porque me lo mandan o porque es una obligación, ¡dejaría de tener sentido y podría incluso convertirse en una carga!, sino porque es bueno para mí, porque es bueno dedicar al menos un día a la semana a mi relación con Él… Si ese "ir a misa" se convierte en un fin en sí mismo y olvido que, lo que se pretende con ello, es que yo me una al sacrificio de Cristo, de modo que haga de mi vida también una eucaristía, una ofrenda al Padre, esa "norma", ha perdido su verdadero sentido…

Por tanto, como veréis, el tema no es baladí… La cuestión de fondo es, como dice Jesús, la de ver si vivimos una religión "exterior", que se mueve en el ámbito del cumplimiento, de hacer cosas, ritos; o si realmente nuestra religión es un verdadero culto, una verdadera entrega del corazón al Padre, a quien amamos con toda el alma y con todo nuestro ser. Ojalá el Señor no diga de nosotros lo que dijo de aquellos escribas y fariseos: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de los hombres"…

Purifiquemos nuestro culto al Señor, de modo que entendamos el sentido de muchas de las tradiciones, usos y costumbres cristianas, y las vivamos como un modo de amar al Señor y a nuestros hermanos… Y, recordemos siempre que, todo aquello que vaya en contra del único mandamiento que nos dejó Jesús, el amor a Dios y al prójimo, no puede ser presentado nunca como voluntad del Padre… Bastaría recordar la parábola del Buen Samaritano, que es la mejor ilustración de esta enseñanza de Jesús (Lc 10, 25-37)…

miércoles, 6 de octubre de 2010

Pequeños pensamientos para orar serenamente a los pies de Jesús

  • Buscar a Dios consiste en dejarse amar por Él, permitir que Él posea tu vida, que Él sea el dueño de tu historia.
  • Buscar a Dios consiste en penetrar plenamente y sin miedo en su misterio y dejar que Él penetre todo nuestro ser sin ponerle, por nuestra parte, ninguna clase de condición.
  • Quien busca a Dios de verdad comienza por olvidarse de sí mismo.
  • Vive dejándose llevar por Dios, en una actitud de disponibilidad total y de servicio a los hermanos.
  • El que desea encontrar a Dios lo busca por el camino del silencio, necesita tiempos, espacios de silencio.
  • No se hace notar, no quiere hacerse ver en nada. Camina, trabaja, lucha. Vive sin ostentaciones. Sin embargo, siempre tiene una palabra humilde de aliento para el hermano.
  • El tener en tu vida espacios de silencio y de oración para buscar a Dios explícitamente se convertirá en una necesidad para ti. Pero no olvides que no podrás callar ni hacer silencio para buscar a Dios si no has aprendido en la escuela del silencio a escuchar a tus hermanos.
  • Buscar a Dios es estar dispuesto a dejarte encontrar por Él, a permitir que su luz invada todos los rincones de oscuridad que haya en tu vida y que su amor siembre de comprensión, misericordia, bondad tu vida de relación y de servicio a los hermanos.
  • Buscar a Dios consiste en recordar que la Iglesia necesita de tu servicio, de tu trabajo apostólico, pero que también necesita de tu vida consagrada y centrada en Dios.
  • Si tu vida es una búsqueda de Dios, cuando hables de Él en tu servicio apostólico, no lo harás "de memoria". Hablarás, en cambio, de alguien a quien conoces, con quien hablas, convives... y a quien amas de verdad.
Jaume Boada, O.P.
En "Por el camino del silencio"

sábado, 2 de octubre de 2010

“Pedro camina sobre las aguas” (Mt 14, 24-36)

Después de la multiplicación de los panes, Jesús ha mandado a sus discípulos a que atraviesen el lago y vayan por delante de Él a la otra orilla… (En el comentario anterior hemos dado algunas pinceladas sobre el significado de este relato…) Por tanto, nos situamos en aquella travesía…

Los discípulos están en medio del lago cuando se desata una tormenta y experimentan el viento en contra… Este episodio tiene un fuerte contenido simbólico… Ir a la otra orilla es ir más allá; en este caso concreto, suponía ir a tierra de paganos… y esto, para un judío, era casi temerario… Tal vez por eso, en el trayecto experimentan el viento en contra… Cuando queremos salir de lo ya conocido y explorar nuevos territorios, cuando queremos anunciar el Evangelio allí donde no se atreve a ir nadie, muchas veces experimentamos la oposición y la dificultad… Por tanto, en realidad, al contemplar a estos discípulos, nos podemos contemplar a nosotros mismos…

Aquellos pobres hombres son conscientes del peligro; algunos de ellos son pescadores… No es la primera vez que se enfrentan a una tormenta. Poco antes, se han enfrentado a una, pero Jesús iba con ellos y calmó el mar (Mt 8,23-27). Pero ahora están solos; el Maestro se ha quedado en la orilla… Cuando nos sentimos solos, todo se nos hace más difícil…

Pero Jesús los observa desde la orilla… Aunque muchas veces no lo sintamos a nuestro lado, está siempre acompañándonos, pendiente de lo que nos sucede… Y viene a su encuentro, a nuestro encuentro, caminando sobre el agua…

Caminar sobre el agua tiene un alto significado teológico… El agua, más aún, el mar, simboliza el mal con toda su fuerza incontrolable y destructiva… Y, según el Antiguo Testamento, ¡sólo Dios puede caminar sobre las aguas! Ellos se asustan, no lo reconocen… Pero Jesús rápidamente dice una frase inconfundible: “¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!” ¡Hermosa frase…! Estas palabras las tendríamos que tener grabadas en el corazón… Precisamente cuando atravesemos por momentos difíciles, escuchar en nuestro corazón al Señor que nos dice: “¡Ánimo, no tengas miedo, yo estoy contigo!”…

Entonces, Pedro le dice: “Si eres Tú, mándame a ir a ti andando sobre el agua”… Es una oración hermosa… Pedro no sólo quiere caminar sobre las aguas, sino que quiere ir hacia Jesús… Sin embargo, sabe que es imposible caminar sobre el agua, sabe que hay situaciones que le superan, pero ha experimentado ya que para Jesús, nada hay imposible, que con Él lo podemos todo… Y, efectivamente, Jesús le responde: “Ven”…

Lo que viene a continuación lo sabemos todos… Pedro salta de la barca, empieza a caminar sobre el agua, pero al ver la fuerza del viento, empieza a hundirse… ¡Vaya!... Cuando deja de mirar a Jesús y se centra en las dificultades, se hunde… Por eso Jesús le dirá: “¡Qué poca fe!”… Es un reproche que también el Señor nos dirige a cada uno de nosotros… ¡Cuántas veces también nosotros dudamos y, por eso, nos hundimos…! Y de Pedro sale otra oración: “¡Señor, sálvame!” Y Jesús lo toma de la mano y suben juntos a la barca…

Realmente es un episodio precioso… Es una invitación a confiar en el Señor, a creer que con Él podemos atravesar por “cañadas oscuras”, como dice el salmo 22… En este caso, lo más significativo no es que Jesús calme la tempestad, sino que Pedro es capaz de ir por encima de la tempestad… Es decir, no se trata de que el Señor elimine muchos de nuestros problemas, sino que, con Él y fiados de su Palabra, las dificultades no podrán vencernos…