lunes, 2 de febrero de 2009

Jesús calma la tormenta (Mt 8, 23-27)

El relato de este primer milagro empieza de una manera muy significativa: “Subió en la barca y sus discípulos le siguieron”.  Jesús sigue su camino. Desea ir a la otra orilla (8,18), más allá de tierra judía, al encuentro de los paganos… Y los discípulos le siguen… Lo siguen a Él, aunque no saben dónde van… Y suben a la barca junto a Él… como cuando popularmente decimos: “estamos en el mismo barco”. Y, sí, ser cristiano es esto: seguir a Jesús y estar en su misma barca… ¿Estoy yo en la misma barca con Jesús?

Y, de pronto, se levanta una tormenta. Ir en una barca es estar en la inseguridad. En la barca se está más a merced del viento, de las corrientes, de la tempestad siempre imprevisible… Con ello se refleja esa sensación que muchas veces tenemos de estar a merced de las circunstancias, de las situaciones, de los acontecimientos, de las personas, de nuestros miedos, de nuestras heridas… de tantas cosas que no podemos controlar y que sacuden nuestra vida, nuestras seguridades, nuestra barca… Situaciones ante las que sentimos que no podemos hacer nada… Y Jesús duerme… Como si no se diera cuenta de lo que nos sucede o, peor aún, como si le diera igual… ¡Cuántas veces no nos sentimos así!

Y se acercan a Jesús y a gritos le dicen: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!” ¡Qué oración más parecida a las nuestras…! No es una oración confiada, es una oración que refleja miedo y angustia… Y, no, no es como la oración de Jesús en Getsemaní, donde también llegó a sentir pánico, sino una oración de quien teme perecer, de quien no se termina de creer que está en manos de Dios… Y, a pesar de todo, el Señor escucha…, aunque les increpa su falta de fe… ¿Cuántas veces no dirá lo mismo de nosotros? ¡Qué distinta a la actitud del leproso o la del Centurión…! Y, sí, ¡qué difícil es vivir abandonados en las manos del Padre!

Y Jesús se levanta, increpa al viento y al mar (que representan todas esas fuerzas incontrolables que nos subyugan) y sobreviene la calma… ¡Cuántas veces también lo hemos experimentado! Y, lo curioso, es que los discípulos se admiran… A pesar de dirigirse a Jesús a gritos para que calmara la tormenta, no creían sinceramente que podría hacerlo… Y se preguntan, ¿quién es éste? ¡No terminan de conocerlo! ¿Y yo? ¿Es mi oración una oración confiada? ¿Siento que mi vida, muchas veces remecida por la tormenta, está realmente en sus manos? ¡Créetelo, en medio de la tormenta, estamos en buenas manos!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La oracion... para que sirve? Para pedir cosas, como que nos salve de la tormenta? O deberiamos ir un paso mas alla y pedir sencillamente, como en getsemani: que se haga tu voluntad... ya sea en el golgota o la tormenta. No es la peticion de que nos salve de la tormenta una falta de fe en que Dios sabe que es lo mejor para nosotros, aunque ello sea una tormenta? Es muy dificil llegar a ese punto, pero creo que esa seria la entrega total.

Ana Claudia dijo...

Necito ayuda con mi tarea de religion el religioso me escribe a anaclaudia_ra97@hotmail.com
porfavor ya k sabes mucho de eso ayudame escribamonos nesecito ayuda con mi tarea enserio ademas tu eres experto me ayudas enserio.Mira te hago preguntas me las respondes OK