sábado, 26 de noviembre de 2022

I Domingo de Adviento (Ciclo A): ¡Vivamos con el corazón a punto! (Mt 24, 33-44)

 

1. LEE: MATEO 24, 37-44

Este domingo damos inicio a un nuevo año litúrgico y empezamos el Tiempo de Adviento, un tiempo que nos prepara a la Navidad, a la gran celebración del nacimiento de Jesús.

El Año litúrgico está pensado como un proceso catequético que nos ayuda a profundizar en nuestra fe y está concebido como un medio que favorece nuestro crecimiento espiritual. A lo largo de cada año, vamos recorriendo nuestra Historia de Salvación, el camino que Dios ha ido haciendo con la humanidad, y la vida de Jesús.

Empezar un nuevo año litúrgico, igual que cuando empezamos un nuevo año, también es un buen momento para reavivar nuestros deseos, cerrar etapas para prepararnos a un nuevo inicio. 

El Adviento nos recuerda algo muy importante: ¡Dios viene! No solo vino (pasado, en referencia a Jesús de Nazaret). No solo vendrá (futuro, en referencia a lo que conocemos como la segunda venida del Señor), sino que Dios viene, hoy, en nuestra presente, aquí y ahora. En un mundo tan convulsionado, donde muchos acontecimientos nos invitan a la desesperanza, el Adviento nos recuerda que nuestro mundo tiene futuro, pues está en manos de Dios. Y porque Dios viene, está viniendo continuamente, la primera llamada que se nos hace es a estar atentos, vigilantes.

Este año en concreto, las lecturas de los domingos corresponderán al ciclo A, por lo que leeremos sobre todo el evangelio según san Mateo.

El evangelio de hoy nos hace una llamada: «Estén prevenidos, estén preparados». Se insiste en ello porque muchas veces andamos por la vida en “piloto automático”. No esperamos ninguna novedad. Nos movemos dentro de rutinas conocidas, y Dios es novedad.

Para ilustrar esto, se no recuerda lo que pasó en tiempo de Noé. El mundo era un desastre, pero la gente vivía como si nada… Comían, bebían, se casaban… Y el diluvio los tomó por sorpresa… No estaban preparados… Algo parecido nos puede estar pasando a nosotros...

Así mismo, se nos dan otros ejemplos. Hay dos hombres trabajando, de repente, a uno se lo llevarán y el otro se quedará. Había dos mujeres en tareas ordinarias, a una se la llevarán y a otra la dejarán. Es decir, todos ellos estaban realizando sus tareas cotidianas, sin percatarse de que, de un momento a otro, podría suceder algo inesperado… De hecho, ¿quién nos asegura que acabaremos el día de hoy?

Esto no es para vivir con miedo, sino para vivir con consciencia. Es una invitación a aprovechar el tiempo que el Señor nos regala, a hacer del tiempo una oportunidad para amar y servir. Hay personas que viven tan pendientes del futuro (qué va a pasar) o del pasado (rencores, nostalgias), que no viven el momento presente. Y Dios está, Dios está viniendo hoy, en este instante.

Por lo tanto, el evangelio de la primera semana de Adviento nos indica cómo empezar nuestra preparación para acoger la venida del Señor: no vivir distraídos, como en tiempos de Noé; vivir con consciencia, despiertos, atentos hoy, ahora. El Señor viene, está viniendo siempre, no dejemos que pase de largo…

2. MEDITA
  • ¿Estoy atento/a a las venidas del Señor? Recuerda alguna experiencia.
  • ¿Vivo mi día a día con consciencia y responsabilidad, como si hoy fuera el último día de mi vida?
  • ¿Qué puedo hacer esta primera semana de Adviento para prepararme a la celebración de la Navidad?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

viernes, 18 de noviembre de 2022

XXXIV Domingo (Ciclo C): Jesucristo Rey del Universo, Solemnidad (Lc 23, 35-43)

1. LEE: Lc 23, 35-43

Hoy celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, un título que nos resulta un poco extraño, dado que quedan muy lejos de nosotros los reyes y los reinos. Ahora bien, si el rey era quien ejercía el poder absoluto, proclamar a Jesucristo Rey del Universo, es una manera de reconocer que es Él quien tiene el poder supremo sobre todas las realidades que conocemos. De ahí que esta celebración puede ser una buena oportunidad para reflexionar sobre el poder, precisamente ahora que se habla tanto de los abusos de poder. Por eso, tendríamos que preguntarnos ¿de qué poder hablamos? Y, sobre todo, ¿cuál es la manera de Jesús de ejercer tal poder? El evangelio de hoy nos da una gran luz al respecto.

Se nos habla de un rey, y a quien vemos es a Jesús crucificado, un hombre desnudo y humillado. Su “trono” es la cruz. Y, sobre su trono, un letrero, “Rey de los judíos”. Este “rey” es alguien que lo ha dado todo, hasta quedarse sin nada…, lo más opuesto a nuestra imagen de quien ostenta el poder.

Fue precisamente su modo de ejercer el poder lo que lo llevó a la cruz, a una muerte violenta. Jesús nunca usó su poder en beneficio propio sino que estuvo siempre al servicio de los demás. Lo usó para sanar, nunca para hacer daño (los apóstoles habrían querido que lo usara para que cayera fuego sobre aquellos samaritanos que no querían recibirlo, Lc 9,54); lo usó para saciar el hambre de la multitud, no su propia hambre (cf. tentaciones en el desierto). Su poder no era para dominar o doblegar, su poder era solo para salvar, y salvar sobre todo a quienes todos consideraban perdidos.

Esto lo vemos muy bien reflejado en los diálogos de hoy. Quienes lo ven crucificado lo incitan a que se salve a sí mismo, a que use su poder en su propio beneficio, para demostrar quién es; pero Él no caerá en esta tentación. Sin embargo, ante la súplica de aquel condenado que le pide que se acuerde de él cuando esté en su reino, responderá sin dudar: «Hoy estarás conmigo en el paraíso»… Hasta el último instante de su vida, usará su poder para salvar.

Jesús no nos pide renunciar al uso del poder. Lo que nos pide es usar ese poder que todos tenemos para sanar, para salir al encuentro de las necesidades de los demás, para salvar; nunca en beneficio propio, menos aún para abusar de nuestra posición, para someter o poner a nuestro servicio a los más débiles.

Que contemplar a Jesús en la cruz como nuestro “rey” y “señor”, nos enseñe a amar y vivir como él amó y vivió, hasta dar la vida.

2. MEDITA
  • Fíjate en cada uno de los personajes, cómo se comportan con Jesús y Él cómo reacciona. Y, tú, ¿a quién te pareces más?
  • Jesús nunca usó su poder en beneficio propio. ¿Podrían decir de mí que soy un hermano, una hermana que sirve, o soy de aquellos que abusan y/o se sirven de su poder?
  • ¿Es Jesús mi “rey”, aquel a quien sirvo, a quien sigo? ¿Es Él el centro de mi vida?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

viernes, 11 de noviembre de 2022

XXXIII Domingo (Ciclo C): No se dejen engañar por quienes anuncian el fin del mundo (Lc 21, 5-19)

1. LEE: LUCAS 21, 5-19

En todas las épocas hay personas y grupos que hablan del fin del mundo con un lenguaje catastrofista, sembrando miedo y desesperanza y, en no pocos casos, lo que buscan es adeptos a sus sectas o movimientos. ¿Quién de nosotros no recuerda todo lo que se vaticinó de cara a la entrada en el año 2000 o las “profecías” de destrucción que se cumplirían en 2012? El evangelio de este domingo utiliza un lenguaje similar pero con una finalidad muy diferente. Para entenderlo, una vez más es necesario situarlo en su contexto.

Jesús está ya en Jerusalén. Allí ha tenido una serie de enfrentamientos con las autoridades judías, representantes de distintos grupos religiosos fariseos, escribas, saduceos… Él es consciente de que todo esto lo conducirá a la muerte, de que se acerca a su fin.

En Jerusalén, la Ciudad santa, se encontraba el Templo. El Templo, para el pueblo judío, era el lugar donde Dios habita, era signo de la presencia de Yahveh en medio de su pueblo. Todo él estaba adornado con gran majestuosidad y despertaba la admiración de quienes lo contemplaban. De hecho nuestro texto empieza así, hablándonos de la admiración de algunos al verlo «adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas». Ante esto, Jesús les va a decir que de todo aquello al final no quedará nada. Con ello se nos da un primer mensaje, no quedarnos en lo exterior, en lo material pues, al final, todo aquello pasará. No dejarnos seducir por el lujo y la majestuosidad de muchas estructuras pues todo aquello es temporal.

Esto lleva a quienes lo escuchan a preguntarle cuándo sucederá eso y cuáles serán los signos que nos alerten. Y, una vez más, Jesús no va a responder por el cuándo. ¡Cuántas veces andamos pendientes del futuro, de los horóscopos, de alguien que nos diga qué va a pasar! Y he aquí el segundo mensaje, de lo que se trata es de vivir como cristianos aquí y ahora, siendo fieles a Jesús y al evangelio, y nos alerta para que no nos dejemos engañar por quienes andan pregonando catástrofes y anunciando el fin del mundo.

A continuación, nos advierte de que, vivir ed acuerdo al evangelio nos traerá problemas e incomprensiones, pues muchas veces seremos criticados por vivir así y, muchos, incluso se jugarán la vida. Pero, ante esto, la invitación es a no claudicar, a ser fieles, a vivir con la confianza de que, en medio de las dificultades, siempre contaremos con la asistencia del Espíritu Santo que, en cada momento, nos dirá lo que tenemos que decir y cómo tenemos que actuar.

Por tanto, este evangelio es una invitación a no oír esos “mensajes de sirena” que se centran en catástrofes y malos augurios. Vivamos nuestro hoy siendo fieles al Señor, colaborando en la construcción de un mundo más justo y solidario y, cuando esto nos cause dificultades, confiemos en que nunca nos faltará la ayuda del Señor. A nosotros solo se nos pide perseverar.

2. MEDITA
  • ¿Más que el “fin del mundo”, me preocupa vivir el momento presente siendo fiel al evangelio?
  • ¿He sufrido alguna vez las dificultades y “persecuciones” que conlleva seguir a Jesús? Recuerda algún episodio.
  • ¿He experimentado la asistencia del Espíritu Santo en momentos críticos de mi vida?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?

jueves, 3 de noviembre de 2022

XXXII Domingo (Ciclo C): ¡Creemos en la vida después de la muerte! (Lc 20, 27-38)

 
1. LEE: Lc 20, 27-38

“Dios es un Dios de vivos, no de muertos”. Este es el gran mensaje, la buena noticia del evangelio de hoy. Frente a los que dudan de la resurrección, e incluso la ridiculizan, Jesús afirma que estamos llamados a la vida en plenitud, una vida semejante a la de los ángeles, es decir, junto a Dios. Pero vamos más despacio. 

El evangelio de hoy nos pone delante un caso típico de un uso inapropiado de la Sagrada Escritura. Nos presenta a un grupo de saduceos, que le exponen a Jesús un caso para que les dé su parecer. Pero, ¿quiénes eran estos personajes? Los saduceos eran personas de la alta sociedad, miembros de familias sacerdotales, cultos, ricos y aristócratas. De entre ellos habían salido desde el inicio de la ocupación romana los sumos sacerdotes que, en ese momento, eran los representantes judíos ante el poder imperial. Solo aceptaban como “revelación” los escritos de Moisés (v. 28), es decir, el Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia, y no daban importancia a los profetas, otros escritos y rechazaban –incluso ridiculizaban– las tradiciones orales (todo lo contrario de los fariseos). Más concretamente, los saduceos no creen en la resurrección y, para ridiculizarla, se valen de la ley del levirato (la costumbre de los antiguos pueblos semitas según la cual el hermano de un hombre casado y fallecido sin hijos tiene que casarse con la viuda). El sistema del levirato introducido por la Ley pretendía primariamente asegurar una solución de recambio que pudiera ofrecer al varón una descendencia sin salir del círculo familiar y la llevan al absurdo. Esto nos plantea el uso interesado de Dios y las lecturas fuera de contexto que nos hacen decir a la Palabra de Dios lo que nosotros queremos para “llevar el agua a nuestro molino”. Y, en otras ocasiones, por ignorancia, hacemos decir a Dios lo que no dice.

El hecho es que Jesús no entra en la casuística sino que va a ir al fondo de la cuestión, como siempre. El tema no es de quién va a ser mujer (lo que supone considerar a la mujer como un objeto de posesión), lo realmente importante es que la resurrección de los muertos es verdad... Todos estamos llamados a la vida en plenitud. No todo se acaba en este mundo. Y en esa “otra vida”, nadie será posesión de nadie, las relaciones serán como deben ser horizontales, igualitarias, pues todos somos hijos de Dios. Y no solo eso, Jesús añade una nota importante, en aquella “otra vida”, la “vida futura”, seremos como ángeles. ¿Y quiénes son los ángeles? La Escritura nos los presenta como mensajeros de Dios, como aquellos seres que están continuamente en su presencia, que lo ven cara a cara, que participan de su gloria. ¡A eso estamos llamados! ¡Esa es nuestra meta!

El gran anuncio de Pascua es ¡Jesús ha resucitado! Y esa experiencia, esa convicción, ayudó a los primeros cristianos a comprender que Jesús fue el primogénito entre los muertos, Él nos abrió el camino y todos estamos llamados a resucitar con Él. Más aún, todos estamos llamados a vivir ya aquí como resucitados, como personas que vivimos de cara a Dios, haciendo vida el modo de vida, los valores de Jesús.

Mantengamos la mirada puesta en esa meta, no todo empieza y termina aquí. Esto nos ayudará a superar las dificultades y a comprometernos en la construcción de un mundo según el corazón de Dios que ya empieza aquí, pero que tendrá su plena realización cuando todos estemos ya en la casa de nuestro Padre Dios.

2. MEDITA
  • ¿Soy de los que usan la Sagrada Escritura para que diga lo que yo quiero?
  • ¿Vivo con la confianza de que el Dios que nos ha revelado Jesús es un Dios que busca la vida y nos la ofrece en plenitud?
  • ¿Vivo tan apegados al mundo que nos ol­vidamos de que lo mejor está por llegar?
3. ORA
  • Dialoga con el Señor...
  • Pídele… Dale gracias…
  • Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
  • ¿A qué te invita su Palabra?
  • ¿Qué podrías mejorar o cambiar?