1. LEE: Lc 23, 35-43
Hoy celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, un título que nos resulta un poco extraño, dado que quedan muy lejos de nosotros los reyes y los reinos. Ahora bien, si el rey era quien ejercía el poder absoluto, proclamar a Jesucristo Rey del Universo, es una manera de reconocer que es Él quien tiene el poder supremo sobre todas las realidades que conocemos. De ahí que esta celebración puede ser una buena oportunidad para reflexionar sobre el poder, precisamente ahora que se habla tanto de los abusos de poder. Por eso, tendríamos que preguntarnos ¿de qué poder hablamos? Y, sobre todo, ¿cuál es la manera de Jesús de ejercer tal poder? El evangelio de hoy nos da una gran luz al respecto.
Se nos habla de un rey, y a quien vemos es a Jesús crucificado, un hombre desnudo y humillado. Su “trono” es la cruz. Y, sobre su trono, un letrero, “Rey de los judíos”. Este “rey” es alguien que lo ha dado todo, hasta quedarse sin nada…, lo más opuesto a nuestra imagen de quien ostenta el poder.
Fue precisamente su modo de ejercer el poder lo que lo llevó a la cruz, a una muerte violenta. Jesús nunca usó su poder en beneficio propio sino que estuvo siempre al servicio de los demás. Lo usó para sanar, nunca para hacer daño (los apóstoles habrían querido que lo usara para que cayera fuego sobre aquellos samaritanos que no querían recibirlo, Lc 9,54); lo usó para saciar el hambre de la multitud, no su propia hambre (cf. tentaciones en el desierto). Su poder no era para dominar o doblegar, su poder era solo para salvar, y salvar sobre todo a quienes todos consideraban perdidos.
Esto lo vemos muy bien reflejado en los diálogos de hoy. Quienes lo ven crucificado lo incitan a que se salve a sí mismo, a que use su poder en su propio beneficio, para demostrar quién es; pero Él no caerá en esta tentación. Sin embargo, ante la súplica de aquel condenado que le pide que se acuerde de él cuando esté en su reino, responderá sin dudar: «Hoy estarás conmigo en el paraíso»… Hasta el último instante de su vida, usará su poder para salvar.
Jesús no nos pide renunciar al uso del poder. Lo que nos pide es usar ese poder que todos tenemos para sanar, para salir al encuentro de las necesidades de los demás, para salvar; nunca en beneficio propio, menos aún para abusar de nuestra posición, para someter o poner a nuestro servicio a los más débiles.
Que contemplar a Jesús en la cruz como nuestro “rey” y “señor”, nos enseñe a amar y vivir como él amó y vivió, hasta dar la vida.
2. MEDITA
- Fíjate en cada uno de los personajes, cómo se comportan con Jesús y Él cómo reacciona. Y, tú, ¿a quién te pareces más?
- Jesús nunca usó su poder en beneficio propio. ¿Podrían decir de mí que soy un hermano, una hermana que sirve, o soy de aquellos que abusan y/o se sirven de su poder?
- ¿Es Jesús mi “rey”, aquel a quien sirvo, a quien sigo? ¿Es Él el centro de mi vida?
- Dialoga con el Señor...
- Pídele… Dale gracias…
- Haz silencio en tu interior…
4. COMPROMÉTETE
- ¿A qué te invita su Palabra?
- ¿Qué podrías mejorar o cambiar?
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