El evangelio de hoy nos pone delante un caso típico de un uso inapropiado de la Sagrada Escritura. Nos presenta a un grupo de saduceos, que le exponen a Jesús un caso para que les dé su parecer. Pero, ¿quiénes eran estos personajes? Los saduceos eran personas de la alta sociedad, miembros de familias sacerdotales, cultos, ricos y aristócratas. De entre ellos habían salido desde el inicio de la ocupación romana los sumos sacerdotes que, en ese momento, eran los representantes judíos ante el poder imperial. Solo aceptaban como “revelación” los escritos de Moisés (v. 28), es decir, el Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia, y no daban importancia a los profetas, otros escritos y rechazaban –incluso ridiculizaban– las tradiciones orales (todo lo contrario de los fariseos). Más concretamente, los saduceos no creen en la resurrección y, para ridiculizarla, se valen de la ley del levirato (la costumbre de los antiguos pueblos semitas según la cual el hermano de un hombre casado y fallecido sin hijos tiene que casarse con la viuda). El sistema del levirato introducido por la Ley pretendía primariamente asegurar una solución de recambio que pudiera ofrecer al varón una descendencia sin salir del círculo familiar y la llevan al absurdo. Esto nos plantea el uso interesado de Dios y las lecturas fuera de contexto que nos hacen decir a la Palabra de Dios lo que nosotros queremos para “llevar el agua a nuestro molino”. Y, en otras ocasiones, por ignorancia, hacemos decir a Dios lo que no dice.
El hecho es que Jesús no entra en la casuística sino que va a ir al fondo de la cuestión, como siempre. El tema no es de quién va a ser mujer (lo que supone considerar a la mujer como un objeto de posesión), lo realmente importante es que la resurrección de los muertos es verdad... Todos estamos llamados a la vida en plenitud. No todo se acaba en este mundo. Y en esa “otra vida”, nadie será posesión de nadie, las relaciones serán como deben ser horizontales, igualitarias, pues todos somos hijos de Dios. Y no solo eso, Jesús añade una nota importante, en aquella “otra vida”, la “vida futura”, seremos como ángeles. ¿Y quiénes son los ángeles? La Escritura nos los presenta como mensajeros de Dios, como aquellos seres que están continuamente en su presencia, que lo ven cara a cara, que participan de su gloria. ¡A eso estamos llamados! ¡Esa es nuestra meta!
El gran anuncio de Pascua es ¡Jesús ha resucitado! Y esa experiencia, esa convicción, ayudó a los primeros cristianos a comprender que Jesús fue el primogénito entre los muertos, Él nos abrió el camino y todos estamos llamados a resucitar con Él. Más aún, todos estamos llamados a vivir ya aquí como resucitados, como personas que vivimos de cara a Dios, haciendo vida el modo de vida, los valores de Jesús.
Mantengamos la mirada puesta en esa meta, no todo empieza y termina aquí. Esto nos ayudará a superar las dificultades y a comprometernos en la construcción de un mundo según el corazón de Dios que ya empieza aquí, pero que tendrá su plena realización cuando todos estemos ya en la casa de nuestro Padre Dios.
- ¿Soy de los que usan la Sagrada Escritura para que diga lo que yo quiero?
- ¿Vivo con la confianza de que el Dios que nos ha revelado Jesús es un Dios que busca la vida y nos la ofrece en plenitud?
- ¿Vivo tan apegados al mundo que nos olvidamos de que lo mejor está por llegar?
- Dialoga con el Señor...
- Pídele… Dale gracias…
- Haz silencio en tu interior…
- ¿A qué te invita su Palabra?
- ¿Qué podrías mejorar o cambiar?
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