jueves, 31 de julio de 2008

Padre nuestro (8): "...perdónanos nuestras deudas"

En esta segunda petición referida a la comunidad cristiana, Jesús nos invita a pedir y a ofrecer perdón...
Habitualmente nosotros solemos rezar: “perdónanos nuestras ofensas”. Sin embargo, el original habla de deudas.
Su primer sentido es literal… En tiempos de Jesús había muchos empobrecidos a causa de las deudas contraídas… Por tanto, Jesús es el primer partidario de la condonación de deudas… Es un modo de expresar misericordia ante aquel que no nos puede pagar… Por eso, hablar de “ofensas” corre el riesgo de moralizar excesivamente esta petición…
Pero hay también un segundo nivel. El Padre nuestro refleja la experiencia de quien se siente en deuda con Dios… Esto no se entendería si hablamos de “ofensas”. Me explico. No se trata tanto de que yo “ofenda” a Dios o, peor aún, de que Él se sienta ofendido. No. Más bien lo que decimos es que ante tanto bien recibido y ante nuestra pobre respuesta, pedimos al Padre que nos acoja, que nos perdone, que nos rehabilite y nos sane por dentro.
El “como nosotros perdonamos”, no tiene un sentido causal: si yo no perdono, Dios no me perdona. Con esta expresión manifestamos que estamos ya intentando vivir como Jesús nos ha explicado en el Sermón del Monte: perdonando…
Esta petición tiene, también, otro significado. Decimos que, así como yo he sido perdonado, sea cauce de perdón para los demás. Es la doble experiencia del perdón, el perdón que pedimos y recibimos, y el perdón que ofrecemos. Por tanto, supone la conciencia de que, así como nosotros no somos perfectos, tampoco lo son los demás y que, por eso, debemos vivir esa actitud profunda de perdón, igual que Dios.
¡Qué necesidad tenemos de perdón…! ¡Tanto o más que de pan…! Necesitamos trabajar para favorecer un mundo reconciliado... en nuestra casa, en nuestro trabajo, en la pequeña y gran aldea en la que vivimos...
Perdonémonos a nosotros mismos, perdonemos a los demás como el Padre ya nos ha perdonado…

lunes, 28 de julio de 2008

Padre nuestro (7): "...danos hoy nuestro pan de cada día"

Las últimas peticiones se dirigen particularmente a la comunidad cristiana. La primera de ellas es: “Danos hoy nuestro pan de cada día”.
El “pan” se refiere a las necesidades básicas… en este sentido tiene un carácter simbólico y más amplio. La interpretación más extendida y compartida por todos es que en el Padre nuestro pedimos a Dios que cubra nuestras necesidades básicas, que nos provea de aquello que necesitamos para vivir.
¿Y cuáles son esas necesidades humanas básicas?
Sin duda, todos necesitamos comida, vestido, vivienda, salud… Pero también necesitamos seguridad, amor, perdón, acogida… necesitamos fe, esperanza, caridad…
Pedir el pan es reconocer que todo es don, regalo… reconocer que todo lo recibimos de las manos bondadosas del Padre…, que no es sin más fruto de nuestro esfuerzo… Pedimos porque confiamos que el Padre vela por nuestras necesidades…
Pero, si nos fijamos, pedimos el pan de cada día… No se trata de acaparar… Jesús crítica fuertemente la codicia, la avaricia… Aprender a vivir al día es aprender a esperar que el Padre nos provea cada día de lo que necesitamos… Es lo que hemos entendido siempre por Providencia de Dios…
Sin embargo, una vez más, esta petición es también un compromiso: velar para que a nadie le falta su pan cotidiano…, trabajar para que todos tengan lo necesario para vivir…, cuidar porque todos puedan cubrir sus necesidades corporales, psicológicas y espirituales… Es decir, aprender a compartir, a preocuparnos y a ocuparnos de los demás…
Además de esta interpretación, hay algunos manuscritos que traducen esta petición de este modo: “Nuestro pan del mañana dánosle hoy”. En este sentido, se alude no sólo a nuestras necesidades cotidianas, sino a ese deseo de compartir el banquete futuro, de participar de la mesa de los hijos de Dios. Es decir, que en el hoy nos haga gustar de aquello que nos tiene reservado para cuando nos encontremos con Él.
De alguna manera, este deseo se realiza en la Eucaristía, donde recibimos el pan espiritual, la misma vida de Dios.
¡Demos gracias a Dios por tantos regalos que recibimos de Él todos los días…!

jueves, 24 de julio de 2008

Padre nuestro (6): "...hágase tu voluntad". (Mt 6, 10)

Esta tercera petición del Padre nuestro es también una petición nuclear…
Pedimos que se haga la voluntad del Padre, no la nuestra. Pero, ¿cuál es la voluntad de Dios?
La voluntad del Padre es el deseo que Él tiene sobre nosotros, sobre la humanidad; lo que Él sueña, lo que Él ha proyectado para cada uno de nosotros, para nuestro mundo…
La voluntad de Dios no es algo misterioso o desconocido. El Padre nos ha manifestado claramente qué es lo que desea, cuál es su sueño… En el Antiguo Testamento su voluntad se identifica con los mandamientos; en el Nuevo, su voluntad aparece claramente recogida en el Sermón del Monte y personificada en Jesús… La voluntad de Dios es que nos amemos, que nos perdonemos, que nos acojamos, que actuemos con los demás como Él actúa… Y, recordemos, Jesús no se cansa de repetirnos que el Padre es bueno y misericordioso con los injustos y desagradecidos, pues su bondad no depende de la respuesta que encuentra en los demás sino de una decisión personal: amar a todos, siempre, en toda circunstancia…
Hacer la voluntad de Dios es vivir de acuerdo a las bienaventuranzas, hacer nuestras las actitudes de Jesús, estar a la escucha de lo que el Padre desea de nosotros en cada momento de nuestra vida y caminar por la senda que nos va marcando, aunque no siempre sea una senda llena de rosas, pues si es su camino, tenemos la certeza de que Él viene con nosotros…
Dile hoy, concientemente: Padre, hágase tu voluntad... Y ofrécele lo que vives, lo que sufres; tus sueños e ilusiones, tus decepciones y tristezas... Dile confiadamente que se haga su voluntad sobre ti pues lo que tiene pensado para ti es lo mejor que te puede suceder en la vida. Pero, recuerda, su voluntad no es que sufras... su voluntad es que sigas confiando y amando siempre y en toda circunstancia... y que, en la medida de tus posibilidades, alivies el sufrimiento de quienes te rodean.

martes, 22 de julio de 2008

"Oración" (Colaboración)

Señor, quiero caminar por tus senderos, pero me extravío.
Se me amontonan mis recuerdos, no acabo de perdonarme,
no llevo mi pasado con alegría,
no acabo de hacer las paces conmigo.
Nos has dado un gran regalo, LA LIBERTAD,

indispensable para ser PERSONAS Y HUMANOS,
pero….nos ahoga la maldad.
Quiero deshacer los nudos de la maldad y arrancar todo yugo.

Mi corazón es como la hierba seca, me siento solo.
SEÑOR, te grito en silencio, no sé si me oyes,

libérame de mí, líbrame del más temible de los poderes
“engañarme a mí mismo”.
Podría intentar jugar contigo pero… has ganado,
no voy a jugar contigo,
ya no eres un Dios de mercancía o de cajero automático.
Señor, quiero ser alguien que te ama y se fía de ti, sin nada a cambio.

lunes, 21 de julio de 2008

Padre nuestro (5): "...venga tu Reino". (Mt 6, 10)

La segunda petición del Padre nuestro tampoco resulta muy comprensible en un primer momento… ¿Qué pedimos cuando decimos que venga su Reino?
El Reino de Dios fue el mensaje central de Jesús. Él no se cansaba de decir que el Reino de Dios estaba cerca (Mt 4,17)… Con ello lo que quería decir es que Dios se estaba acercando, que ya estaba entre nosotros y que su presencia traía salud, felicidad, justicia…
El Reino de Dios es la sociedad organizada según la lógica de Dios, según su proyecto. Por eso, el Reino de Dios sería un mundo en el que reina la justicia, el amor, la misericordia; un mundo en el que Dios es reconocido como Padre y en el que todos vivimos como hermanos… Por eso, pedir que venga su Reino es decirle: Queremos que Tú y sólo Tú reines sobre nosotros, sobre todos, sobre el mundo. Pedimos que ya no seamos nosotros ni nuestros intereses ni el interés del más fuerte o de los poderosos el que dirija los destinos de la humanidad sino que sea Él, el Padre de todos, el que rija el mundo, nuestra propia vida… Pedimos, por tanto, que Dios Padre sea el Rey de todos, el centro, el punto de referencia, el único absoluto pues Él es un Rey justo, misericordioso y todoternura.
Esta petición es, al mismo tiempo, un compromiso: Hacer realidad ya el Reino de Dios con nuestra vida, con nuestras opciones, con nuestro modo de actuar…
Podemos preguntarnos: ¿Es Dios el centro de mi vida?, ¿quién rige mi existencia, mis opciones? ¿Cómo puedo yo hacer presente el Reino de Dios?

sábado, 19 de julio de 2008

"Jesús y las mujeres" (Colaboración)

Hace unos días, cuando finalizábamos una jornada de oración, un hombre nos daba las gracias a todas las mujeres por el servicio que prestamos a la “IGLESIA” y lo que representamos dentro de ella.
Las palabras de este compañero de oración, me han llevado a buscar una vez más la influencia de Jesús en la vida de cada mujer con la que se encontraba, cómo…..le hablaba, miraba, trataba, en definitiva la dignificaba y liberaba.
Me he parado en especial en María de Magdala. El encuentro con Jesús es para ella comenzar a vivir, es conocer el amor y ternura de Dios, Jesús la ama por lo que es: UN SER HUMANO. Esto la hace sentirse viva, es Él el que le da vida. Él es su Centro.
Me pregunto ¿cuánto necesitamos para decir sin miedo que Él es nuestro Centro?, tenemos miedo a las etiquetas, a lo que piensen los demás, a las consecuencias de nuestro entorno, en resumidas cuentas nos conformamos con ser “seguidores” de segunda fila.
Pido al Padre experimentar al igual que María el encuentro con EL RESUCITADO para que toda mi vida sea transformada. Amén.

jueves, 17 de julio de 2008

Padre nuestro (4): "...santificado sea tu Nombre". (Mt 6, 9)

El Padre nuestro está dividido en dos partes: tres peticiones a favor de toda la humanidad, que tienen como núcleo central a Dios: su Nombre, su Reino, su Voluntad. Y tres peticiones referidas a las necesidades concretas de la comunidad cristiana: pan, perdón, ser ayudados en las tentaciones.
Las primeras tres peticiones son fruto de una experiencia y expresan un deseo y un compromiso.
La primera de ellas es “santificado sea tu Nombre”. Hay que reconocer que ésta es una formulación que nos cuesta entender pues es una expresión hebrea.
En la cultura hebrea, el Nombre es la persona misma. El término “santificar” lo podríamos entender como lo contrario de despreciar o ignorar… Por tanto, pedir que el Nombre de Dios sea santificado quiere decir pedir que Dios sea reconocido en su verdadera esencia: Padre… Es pedir que toda la humanidad llegue al conocimiento del Dios verdadero que es un Dios Padre de todos…
Lo que pedimos es que los demás experimenten lo que nosotros hemos tenido la suerte de experimentar. Por eso, expresa al mismo tiempo un deseo y un compromiso: dar a conocer a los demás el verdadero rostro de Dios: Un Padre que nos ama, que nos cuida. ¡Esta es la mejor noticia que puede hacer a la humanidad feliz y que nos puede permitir llegar a vivir como hermanos!
Es lo que Jesús nos decía al final de las bienaventuranzas: “Que todos vean vuestras buenas obras y glorifiquen [=conozcan] a vuestro Padre del cielo” (Mt 5,16)
Podemos preguntarnos: ¿Nuestro modo de vivir refleja el rostro de Dios Padre?

lunes, 14 de julio de 2008

"La mesa de Jesús" (Colaboración)

Cuando en la sociedad actual nos sentamos en la mesa con alguien estamos dando una muestra de respeto, confianza, amistad…..no nos sentamos en la mesa con cualquiera, marcamos muy bien con quien nos sentamos, es una seña de identidad.
Jesús sienta a su mesa a “pecadores y publicanos”, escandaliza cómo con “esa gente”, puede tener amistad, los puede respetar, o simplemente tenerles simpatía, pero a Jesús nada le detiene cuando se trata de acercarse al que más sufre, al que menos tiene, al que…en definitiva al SER HUMANO, que necesita encontrarse con el Padre, a eso ha sido enviado a anunciar el Reino.
Soy pecador desde el alba al ocaso, me siento en la mesa de Jesús pero no siento en mi mesa a mis hermanos, si los siento es para “usarlos” y defraudarlos. Peco dos veces cuando en esa mesa uso tu nombre para justificar mis pecados, y me complazco en que mis pecados serán perdonados.
Sí, en TU MESA, me enseñas a llamarle a Dios “Abba”, pido poder experimentar que todos somos hermanos e hijos del mismo Padre, pido la misericordia del Padre para poder sentir su abrazo y sentir su perdón inagotable. Amén

Padre nuestro (3): "...que estás en el cielo". (Mt 6, 9)

Hemos dicho que la oración cristiana por excelencia comienza con una invocación: “Padre nuestro que estás en los cielos”, si bien actualmente se reza: “que estás en el cielo”.
En esta invocación se refleja el verdadero rostro de Dios. La experiencia del cristiano es la experiencia de Dios como Padre, como fuente del amor y de la vida, como aquel que nos da seguridad, consistencia y confianza.
Jesús nos invita a llamar a Dios como Él lo llama. Es por esto por lo que nosotros también nos atrevemos a decir “Padre”, porque es la imagen de Dios que nos ha revelado Jesús.
Esta experiencia de Dios como Padre no nos deja cerrados en nosotros mismos, es una experiencia que nos abre a los demás, por eso decimos, al mismo tiempo, “nuestro”. Dios es Padre de todos, sin exclusiones, y todos somos sus hijos y, por tanto, hermanos. La oración del Padre nuestro es la oración de la filiación y, por ende, de la fraternidad.
Afirmar que el Padre está en el cielo es afirmar su trascendencia. Dios es Padre, está cerca de nosotros, pero no es sin más uno de nosotros: ¡es Dios! Es Alguien que está por encima de todo, que lo trasciende todo y que, por eso, nos ayuda a ver las cosas de otro modo. Aunque su rostro se ha traslucido en Jesús, Dios sigue siendo un Misterio, es decir, no podemos pretender encerrarlo en nuestras ideas preconcebidas ni que se ajuste a nuestras expectativas… Somos nosotros quienes tenemos que aprender a descubrir, humildemente, quién es Dios, abrirnos a su presencia silenciosa pero real…
Decir que el Padre está en el cielo es, a su vez, un modo de recordarnos que nuestro verdadero padre no es el de la tierra sino el del cielo y que es de él de quien tenemos que aprender cómo comportarnos en la vida… No hay ninguna otra fuente de autoridad.
En muchas de sus oraciones, Jesús eleva sus ojos al cielo… Hoy, también nosotros, por algún instante, elevemos nuestra mirada de la tierra y dirijámosla al cielo, donde está nuestro Padre mirándonos, amándonos, acompañándonos…

viernes, 11 de julio de 2008

Padre nuestro (2). Mt 6, 9

El Padre nuestro no es una oración individualista. A la invocación “Padre” se añade inmediatamente “nuestro”… Dios no es sólo Padre “mío”, sino Padre de todos… De mis amigos y de mis enemigos, de los que me hacen el bien y de los que me hacen daño… Si Dios es Padre de todos, de los justos e injustos, de los agradecidos y desagradecidos, entonces todos son mis hermanos… ¡Qué difícil es experimentar esto a ratos…!
La fraternidad, experiencia central del cristianismo, brota de la experiencia de la paternidad de Dios… Por eso la fraternidad es un compromiso ético, no es un mero sentimiento… Un compromiso ético que se expresa en las diversas actitudes que Jesús ha ido exponiendo a lo largo del Sermón del monte: el amor a los enemigos, el amor a todos, siempre… el amor universal e incondicional (Mt 5,38-48)… La seña del cristiano no es más que ésa: el amor… Amamos porque el Padre nos ha amado primero…
Hoy te propongo otro ejercicio… Mira a las personas que tienes a tu alrededor… Dedícales unos segundos de tu tiempo… A esas personas que te cruzas por la calle… A esas personas con las que convives… Aquellos con quienes compartes en el trabajo… Aquel con quien tienes alguna dificultad en particular… Intenta mirarlas como tu Padre las mira… No las juzgues, sencillamente míralas… e intenta sentir por un instante que son tus herman@s... Y regálales, por un instante, el sentirse sencillamente amadas por lo que son, como tú eres amad@ por tu Padre…

miércoles, 9 de julio de 2008

"Las manos de Jesús" (Colaboración)

"Hoy sumergidos en el mundo de la globalización, “el mundo” es una “aldea” global donde todos debemos tener cabida, donde todos debemos ser hermanos…., donde hay bienes para todos (agua, pan…), donde cada día queremos darle la espalda un poquito más a Jesús, pero…. donde las angustias y frustraciones del no se sabe qué nos llevan a buscarle nos paramos unos solos minutos de ese “tiempo” que tanto “valor” tiene y vemos cómo Jesús usaba sus manos una y otra vez para “sanar”, se acercaba a las personas para “tocarlas” físicamente y que sanasen, ése era su primer contacto, el físico, el que no deja dudas, el que te hace sentirte vivo, el que sabes que estás con esa persona y es una respuesta mutua, el primer gesto de “amor” simple y sencillo. Jesús incluso usa su saliva para “sanar”. Jesús “humano” cumple la misión divina de su Padre “salvar a la persona”. Hasta que no dejemos de dar un paso hacia atrás para marcar distancias cuando conocemos a hermanos de esa “aldea global”, no podremos decir realmente, me HAS RESUCITADO."

Os recuerdo que podéis enviar vuestras colaboraciones a yehosuah@gmail.com y con gusto serán publicadas. Gracias.

lunes, 7 de julio de 2008

Padre nuestro (1). Mt 6, 9


A partir de hoy os voy a proponer como materia de oración el Padre nuestro… Es la principal oración del cristiano pues en ella se resume todo el mensaje de Jesús… (Mt 6,5-15) El Padre nuestro está en la mitad del Sermón del Monte… Anselm Grün comenta que “todas las exigencias del Sermón de la montaña están agrupadas en están agrupadas en esta oración central” (o.c. p. 32). Por eso, quien interioriza el sentido de esta plegaria, interioriza todo el evangelio y el modo de ser cristiano…
El contexto en el que Mateo introduce esta oración es el siguiente: Jesús está instruyendo a sus discípulos sobre el modo en que hay que orar… Previamente ha criticado el modo en que oran los hipócritas, sencillamente para ser vistos… Recomienda no hacer de la oración un espacio para hablar sin parar de nuestros problemas y preocupaciones… Si estamos llenos de palabras (verbales o en el pensamiento) es difícil escuchar, y la oración es, sobre todo, escuchar al Padre… lo que él tiene que decirnos sobre estas preocupaciones o problemas…
Jesús, consciente de la importancia de orar –Él mismo era un gran orante, se pasaba las noches enteras en compañía de su Padre– nos enseña como hacerlo, y es allí donde nos propone el Padre nuestro…
Lo primero que nos dice es que toda oración debe ser dirigida al Padre… Por eso empieza con esa invocación: “Padre”. La experiencia fundamental del cristiano es ésta: adoramos a un Dios que es, sobre todo, Padre… Un Padre que nos acoge, que nos ama incondicionalmente, en quien podemos descansar confiados… Antes que ser todopoderoso u omnipotente es todoternura… La oración es un gesto de confianza, de abandono en brazos del Padre/Madre que nos acoge, nos protege, nos da seguridad y protección… De esta experiencia brota todo lo demás… Porque experimentamos a Dios como Padre amoroso, vamos aprendiendo que nuestro modo de relacionarnos con los demás no puede ser más que éste: mostrar ternura, compasión, acogida, cercanía…
Repite a lo largo de tu jornada la palabra Padre, gustándola internamente, haciéndote consciente de que tu vida está en sus manos, en su regazo… Gusta de esos instantes de amor y de presencia… Y, si puedes, dedica unos minutos sencillamente a repetir y gustar esa palabra en tu interior, acogiendo todo el amor que el Padre está deseando comunicarte…

viernes, 4 de julio de 2008

Si conocieras cómo te amo...


Os dejo esta canción para el fin de semana... En ella sencillamente se canta al amor que el Padre nos tiene...

jueves, 3 de julio de 2008

"Dios me libró de mis ansias" (Colaboración)

He recibido por email el siguiente escrito, dirigido a tod@s vosotr@s:

"Dios me libró de mis ansias"
Es un grito de esperanza del que se asfixia con sus propias miserias, sus miedos, rencores... Es la expresión más viva, más sanadora, más liberadora que podemos gritar porque, ¡es posible!, podemos experimentar esta resurrección, este nuevo nacimiento. Pero es tan difícil... nuestro egoísmo, nuestro orgullo, nuestro protagonismo nos impide ser humildes y dejar actuar al Padre, darle la oportunidad de revelarse en nosotros, vaciarnos para que quede su esencia en nosotros, para ser transparentes y que aflore su presencia en nosotros.
Cuando llegue ese día, gritaré ¡Dios, el Padre, me libró de mis ansias! Que así sea.

Os animo a enviar vuestras colaboraciones para poder ser publicadas y enviarlas a yehosuah@gmail.com.

miércoles, 2 de julio de 2008

Tu Padre ve en lo secreto... (Mt 6, 1-18)

En el Sermón del Monte, Jesús va también a hablar del modo como deben realizarse las prácticas religiosas. Concretamente comenta las tres prácticas fundamentales del judaísmo, heredadas también por el cristianismo: la limosna, la oración y el ayuno (Mt 6,1-18). Jesús viene a decir: No actuéis para ser vistos por los demás, pues si lo hacéis así, habrá perdido valor lo que habéis hecho… Con esto, Jesús va al fondo de nuestras intenciones y motivaciones más profundas…
Jesús critica el “exhibicionismo”… ¡Cuántas veces actuamos para ser vistos! Y no es que esté mal que nos vean, el problema es cuando hacemos las cosas movidos por ello, sólo para mejorar nuestra imagen, para colgarnos medallas, para que nos valoren, para que hablen bien de nosotros, para ser admirados… ¿Y qué tiene de malo? Sencillamente que buscamos nuestro propio interés…
Jesús nos invita a actuar de otro modo… Ya no se trata sólo de “hacer el bien sin mirar a quién” (las bienaventuranzas, el amor a los enemigos…) sino de hacer el bien sin otra motivación que hacerlo…
A todos nos afecta mucho el hacer las cosas sin que nadie se dé cuenta… Nos molesta que sean otras personas las que se lleven los aplausos, los elogios, muchas veces sin hacer otra cosa que tener el “arte” de atraer la atracción sobre sí… Sentimos que no es justo… incluso lo podemos vivir como un agravio… Y, lo peor de todo, es que terminamos sintiendo que no merece la pena hacer el bien…
Jesús sale al paso de este sentimiento y nos dice: No te preocupes, el Padre sí que lo ve… y, a la hora de la verdad, lo que cuenta es eso… Y cuanto más desapercibida haya pasado tu actuación, más apreciada por el Padre… ¡no lo dudes!
Actuemos por convicción, hagamos lo que tenemos que hacer… No siempre nos lo reconocerán o agradecerán… Pero, cuando lo hagas, levanta los ojos al cielo… seguro que el Padre sonríe y te abraza… ¡Disfruta de ese momento y siente el gozo de sentirte mirado y recompensado por Él…!