El Padre nuestro está dividido en dos partes: tres peticiones a favor de toda la humanidad, que tienen como núcleo central a Dios: su Nombre, su Reino, su Voluntad. Y tres peticiones referidas a las necesidades concretas de la comunidad cristiana: pan, perdón, ser ayudados en las tentaciones.
Las primeras tres peticiones son fruto de una experiencia y expresan un deseo y un compromiso.
La primera de ellas es “santificado sea tu Nombre”. Hay que reconocer que ésta es una formulación que nos cuesta entender pues es una expresión hebrea.
En la cultura hebrea, el Nombre es la persona misma. El término “santificar” lo podríamos entender como lo contrario de despreciar o ignorar… Por tanto, pedir que el Nombre de Dios sea santificado quiere decir pedir que Dios sea reconocido en su verdadera esencia: Padre… Es pedir que toda la humanidad llegue al conocimiento del Dios verdadero que es un Dios Padre de todos…
Lo que pedimos es que los demás experimenten lo que nosotros hemos tenido la suerte de experimentar. Por eso, expresa al mismo tiempo un deseo y un compromiso: dar a conocer a los demás el verdadero rostro de Dios: Un Padre que nos ama, que nos cuida. ¡Esta es la mejor noticia que puede hacer a la humanidad feliz y que nos puede permitir llegar a vivir como hermanos!
Es lo que Jesús nos decía al final de las bienaventuranzas: “Que todos vean vuestras buenas obras y glorifiquen [=conozcan] a vuestro Padre del cielo” (Mt 5,16)
Podemos preguntarnos: ¿Nuestro modo de vivir refleja el rostro de Dios Padre?
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