En el Sermón del Monte, Jesús va también a hablar del modo como deben realizarse las prácticas religiosas. Concretamente comenta las tres prácticas fundamentales del judaísmo, heredadas también por el cristianismo: la limosna, la oración y el ayuno (Mt 6,1-18). Jesús viene a decir: No actuéis para ser vistos por los demás, pues si lo hacéis así, habrá perdido valor lo que habéis hecho… Con esto, Jesús va al fondo de nuestras intenciones y motivaciones más profundas…
Jesús critica el “exhibicionismo”… ¡Cuántas veces actuamos para ser vistos! Y no es que esté mal que nos vean, el problema es cuando hacemos las cosas movidos por ello, sólo para mejorar nuestra imagen, para colgarnos medallas, para que nos valoren, para que hablen bien de nosotros, para ser admirados… ¿Y qué tiene de malo? Sencillamente que buscamos nuestro propio interés…
Jesús nos invita a actuar de otro modo… Ya no se trata sólo de “hacer el bien sin mirar a quién” (las bienaventuranzas, el amor a los enemigos…) sino de hacer el bien sin otra motivación que hacerlo…
A todos nos afecta mucho el hacer las cosas sin que nadie se dé cuenta… Nos molesta que sean otras personas las que se lleven los aplausos, los elogios, muchas veces sin hacer otra cosa que tener el “arte” de atraer la atracción sobre sí… Sentimos que no es justo… incluso lo podemos vivir como un agravio… Y, lo peor de todo, es que terminamos sintiendo que no merece la pena hacer el bien…
Jesús sale al paso de este sentimiento y nos dice: No te preocupes, el Padre sí que lo ve… y, a la hora de la verdad, lo que cuenta es eso… Y cuanto más desapercibida haya pasado tu actuación, más apreciada por el Padre… ¡no lo dudes!
Actuemos por convicción, hagamos lo que tenemos que hacer… No siempre nos lo reconocerán o agradecerán… Pero, cuando lo hagas, levanta los ojos al cielo… seguro que el Padre sonríe y te abraza… ¡Disfruta de ese momento y siente el gozo de sentirte mirado y recompensado por Él…!
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