En esta segunda petición referida a la comunidad cristiana, Jesús nos invita a pedir y a ofrecer perdón...
Habitualmente nosotros solemos rezar: “perdónanos nuestras ofensas”. Sin embargo, el original habla de deudas.
Su primer sentido es literal… En tiempos de Jesús había muchos empobrecidos a causa de las deudas contraídas… Por tanto, Jesús es el primer partidario de la condonación de deudas… Es un modo de expresar misericordia ante aquel que no nos puede pagar… Por eso, hablar de “ofensas” corre el riesgo de moralizar excesivamente esta petición…
Pero hay también un segundo nivel. El Padre nuestro refleja la experiencia de quien se siente en deuda con Dios… Esto no se entendería si hablamos de “ofensas”. Me explico. No se trata tanto de que yo “ofenda” a Dios o, peor aún, de que Él se sienta ofendido. No. Más bien lo que decimos es que ante tanto bien recibido y ante nuestra pobre respuesta, pedimos al Padre que nos acoja, que nos perdone, que nos rehabilite y nos sane por dentro.
El “como nosotros perdonamos”, no tiene un sentido causal: si yo no perdono, Dios no me perdona. Con esta expresión manifestamos que estamos ya intentando vivir como Jesús nos ha explicado en el Sermón del Monte: perdonando…
Esta petición tiene, también, otro significado. Decimos que, así como yo he sido perdonado, sea cauce de perdón para los demás. Es la doble experiencia del perdón, el perdón que pedimos y recibimos, y el perdón que ofrecemos. Por tanto, supone la conciencia de que, así como nosotros no somos perfectos, tampoco lo son los demás y que, por eso, debemos vivir esa actitud profunda de perdón, igual que Dios.
¡Qué necesidad tenemos de perdón…! ¡Tanto o más que de pan…! Necesitamos trabajar para favorecer un mundo reconciliado... en nuestra casa, en nuestro trabajo, en la pequeña y gran aldea en la que vivimos...
Perdonémonos a nosotros mismos, perdonemos a los demás como el Padre ya nos ha perdonado…
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