Algunos desdoblan esta petición en dos, nosotros la vamos a considerar como una sola.
Esta última petición del Padre nuestro supone una gran dosis de realismo, pues implica vivir con la conciencia de que a lo largo de nuestra vida estamos sometidos a la tentación y somos asediados por el mal…
El término “tentación” alude a una imagen: la de una piedra que nos hace tropezar. Por tanto, la tentación es todo aquello que nos puede hacer tropezar o que nos puede desviar en nuestro camino de seguimiento a Jesús.
Caigamos en la cuenta de que no se habla de “tentaciones” sino de “tentación”, pues en el fondo la tentación es sólo una: prescindir de Dios… Quien elimina a Dios de su vida, pierde la roca fundamental de su existencia, su punto de apoyo… Quien no reconoce a Dios como el punto de referencia, corre el riesgo de endiosarse a sí mismo o de endiosar a otros… Quien no se experimenta como hijo, difícilmente puede vivir como hermano…
Ser librados del mal (o del Maligno, como dicen algunas traducciones), es pedir no ser seducidos por propuestas contrarias al Evangelio…
Pidamos al Padre que nos ayude a no caer en la tentación de creernos superiores, de desconfiar de su bondad… Todos somos tentados, pero esto no quiere decir que necesariamente caigamos presa de esa tentación… Con la ayuda del Padre podemos aprender a reconocer y a vencer las tentaciones…
Hoy te propongo un ejercicio… Cae en la cuenta de los momentos en que eres tentad@... ¿Cómo se manifiesta en ti la tentación? ¿Qué te sugiere? ¿A qué te invita? Y date el gusto de, conscientemente, decirle que no… Y pídele al Padre que te mantenga firme en el camino que Él te ha trazado, que supone caminar por la huellas de Jesús…
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