Padre,
hoy quiero levantar los ojos y el corazón a Ti
que estás en el cielo.
Quiero agradecerte que me ofrezcas
el lugar donde Tú habitas en herencia.
Padre, que en la lucha de la vida
recuerde que camino hacia tu casa,
hacia el encuentro y el abrazo contigo.
Padre, que no viva prisionero de los cuidados
y afanes de la vida cotidiana,
sino que, puestos los ojos y el corazón en Ti,
vea las cosas, mis problemas,
mi situación concreta, como Tú la ves.
Inspirado en un escrito del P. Jorge de la Cueva, SJ, publicado en Magnificat del mes de agosto 2008.
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