Padre mío, quiero decir, como Jesús,
que no se haga mi voluntad sino la tuya…
Sí, Padre, quiero anteponer tu voluntad
a mis proyectos, mis gustos, mis caprichos…
Quiero que el motor, la guía y la brújula
de mi vida sea la identificación con tus designios…,
pues tu voluntad es la paz, la felicidad y la justicia
para todos los hombres, para mí mismo/a…
Padre, me entrego a tu voluntad
porque sé que tú sólo puedes desear lo mejor para mía…
Me entrego a tu voluntad
porque sé que esta voluntad es que ame y sirva
sin medida, sin llevar cuenta…,
que ame y sirva a todos, igual que hizo Jesús…
Padre, que viva mis ocupaciones de cada día
con el amor del hijo
que sabe que en lo que hace,
cumple los deseos de su Padre…
Que la atención a mi familia,
que mi responsabilidad en el trabajo,
que mi cercanía con los amigos,
que mi interés por los necesitados
sea el modo concreto de cumplir tu voluntad…
Padre mío…
Quiero repetirte desde el fondo de mi corazón:
“Hágase tu voluntad”…
en mi vida, en mi familia, en mi mundo…
Y que el abandono confiado en tus brazos
sea para mí fuente de paz y de confianza
pues sé que mi vida está en tus manos.
Inspirado en un escrito del P. Jorge de la Cueva, SJ, publicado en Magnificat del mes de agosto 2008, pp. 26-31.
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