Padre, deseo con todo mi corazón que llegue tu Reino.
Que Tú realmente seas el centro de mi vida,
de mi familia, de mi trabajo,
de la sociedad, del mundo, de todos.
Que tus criterios rijan nuestras acciones,
nuestras opciones,
las decisiones que afectan la vida de tantas personas,
de tantos pueblos.
Padre, que dejemos de servir a “dos señores”,
y que nos decidamos a vivir de una vez por todas
de acuerdo a los valores del Evangelio.
Padre, ¡venga tu Reino!
Un reino de amor, de justicia,
donde todos podamos vivir como hijos y hermanos,
no ese Reino que intentan imponernos:
El reino de la moda, de la mentira,
del poder, del dinero, de la imagen.
Padre, que no espere con los brazos cruzados
a que tu Reino venga del cielo
sino que luche para construir un mundo de hijos y hermanos.
Cada vez que siembro la justicia, viene tu Reino.
Cada vez que obro con ternura, viene tu Reino.
Cada vez que perdono, viene tu Reino.
Sí, Padre, ¡venga tu Reino!
Inspirado en un escrito del P. Jorge de la Cueva, SJ, publicado en Magnificat del mes de agosto 2008, pp. 26-31.
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1 comentario:
Sólo creen en dios quienes no están en el secreto de su inexistencia.
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