sábado, 27 de noviembre de 2010

I Domingo de Adviento (Ciclo A): "Estad en vela"

Vivimos en una cultura en la que una inmensa mayoría de las personas ya no esperan nada, porque el trabajo o la falta de él, las prisas, los problemas… agobian y aplastan de tal manera que nos mantienen engañados en un círculo vicioso, muchas veces sin salida. Pero también hay una buena parte de personas que sí esperan, pero sus expectativas parece que sólo están enfocadas en aquello que mejora su calidad de vida, su bienestar económico, personal… aunque esto vivido en la tensión de una cuerda floja porque, al final, todo acaba siendo frágil y vulnerable…

En esta situación es donde la Iglesia nos recuerda que comenzamos el Tiempo de Adviento: tiempo para despertar nuestra lucidez, hacer un buen ejercicio de caer en la cuenta de cómo estamos viviendo y dónde está puesta nuestra esperanza…

En Adviento nos recuerda que es necesario estar en vela de modo que estemos preparados para el día en que el Señor venga a visitarnos y no de forma espectacular, sino en los gestos sencillos de la vida cotidiana, en lo pequeño de cada día… en las circunstancias que menos esperamos…

Por eso el Evangelio del primer domingo de Adviento nos recuerda, una vez más, que tenemos que “estar en vela” (Mt 24,37-44). Se nos anima a mantener el corazón atento allí donde se va a posar la luz de nuestro Mesías. Luz, que no la vamos a encontrar en donde nuestras luces deslumbran con hermosos y mágicos escaparates, llenos de propuestas para saciarnos pero solo en la superficie, sino cerca de aquellos que nos reclamarán nuestro tiempo, nuestro gesto solidario y generoso. Esto sólo es posible cambiando nuestras actitudes individualistas por actitudes en favor de todos. Es allí donde nos espera el Señor, es allí donde le podemos acoger, en lo insignificante, en aquellos que no tienen capacidad de devolvernos nada… Pero al final de este camino que ahora empezamos, sólo llegan los que están dispuestos a ser gratuitos con Él y los hermanos…

jueves, 25 de noviembre de 2010

La Corona de Adviento

Estamos a punto de iniciar el nuevo año litúrgico... Por ello, os invito a preparar con tiempo todo lo necesario para vivir esa hermosa tradición de la Corona de Adviento, tal como lo hemos hecho en años anteriores. Para ello, podéis seguir la indicaciones que encontraréis en este enlace.

Así mismo, encontraréis material variado visitando los contenidos que están bajo la Etiqueta "Adviento".

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Reflexiones sobre la oración (Colaboración)

Ya nos falta muy poco para comenzar un año más el ADVIENTO. Antes de este tiempo tan esperado, me ha surgido hacer esta reflexión sobre la oración.

No hacemos oración para “sentirnos a gusto” o porque no se nos ocurre nada mejor que hacer, ni ser mejores o peores, estar cansados o descansados, sino porque la fe nos hace ver que es necesario ese dialogo con Dios, para complacerle a Él, y, de paso, para ver más claro nuestro camino.

De todos los seres vivos, el hombre es el único ser que, por su semejanza con Dios, puede establecer diálogo con Él. Este diálogo-hablarle y escucharle, es fundamental para que exista una relación personal entre el Hombre y Dios. “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rm 8,31). Recibamos el Adviento contestándonos esta pregunta, no hay nada ni nadie más grande que el AMOR DE DIOS.

sábado, 20 de noviembre de 2010

"¿Quién decís vosotros que soy yo?" (Mt 16, 13-20)

Llegamos a un punto central del evangelio de Mateo… Jesús lleva ya un tiempo hablando y actuando, es decir, revelándose… Esto ha generado reacciones encontradas, muchas de ellas, de clara oposición y rechazo… Entonces Jesús pregunta a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?"… Pregunta profunda, no de mera curiosidad, sino que responde casi a la necesidad de saber si la gente va descubriendo realmente quién es Él…

Los discípulos responden sin pensárselo demasiado: "Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas"… Aquí, obviamente, no estamos hablando de ningún tipo de reencarnación, como dicen algunos. Aquí lo que está en juego es que en cada uno de estos personajes se esconde un modo de entender la identidad y la misión de Jesús.

Para la gente, Jesús es alguien importante, sin duda…, a la altura de los grandes profetas… Es alguien que habla en nombre de Dios, que invita a la conversión, que denuncia el modo equivocado de vivir la religión, que incluso se enfrenta a los dirigentes del pueblo…, pero nada más…

Entonces, se dirige directamente a los Doce y les pregunta: "Y, vosotros, ¿quién decís que soy yo?"… Pregunta comprometida… Ya no se trata de hablar de lo que dicen los demás, eso es fácil; se trata de decir lo que piensa cada uno, y eso ya es más difícil… Más, aún, lo que Jesús pregunta no es sólo que idea tiene cada uno de Él, qué se dice en su interior, sino que dice a los demás…

Ahora, sólo Pedro responde y expresa abiertamente: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo"… Muchos coinciden en afirmar que, en realidad, está actuando como portavoz de todos…, al menos, de hecho, nadie dice lo contrario…

Con esta respuesta, da la impresión de que Pedro ha logrado penetrar en el verdadero ser de Jesús y ha descubierto en Él al Mesías, al enviado, al que el pueblo espera con tanta ansia… Y no sólo eso, sino que añade: "El Hijo de Dios vivo"… Afirmación profunda, pues lo que nos viene a decir es que Jesús es el Hijo del Dios de la vida… No es el Dios de la condenación (Juan el Bautista), el Dios intolerante (Elías) o el Dios de la destrucción (Jeremías), sino el Dios que ha enviado a su Hijo para que todos tengamos vida, como diría Juan…

Ahora sería bueno que cada uno de nosotros escucháramos de Jesús esta misma pregunta y que intentáramos responder… ¿Quién es Jesús para mí? ¿Un gran hombre, incluso un hombre de Dios pero, a fin de cuentas, sólo un hombre? O a lo mejor sí, es Dios, pero, ¿qué Dios? ¿Un Dios distante, lejano, juez castigador, intransigente…?

¿Qué imagen de Dios damos a los demás, de qué Dios hablamos los cristianos, no sólo con las palabras sino con nuestra vida? Hay quine dice que una de las causas de la actual increencia somos precisamente los cristianos... parece no merecer la pena creer en el Dios que profesamos... Hoy más que nunca el mundo necesita que anunciemos al Dios de Jesús, al Dios del amor, de la paz, de la vida... Proclamemos a este Dios con acciones que hablen precisamente de paz, de amor y de vida...

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Si amar fuera fácil...

Si amar fuera fácil...
no habría tanta gente amando mal,
ni tanta gente mal amada.

Si amar fuera fácil...
no habría tanta hambre
ni tantas guerras
ni gente sin apellido.

Si amar fuera fácil...
no habría niños en las calles sin tener a nadie
no habría orfanatos
porque las familias serenas adoptarían más hijos
ni hijos mal concebidos
ni esposas mal amadas
ni prostitutas,
y nunca nadie negaría lo que juró en el altar
ni habría divorcios jamás...

Si amar fuera fácil...
no habría ladrones
y las mujeres embarazadas no abortarían...
ni habría asesinos
ni precios exorbitantes
ni los que ganan demasiado, ni los que ganan de menos.

Si amar fuera fácil...
ni soldados habría, pues nadie agrediría
mas el amor es un sentimiento que depende de un “yo quiero”
seguido de un “yo espero”
y la voluntad es rebelde,
el hombre, un egoísta que maximiza su “yo”
por eso, el amor es difícil.

Jesucristo no jugaba cuando nos mandó amar.
Y, cuando murió amando, dio la suprema lección...
... De que no se ama por ser fácil,
¡Se ama porque Dios es Amor!

sábado, 13 de noviembre de 2010

"¿Aún no comprendéis?" (Mt 16, 5-12)

Después de la discusión con los fariseos y saduceos (Mt 16, 1-4), Jesús los deja (¿por imposibles?) y se retira por tercera vez. Sube con los discípulos a la barca para pasar a la otra orilla… Toma distancia… Sale del lugar de la controversia y pone "agua por medio"…

En el trayecto aprovecha para seguir instruyendo a los Doce y les dice: "Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos"… Da la impresión de que ha quedado tan tocado por lo que acaba de pasar, que le sale de manera espontánea, y aparentemente sin motivo, ese comentario… Pero los discípulos andan "en otra"… Definitivamente, están con Jesús pero da la impresión de que no se enteran realmente de nada… Jesús anda preocupado por el rechazo y la incredulidad precisamente de quienes tendrían que acogerlo, y quienes lo acompañan están preocupados porque se han olvidado de comprar pan… Qué triste… ¡Qué distintas son las preocupaciones de Jesús y las nuestras! Y es entonces cuando de Jesús sale, más que un reproche, un lamento: "Hombres de poca fe, ¿por qué estáis hablando entre vosotros de que no tenéis panes?, ¿aún no comprendéis, ni os acordáis…? Y, ¿sabéis?, creo que es la misma lamentación que muchas veces dirige el Señor al vernos a nosotros… ¿Aún no comprendemos? ¿Es que no somos capaces de recordar todo lo que Él Señor ha sido capaz de hacer…? ¿Por qué nos cuesta tanto entrar en la lógica de Jesús, en su modo de ver y actuar…? ¿Por qué seguimos preocupados por los asuntos de "este mundo" en vez de dejar las cosas en manos del Señor?

Esto me recuerda a las palabras de Jesús en el Sermón del Monte, cuando dice: "No andéis preocupados por lo que vais a comer o con qué os vais a vestir… de eso se preocupan los que no creen en Dios… Vosotros preocupaos del Reino de Dios y su justicia…" Obviamente con ello no nos dice que no tomemos en serio nuestros asuntos, sino que no andemos obsesionados por ellos ni que sea nuestro único horizonte… ¡Veamos más allá! Y es entonces cuando los discípulos parecen "entender" que Jesús lo que hace es advertirles para que no sean como los fariseos y saduceos, incapaces de reconocer la acción de Dios y a su enviado, porque no tienen fe y sólo piensan en las cosas de este mundo… Y esta advertencia es también válida para nosotros, pues todos somos sujetos de caer en las mismas actitudes farisaicas y saduceas.

Pidámosle al Señor que abra nuestro entendimiento para entrar en "su lógica", para entrar en su corazón, y no estar tan obsesionados por nuestras cosas y el modo de ver la vida que es más propio de quienes no tienen fe…

sábado, 6 de noviembre de 2010

Haznos un signo del cielo (Mt 16, 1-4)

El capítulo 16 del evangelio según san Mateo inicia con una nueva polémica, esta vez con los fariseos y saduceos.

En primer lugar, llama la atención el contraste entre esta escena y la anterior… Poco antes, Jesús está rodeado de gente que viene a buscarlo para ser sanada y que permanece con Él tres días; es decir, no están de paso… En cambio, estos fariseos y saduceos se acercan a Jesús para tentarlo… No vienen a buscar nada de Él, sino a ponerle zancadillas… Está claro que no buscan la verdad, sino ponerlo en aprietos, dejarlo en evidencia ante la gente… Sus prejuicios les impiden ver lo evidente…

El evangelista dice que vienen para "tentarlo". La tentación, en el lenguaje bíblico, es todo aquello que se nos presenta como bueno, o al menos neutro; que resulta sugerente, y por ello nos seduce y engancha, pero que, en realidad, nos termina apartando del camino del Señor; es decir, la tentación es siempre un engaño, aunque camuflado… ¡Cuántas veces somos tentados y no nos damos cuenta…! ¡Cuántas veces hemos terminado haciendo cosas que se nos presentaban como "buenas" o "inocentes" y, al final, nos han dejado mal, han hecho daño a otros e incluso a nosotros mismos… ¡Cuántos creen que al tener más dinero serán más felices; que al tener determinado trabajo serán mejor considerados, etc. y, al final, después de haber pagado altos precios (familia, principios, etc.), se dan cuenta que no han obtenido lo que buscaban…! Pero, bueno, no nos desviemos del tema…

Y, ¿con qué tientan a Jesús? Pues pidiéndole un "signo del cielo".

Esto nos recuerda el episodio de las tentaciones en el desierto, cuando Satanás le dice a Jesús: "Tírate del alero del Templo…" Y Jesús responde: "No tentarás al Señor tu Dios" (Mt 4, 5-7)… Aquella tentación, según todos los comentaristas, consiste en realizar acciones espectaculares para atraer la atención de la gente y ganar seguidores… ¿Y por qué es una tentación? Porque el camino, el estilo del Dios de Jesús no es "ganar adeptos con intervenciones extraordinarias" sino el mostrar de manera humilde y sencilla su amor, sin imponerse, buscando sin artimañas conquistar nuestro corazón…

Definitivamente, Jesús rechaza el camino de la fama, del espectáculo, de "comprar fans"… Él recorrerá el camino del siervo sencillo y humilde…

Llama la atención, también, que estos fariseos y saduceos le pidan "signos", precisamente en un contexto en el que Jesús acaba de realizar una serie de curaciones, que en realidad son signos mesiánicos (Mt 15, 29-31), incluida la segunda multiplicación de los panes (15, 32-39), que alude al signo realizado por Dios en el desierto, a través de Moisés que dio el maná al pueblo…

Es por esto que Jesús les dice algo propio de la sabiduría popular: Con que sabéis leer las señales meteorológicas y predecir si lloverá o hará buen tiempo, y no sois capaces de leer el lenguaje de Dios… Incluso a nosotros podría decirnos, ¡anda que sois intuitivos para tantas cosas y sin embargo no sois capaces de ver las señales que os da el Señor! Con lo cual, lo que en realidad nos viene a decir, una vez más, es que somos ciegos espirituales o, peor aún, que no hay peor ciego que el que no quiere ver… De hecho, Jesús se queja no sólo contra loa fariseos y saduceos que han ido a tentarlo sino que se refiere de modo general a esta "generación malvada y adúltera"; es decir, gente con el corazón retorcido, incapaz de adorar al Dios verdadero… ¡Qué duro!... Y no es para menos… Cuando estamos cerrados, no hay manera de leer como señales de Dios, cantidad de signos y bendiciones con los que rodea nuestra existencia.

El episodio termina con una sentencia de Jesús: "No se os dará otro signo que el signo de Jonás". Con ello lo que quiere decir es que el profeta Jonás se limitó a predicar en Nínive (no hizo ningún milagro) y el pueblo se convirtió… Por tanto, en vez de andar detrás de cosas espectaculares (¡que nos encantan!), lo que se nos pide es creer a la palabra de Jesús y adherirnos a ella…

Que el Señor nos dé un corazón sencillo y atento a su Palabra y unos ojos agradecidos, que perciban su acción amorosa en nosotros y en el mundo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El Quehacer Diario (Colaboración)

Así es nuestra vida. Un quehacer diario. Jesús decía: “Cada día tiene su propio afán”.

Aunque todo parezca igual, todo es distinto y nuevo. Los trabajos, los horarios… se pueden repetir, la novedad no está en lo que hacemos, sino en la atención, en el momento que vivimos. Todo tiene sentido y cobra valor cuando se presta atención. No existen tareas mejores o peores. No es mejor el silencio que el descanso o el trabajo. El valor de cada cosa está en nosotros. Cuando vivimos centrados en nuestro yo más profundo todo lo que hacemos o tocamos se llena de luz y de vida. No hay que cambiar de actividad, de profesión, de vivienda, de amigos… para sentirse mejor. Si el silencio me va arraigando en mi naturaleza esencial, en lo que realmente soy… la vida irá fluyendo con naturalidad como el agua de la fuente.

Estamos en un tiempo litúrgico llamado “tiempo ordinario”. No celebramos ningún acontecimiento importante de la historia de la salvación. Lo que vivimos momento a momento es lo que realmente cuenta. Cada instante es único. Lo que no tiene relevancia, lo que no llama la atención, el ahora que no se repite… Así es la trama de la vida. Así es nuestro tiempo ordinario. El gran acontecimiento que celebramos es la vida que vamos siendo. “He venido para que tengan vida y ésta sea abundante”, dice Jesús. Que la vida de Dios nos posea y se manifieste en nuestras obras. “Que brille vuestra luz delante de los hombres para que glorifiquen a mi Padre…” Que seamos pequeñas lucecitas que se encienden en medio de la oscuridad diaria, pero que son capaces de señalar nuevos caminos.

“No se enciende una vela para ponerla debajo del celemín, sino que se coloca en alto para que alumbre a todos los de casa”, dice Jesús. Esta gran casa del mundo necesita millones de velas que comienzan a encenderse.